El actor inquieto

Pod¨ªa haber sido el Actor Distante, o incluso el Actor Descontento. Porque se siente distante en su oficio y est¨¢ descontento, aunque sea uno de los actores m¨¢s frecuentes y celebrados del cine espa?ol. Pero es sobre todo El Inquieto. As¨ª le llamaron cuando era ni?o, y as¨ª sigue siendo, y acaso por eso ha hecho 300 pel¨ªculas, ha intervenido en numerosas obras de teatro, y a¨²n hoy, cuando est¨¢ a punto (el 11 de marzo pr¨®ximo) de cumplir los 83 a?os, protagoniza, con Manuel Aleixandre y Agust¨ªn Gonz¨¢lez (fallecido unos d¨ªas despu¨¦s de realizarse esta entrevista), Tres actores y un destino (una idea de Alan Cornejo y Luis Lorente, escrita por ¨¦ste, Eduardo Gal¨¢n y Carlos Asorey), una obra de teatro que representa a tres grandes de la escena en el ocaso de sus carreras.

Est¨¢ descontento porque le agasajan, porque le mandan recados diciendo que es de los grandes de la historia del cine espa?ol y, sin embargo, no le escriben papeles para que siga en el cine. Cree que los espa?oles somos olvidadizos y arrinconamos personalidades que, en iguales circunstancias y en otros pa¨ªses, seguir¨ªan teniendo al cine rendido a sus pies.

Ahora le ofrecen papeles peque?os (acaba de hacer uno en Luna de Avellaneda), colaboraciones que no le meten de veras en las pel¨ªculas en las que participa, aunque las agradezca y las cumpla con el oficio que le ha convertido en un actor que ha hecho de su propia exigencia (y autocr¨ªtica) una manera de ser y de aparecer. Acaso por eso nunca est¨¢ satisfecho, ni siquiera cuando lo est¨¢.

Cuando le tenemos delante, en persona, Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez es ese hombre cansado que dice ser; pero en momentos determinados de la charla -a la que viene vestido con un chaleco claro, muy elegante, perfectamente afeitado- es tambi¨¦n el hombre de las miradas furiosas o ir¨®nicas, desternillantes o incendiadas, angustiadas o burlonas de algunas de sus m¨¢s importantes pel¨ªculas.

Ahora est¨¢ preocupado por los efectos de la vejez, con ese fulgor de los ojos todav¨ªa alertas, y con la capacidad de cabreo, o de exaltaci¨®n, a¨²n en su sitio. Los que tengan memoria para el mejor cine que ha hecho ver¨¢n en ¨¦l, aunque sea involuntariamente, la ternura acosada de la mujer que interpreta en Mi querida se?orita, de Jaime de Armi?¨¢n, acaso el papel m¨¢s arriesgado de su vida, o la desesperaci¨®n violenta del hombre al que Antonio Mercero convierte, en 1970, en el prisionero de La cabina, aquella memorable recreaci¨®n de una pesadilla que L¨®pez V¨¢zquez convirti¨® en una interpretaci¨®n ins¨®lita de la soledad del hombre en los desiertos urbanos. Pero hoy est¨¢ aqu¨ª, liberado de aquellos papeles, siendo tan s¨®lo Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, actor, madrile?o, un hombre a punto de ser homenajeado por la profesi¨®n con el Goya especial a toda una vida dedicada al cine.

?C¨®mo se siente usted?

Hombre, pues me siento mayor. Tengo as¨ª aspecto de diligente y activo, pero ya no tengo la energ¨ªa que ten¨ªa, porque eso va terminando con el tiempo; a medida que pasa el tiempo vas perdiendo facultades.

En el ¨¢nimo, la energ¨ªa; en que te levantas y te duelen las articulaciones, te cuesta trabajo recomponerte en el d¨ªa; en que tienes que hacer ejercicio, y eso es una lata?

?Y no hay nada positivo entre todas esas sensaciones de la edad?

Pues no s¨¦. Positivo no creo que haya nada. La vida te va sorprendiendo y t¨² mismo vas experimentando. Y la experiencia no es una ventaja; yo creo que mejor que tener experiencia es estar limpio, tener siempre 30 a?os y tener esa inocencia?, que aunque te tomen el pelo no te importe, y que aunque hagas el canelo sigues adelante porque las cosas te importan menos. Una edad en la que tienes m¨¢s paciencia? Ahora eres m¨¢s esc¨¦ptico, no crees demasiado en las cosas, y aunque sigas teniendo fe y creyendo en las cosas, ya no lo dices, lo conviertes en algo ¨ªntimo.

Hombre, yo he sido muy impaciente. Porque he sido muy inquieto. Ten¨ªa un amigo mayor que yo, del que guardo un gran recuerdo, que me ten¨ªa en su agenda no por mi nombre ni por mi apellido, sino como El Inquieto: E-l-I-n-q-u-i-e-t-o, eso pon¨ªa.

En que siempre estaba lleno de proyectos y de sue?os. ?Que se han cumplido, eh!

Me acuerdo de cuando iba al cine, a los nueve o diez a?os; ve¨ªa el cine, me gustaba mucho lo que ve¨ªa, ?y estaba seguro de que un d¨ªa yo har¨ªa eso! Aunque a¨²n no sab¨ªa c¨®mo ni qu¨¦ ser¨ªa yo, pero all¨ª iba a estar.

Como actor, como director?, cualquier cosa. Me gustaba m¨¢s la direcci¨®n, porque no me encontraba con f¨ªsico adecuado para actuar; era una persona insignificante, y lo sigo siendo. Una cosa es ser como yo era y otra ser un tipo atl¨¦tico ya a los 20. El que tiene esa presencia, ya tiene bastante ganado, y yo era m¨ªnimo, insignificante.

No luch¨¦, todo vino solo. Nunca ped¨ª nada, a nadie fui dici¨¦ndole: oye, que me he enterado de que vas a hacer una pel¨ªcula y quiero que cuentes conmigo. Yo he sido ayudante de direcci¨®n, he sido ambientador; he dise?ado decorados, figurines; me gustaba la pintura; hac¨ªa ilustraci¨®n, carteles? Estaba ah¨ª, el cine me vino solo.

Yo era un chaval de clase muy humilde, que de pronto cog¨ªa un tranv¨ªa y me iba con mi pandilla por ah¨ª. Viv¨ªa en la Puerta de Atocha, y mi espacio era el Museo del Prado, el Antropol¨®gico? En el Retiro aprend¨ª a montar en bicicleta, iba a una biblioteca municipal en Delicias. No era buen estudiante en absoluto, as¨ª que, cuando lleg¨® la guerra, yo estaba en tercero de Bachillerato, y mi madre me dijo: "Ahora te la tienes que arreglar por tu cuenta, yo no te puedo ayudar, y tampoco veo que tengas una gran inclinaci¨®n cient¨ªfica ni nada".

Yo estaba empleado en el ej¨¦rcito, en un establecimiento del Instituto Farmac¨¦utico, y nos movilizaron a todos, pero yo estaba en las oficinas. Ten¨ªa que despachar los medicamentos para la Junta de Defensa de Madrid, la del general Miaja; nos ven¨ªan a pedir cosas: especialidades, aspirinas, gasas, algod¨®n?, lo que hac¨ªa falta.

Ninguna huella. Me acuerdo de que ten¨ªa un carnet de la Juventud Socialista Unificada, ten¨ªa mis amigos en la c¨¦lula; pero un d¨ªa tuvimos una discusi¨®n con uno que hab¨ªa all¨ª, no me acuerdo de su nombre?

?Con Santiago Carrillo! Nos enfadamos y rompimos el carnet all¨ª mismo.

?Y ha tenido oportunidad de hablar con Carrillo de eso luego?

?Ni se acordar¨¢! ?ramos cuatro o cinco y tuvimos un problema, y ya est¨¢, rompimos el carnet?

S¨ª, pero nebulosa. Entonces yo escrib¨ªa en un peri¨®dico mural, dibujaba, ilustraba, hac¨ªa cosas. Pero a¨²n en aquella farmacia tengo un recuerdo muy n¨ªtido: est¨¢bamos en el 95 de la calle de Embajadores, a¨²n est¨¢ all¨ª el sitio, y nos cayeron bombas por un lado y el otro de la calle, pero ninguna en nuestro edificio. Yo ve¨ªa las puertas abomb¨¢ndose por el efecto de la explosi¨®n, pero no llegaron a romperse, y me salv¨¦.

Era como cuando llueve. Cuando llueve hay que ponerse a resguardo. Y sal¨ªamos por ah¨ª, yo iba a todos los sitios. Me acuerdo de que en verano nos ¨ªbamos a la piscina del Canal de Isabel II, que era territorio casi de guerra. La plaza de Bilbao estaba casi abatida, ten¨ªamos que ir por all¨ª reptando; pero no dej¨¢bamos de ir a la piscina a ba?arnos? Y nos ¨ªbamos a comprar libros a la calle de San Bernardo, las librer¨ªas que hab¨ªa all¨ª antiguamente.

Todos los de la Colecci¨®n Labor, a¨²n los tengo en casa; una colecci¨®n peque?a, de tapas amarillas. Novelas cl¨¢sicas y novelas de todo. Hombre, estaban todos los autores; Valle-Incl¨¢n, por ejemplo, que siempre me gust¨® mucho. Luego vino la Colecci¨®n Austral?, tambi¨¦n la hice. Tambi¨¦n hice la Historia de Espa?a, de Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, pero nunca la terminar¨¦ de leer. Me encantaba pensar que alg¨²n d¨ªa tendr¨ªa tiempo para leer todo eso; tiempo, tranquilidad y sosiego. Pero nunca lo he tenido.

Muy independiente. Ten¨ªa muchos amigos, pero en realidad ten¨ªa uno solo.

Pues era un muchacho que viv¨ªa un poco m¨¢s abajo? ?bamos juntos a la biblioteca, y un d¨ªa hicimos una broma. Escribimos en el carnet que ten¨ªamos que rellenar, donde deb¨ªa estar la profesi¨®n: "Burr¨®logos". Y al d¨ªa siguiente, cuando fuimos, nos llevaron delante del director, que nos peg¨® una bronca muy solemne: aquello era una falta grave, y tal y cual. Era mi mejor amigo, era hijo de un tornero.

No, no tuve.

Asumi¨¦ndola. Se produjo muy pronto, fue casi inmediata. S¨ª tengo un ligero recuerdo de haberlos visto juntos, incluso tengo fotos en las que se ve a los dos. Yo lo asum¨ª. Con mi madre me llevaba muy bien; tambi¨¦n viv¨ªa con nosotros mi abuela, y con ¨¦sta estaba m¨¢s tiempo. Mi madre era modista, siempre a sus cosas, trabajando. Mi abuela era una mujer muy inteligente, con una sensibilidad muy grande, que me transmiti¨®. Con nosotros viv¨ªa tambi¨¦n mi t¨ªo materno, tambi¨¦n un hombre muy inteligente; trabajaba en Ferrocarriles, y estuvo con nosotros hasta que se cas¨®.

No, no hubo ning¨²n contacto.

No, nunca lo ech¨¦ de menos, y tampoco ha sido traum¨¢tico. Yo veo las familias ahora, y veo que hay una vinculaci¨®n m¨¢s fuerte; pero aquello fue as¨ª, y hay que asumirlo.

Nada m¨¢s terminar la guerra hizo teatro con Modesto Higueras.

S¨ª, buscaban gente joven para un gran festival que iban a montar en el estadio Metropolitano, donde jugaba el Atl¨¦tico de Madrid, que a¨²n era Atl¨¦tico de Aviaci¨®n. Se trataba de una gran demostraci¨®n nacional en la que quer¨ªan tener tambi¨¦n un cuadro art¨ªstico. Para organizarlo llamaron a Modesto Higueras, que hab¨ªa sido disc¨ªpulo de Garc¨ªa Lorca en La Barraca. Yo por aquel entonces ten¨ªa 18 a?os, y alguien me recomend¨® que me presentara. Hac¨ªan unos entremeses de Cervantes y un auto sacramental, y lo hice. "Hablas muy bien", me dijo Higueras, "tienes muy buena dicci¨®n". Y as¨ª empec¨¦?

S¨ª, que hab¨ªa so?ado con Federico y que ¨¦ste afirmaba que yo no recitaba bien los versos. Lo dec¨ªa para tenernos en vilo.

De nada, me cay¨® del cielo; no tengo antecedentes, es algo muy extra?o. De pronto yo estaba entre dos aguas: pintaba y me dec¨ªan que no lo hac¨ªa mal, pero me costaba mucho trabajo; e interpretaba, y esto me flu¨ªa de una manera m¨¢s normal y m¨¢s espont¨¢nea. Como pintor era muy exigente, no me gustaba nada de lo que hac¨ªa, me torturaba, y lo fui dejando. Y ahora me sigue gustando la pintura, pero me falla la vista, no tengo paciencia.

S¨ª, vino como una avalancha. Yo iba mucho al caf¨¦ Gij¨®n, y all¨ª estaba todo el teatro y el cine de la ¨¦poca. Y la literatura. Paco Rabal, Fern¨¢n-G¨®mez, Fernando Rey? Ten¨ªamos una tertulia en la que tambi¨¦n estaban Garc¨ªa Nieto, Eusebio Garc¨ªa Luengo, Enrique Azcoaga?, tambi¨¦n estaba Cela. Le hice unas ilustraciones a Cela; a veces nos ve¨ªamos, y cuando se iba, yo le acompa?aba hasta la calle de Alcal¨¢. Entonces se daban esas cosas, "oye, te acompa?o", y te ibas dando un paseo. No hab¨ªa tanto que hacer. Era otra vida, otro mundo; ahora todos vamos deprisa, no atendemos mucho, nos hemos deshumanizado.

Me empezaron a llamar?, los Ozores, Pedro Olea, Pedro Lazaga, Berlanga? Es que no he parado. Mariano Ozores me ofrec¨ªa papeles con Gracita Morales, esos que ya usted recuerda. Y fui desarrollando una vis c¨®mica que es evidente que tengo, que la ten¨ªa entonces y que cultiv¨¦. Por eso me sorprendi¨® que me empezaran a proponer papeles serios, para los que yo no sab¨ªa si ten¨ªa capacidad; me divert¨ªa m¨¢s buscando la risa, la jocosidad de las cosas, la broma. Me qued¨¦ muy sorprendido. Un d¨ªa vino Carlos Saura con Peppermint frapp¨¦, en 1967. No entend¨ªa nada aquel personaje, pero el equipo era maravilloso. Los primeros d¨ªas eran de tanteo, a ver c¨®mo iba a ser eso, y en una de ¨¦stas viene Saura con una idea: quiere hacer la pel¨ªcula en ingl¨¦s. ?En ingl¨¦s? Pues en ingl¨¦s. Y empezamos a rodar. Yo estaba en la oficina que me correspond¨ªa por mi papel, entra Alfredo Mayo y me habla en ingl¨¦s: "Good morning", y aquello produjo un ataque de risa. Todos nos re¨ªamos: se re¨ªa Alfredo, se re¨ªa Gerarda [Geraldine Chaplin], y nada, hubo que hacerlo en espa?ol.

S¨ª, fue un papel muy arriesgado. Se lo dije a ellos [Jaime de Armi?¨¢n, director; Jos¨¦ Luis Borau, productor y actor en el filme]: "Queridos, esto es muy serio; tenemos que estar ojo avizor, no dejen que haga cualquier cosa". Y ped¨ª para m¨ª la facultad de decir si val¨ªa o no lo que estaba haciendo.

S¨ª, porque era muy responsable. Pele¨¦ mucho con Borau, porque ellos quer¨ªan hacer un rodaje usual, empezar a las ocho de la ma?ana y rodar a¨²n a las ocho de la tarde, ?y a m¨ª me sal¨ªa barba! Borau dec¨ªa: "Pero si no se te nota". ?Pero me la notaba yo! Y eso no me dejaba actuar, no me dejaba meterme en el papel de la mujer; esa barba que aparec¨ªa, rebelde, al atardecer?

A nada, yo no le ten¨ªa miedo a nada. Sab¨ªa lo que quer¨ªa hacer, no ten¨ªa ninguna duda. Era un equipo maravilloso; todos eran unos linces, primeros espadas. Estaban Luis Cuadrado, Teo Escamilla, el ayudante de direcci¨®n era Jos¨¦ Luis Marcos? Yo les dije: "Ojo, no me consint¨¢is nada", y ped¨ª una doble para hacer las escenas en las que yo sal¨ªa de espaldas; caminando, por ejemplo. Para la ¨²ltima escena, en la que ten¨ªa que devolverle un anillo a Antonio Ferrandis, ped¨ª expresamente que hubiera una doble, y me aseguraron que la hab¨ªa, incluso me ense?aron el traje, uno de lunares. Pues recuerda que en esa escena salgo corriendo por la playa Am¨¦rica, en Vigo, despu¨¦s de romper con Ferrandis, que era el pretendiente en la ficci¨®n. Les hab¨ªa dicho que no rodaba si no hab¨ªa una doble, y despu¨¦s me ense?aron la escena, me dieron a elegir entre varias tomas, ?y cuando eleg¨ª result¨® que ¨¦sa era la m¨ªa! Y me dicen: "?Ves como eres un testarudo, que no hac¨ªa falta doble alguna?".

S¨¦ que es una preciosa historia de amor; por encima del sexo, por encima de todo, una bell¨ªsima historia de amor.

Al menos 300 veces ha sido usted otro? ?C¨®mo se siente desdobl¨¢ndose tanto?

?se es mi oficio. Yo no digo: un momento, que voy a concentrarme. Yo lo hago y ya est¨¢. Uno se concentra cuando lee, cuando estudia. Cuando act¨²o lo hago simplemente; no me digo: y ahora voy a ser otro. A veces he sugerido cambios, y tampoco hay problema, se sugieren y ya est¨¢.

Pues, hombre, con los buenos papeles, con los que son humanos; aquellos que dibujan un tipo. Me sent¨ª muy c¨®modo con las pel¨ªculas de Berlanga, que eran unos personajes disparatados. Me encantaba hacerlos. ?l me preguntaba: "?Qu¨¦ te vas a poner para esta caracterizaci¨®n?", y yo le dec¨ªa: "?Qu¨¦ te parece un injerto de pelo?". "Ah, pues muy bien"? Nos est¨¢bamos divirtiendo constantemente.

No creo en la improvisaci¨®n, improviso cuando est¨¢ mandado. Me dec¨ªa Mariano Ozores que nunca dec¨ªa "?corten!" cuando yo interpretaba porque siempre terminaba con algo que ¨¦l no se esperaba y que luego era interesante para la pel¨ªcula.

Lo que Berlanga llama "la revolera", esa salida que usted ten¨ªa?

Ten¨ªa. Como cuando le dijo Federico a aquel homosexual: "Oye, Benito, me han dicho que eres maric¨®n", y Benito dice: "Pero, Federico de mi alma, ?lo he sido!, pero ya no lo soy". Ten¨ªa, ten¨ªa.

No, no soy nost¨¢lgico.

Fastidiado.

Bueno, es l¨®gico. Vivimos en un pa¨ªs en que no se tiene nunca nada; somos as¨ª, olvidadizos. Cogemos una moda, una l¨ªnea, y la seguimos hasta consumirla. Eso en Europa no es as¨ª?

Oh, Walter Matthau. ?Yo tendr¨ªa todas sus pel¨ªculas, pero no tengo ni las m¨ªas! Bueno, por la estatura ser¨ªa m¨¢s Jack Lemmon. S¨ª, s¨ª que me da rabia que Espa?a sea as¨ª, tan olvidadiza.

Como un premio m¨¢s.

Lo s¨¦, soy consciente de lo que es el premio, y lo siento con orgullo; me molestar¨ªa que no me lo reconozcan, claro que s¨ª. Acepto el silencio e incluso el olvido, pero que no me reconozcan el trabajo, no lo acepto. Yo s¨¦ lo que he hecho y s¨¦ cu¨¢l es mi curr¨ªculo. Y s¨¦ tambi¨¦n d¨®nde est¨¢n los gazapos, lo que he hecho que estaba bien y lo que estaba mal. Y he trabajado m¨¢s esforzadamente con aquello que yo cre¨ªa que estaba mal, he tocado muchas cosas. Con lo que est¨¢ bien no hay que esforzarse, no hay que tocarlo; un gui¨®n de Rafael Azcona es perfecto, no lo tienes que tocar. Yo lo toco todo menos los guiones de Azcona?, no le voy a enmendar la plana. Hice muchas pel¨ªculas suyas. Hice, por ejemplo, El verdugo, con gui¨®n suyo, dirigida por Berlanga. Y yo iba a hacer de verdugo, pero el productor lleg¨® a un acuerdo con Italia, y los italianos son como los franceses, que se lo cogen todo, de modo que me quitaron ese papel y se lo dieron a Nino Manfredi, que es un gal¨¢n, que no tiene ning¨²n aspecto de verdugo. Entonces a m¨ª me propusieron que hiciera aquel sastre? ?qu¨¦ iba a hacer un sastre en esa pel¨ªcula! As¨ª que se me ocurrieron algunas cosas. Le dije a Berlanga: "?Y si le mido la cabeza al ni?o?", y de ah¨ª viene la escena en la que yo miro a Mar¨ªa Luisa Ponte y le pondero la cabeza del ni?o: "Este ni?o, eh?". Para qu¨¦ m¨¢s, con esa mirada ya estaba.

Todo. Era lo primero que hac¨ªa con Marco Ferreri, tambi¨¦n con gui¨®n de Rafael Azcona. Todo era muy atrabiliario, ¨¦se s¨ª que improvisaba. Pasaba un se?or con un retrete al hombro y lo mandaba parar. "Oiga, tiene usted que salir en la pel¨ªcula". Y otra vez hicimos un entierro, y la gente se paraba creyendo que el entierro iba en serio. Cuando repetimos la escena estuvieron a punto de lincharnos.

?Qu¨¦ le pasa a este pa¨ªs, qu¨¦ le pasa a Europa, al mundo! Cada uno va a lo suyo.

Falta rigor y ¨¦tica, no tienen verg¨¹enza?

Yo creo que no. Cuando yo me abr¨ªa camino lo pas¨¢bamos muy bien, nos junt¨¢bamos los amigos y lo pas¨¢bamos divinamente. En navidades ¨ªbamos al Casino y nos hac¨ªamos unas fiestas extraordinarias, y mord¨ªamos a las se?oras en la espalda.

No. Me hac¨ªa gracia el comportamiento de mis amigos, que eran much¨ªsimo m¨¢s atrevidos que yo. Eso s¨ª, pero golfo no era.

Porque s¨¦ c¨®mo se comporta el golfo. Porque he vivido en un barrio pobre, en un barrio donde rob¨¢bamos patatas para asarlas en una fogata y com¨¦rnoslas. Y una sardina de esas que ven¨ªan de Cuba en grandes latas, ?recuerdas?

Claro, no hab¨ªa pol¨ªtica ninguna.

Claro, est¨¢bamos abiertos a la esperanza, a la tolerancia, a que hubiera un consenso, y hasta ah¨ª todo iba bien.

Trabajando. No he tenido tiempo de nada, s¨®lo de trabajar?, de acabar una pel¨ªcula un s¨¢bado y empezar otra un lunes.

Distante. No he sido nunca de hacer camarillas, ni he pedido nunca nada? Si pides, siempre abusan, y se sigue abusando. Y uno espera? Paco Rabal me dec¨ªa que hab¨ªa esperado hasta seis meses por un papel?, ?y era Paco Rabal!

Lo he llevado bien porque he calculado y he vivido sin lujos, desahogadamente. He tenido una villa en el Mediterr¨¢neo, para que mis hijas, que eran peque?as, estuvieran en contacto con el agua; luego han crecido y vend¨ª la villa, porque el dinero me hace falta a m¨ª. Porque ahora soy una persona sin recursos?

La sociedad evoluciona, se llevan otras cosas; se hacen series de televisi¨®n, para las que se exige mucho y salen mal? Yo no veo televisi¨®n, no la encuentro atractiva.

No, no tengo afinidad con los actores de ahora, no los frecuento. Estuve tres a?os haciendo una serie, Los ladrones van a la oficina, con Antonio Resines? Se fue de la serie porque le hac¨ªan emitir sonidos en vez de hablar, y se enfad¨® y se march¨®.

S¨ª, hombre, y sobre todo hice La cabina, en 1970, con Antonio Mercero? Era el mes de agosto, y hab¨ªa a veces que rodar dentro de aquella cabina herm¨¦tica? Y es que el sitio era de verdad, el calor era de verdad, y la cabina estaba encerrada; a veces yo tem¨ªa que el fondo de la cabina no fuera firme y yo saltara por los aires cuando me sub¨ªan a la gr¨²a hidr¨¢ulica?

S¨ª, como lo he sido de la obra que ahora interpretamos Manuel Aleixandre, Agust¨ªn Gonz¨¢lez y yo?

Yo la ve¨ªa bien. Hab¨ªa much¨ªsima afici¨®n, una industria muy positiva; se ganaba dinero, hab¨ªa audiencia, y todav¨ªa colea?, ah¨ª est¨¢ Cine de barrio para corroborarlo. Algo pasaba. Hay un ¨¢nima espa?ola que alimenta la risa, la diversi¨®n, el entretenimiento, pero ahora no hay nada; en la televisi¨®n, por ejemplo, nada. Y de aquellos actores, creo que Fern¨¢n-G¨®mez es excepcional; un hombre culto, que se pudo cultivar. Yo no he tenido tiempo, no he podido hacer una carrera, s¨®lo he tenido dos a?os y medio de Bachillerato; pero eso no condiciona nada, he le¨ªdo lo que he podido. ?Si ni siquiera he veraneado! Y tampoco he parado, nadie me dio 15 d¨ªas de descanso. Y nunca me aburr¨ª: miro, veo, observo; ese es mi trabajo adem¨¢s, observar. Ahora observo menos, porque veo menos y oigo menos; ya te van fallando facultades?

No la tuve. El destino tiene eso. Ha sido as¨ª.

Pocos. Tuve un amigo en la ni?ez, dur¨® hasta la adolescencia y luego se muri¨®.

S¨ª, tengo alg¨²n amigo; pero tengo uno, uno. Los dem¨¢s han ido muri¨¦ndose. Te van faltando y los echas de menos.

Desgraciadamente, trabajar. Porque no he hecho otra cosa. No he sacado ninguna ventaja: ni viajes, ni mujeres, ni comidas. Claro que he tenido alg¨²n viaje, alguna mujer. Uno es feliz cuando est¨¢ dando un paseo por la playa y ve una puesta de sol. Lo sientes, es bonito; ves un riachuelo, disfrutas de la paz. Pero eso no se tiene constantemente, como no se ama constantemente. Ahora, en este instante, soy feliz, estoy satisfecho; pero no presumo, no soy petulante. Estoy trabajando, y eso a los 83 a?os ya es algo.

No lo s¨¦, es una condici¨®n. No es que sea hura?o. No me gusta hablar por hablar. Recuerdo que Fernando Rey iba al caf¨¦ Gij¨®n, estaba un momento y se iba enseguida a estudiar ingl¨¦s. Por eso hizo tantas cosas, porque no hablaba por hablar.

Un ser humano con capacidad interpretativa correcta, meticulosa, perfeccionista y que procura hacerlo, con la mejor voluntad, lo mejor posible.

Mi querida se?orita. Era mi lucha con Borau: si hubieran invertido m¨¢s dinero, ?qu¨¦ pel¨ªcula hubiera sido?! Con los mismos personajes dentro, eh, porque ah¨ª estaban espl¨¦ndidos Julieta Serrano, Antonio Ferrandis? Si hubi¨¦ramos tenido otro orden de rodaje, con m¨¢s tranquilidad, con m¨¢s especializaci¨®n, yo creo que hubiera resultado mejor. Pero ya se sabe que el arte hay que hacerlo deprisa y mal.