Cara y cruz del profeta del 'reggae'
La albacea del legado de Bob Marley es su viuda, Rita. Una mujer de escasa educaci¨®n que ha demostrado un pasmoso temple al afrontar -y ganar, en la mayor parte de los casos- docenas de enconadas batallas judiciales por el control de sus discos m¨¢s populares y su imagen, que ahora sirve para vender todo tipo de productos. No obstante, Rita hace una distinci¨®n clara entre el mensaje "rastafariano" del difunto, que ella suscribe, y su comportamiento como ser humano.
Rita ha dictado una autobiograf¨ªa, No woman, no cry, traducida hace unos meses al castellano por Ediciones B, que describe una pobreza inimaginable: Marley ya era reconocido en Jamaica, como parte de los Wailers, pero la pareja viv¨ªa en una choza; Bob s¨®lo ten¨ªa un par de calzoncillos, que Rita lavaba cada noche. No woman, no cry retrata a un Bob nada ejemplar, aunque menos desalmado que sus amigotes, capaces de saquear la taquilla de un concierto ben¨¦fico pensado para construir una escuela rasta.
Machista y violento
Machista y violento, el cantante dej¨® de cohabitar con Rita cuando le lleg¨® la fama mundial, traslad¨¢ndose a una mansi¨®n en Kingston, donde vivi¨® con diversas amantes de clase media o alta -una de ellas lleg¨® a convertirse en Miss Mundo- que despreciaban a la esposa. Aun as¨ª, Rita se ocup¨® de criar a algunos de los hijos bastardos procedentes de esas relaciones. Por el contrario, Bob no concedi¨® a su mujer oficial esa misma libertad y se mostr¨® agresivamente celoso, aparte de imponer su voluntad sexual sobre ella cuando ya estaban separados; de aquella violaci¨®n naci¨® otra criatura. Tampoco mostr¨® mucho entusiasmo por la carrera de Rita como solista. Seg¨²n ella, Bob era taca?o con su numerosa prole o con su propia madre, Cedella Booker, una dama muy religiosa que estos d¨ªas ha estado cantando en Addis Abeba.
Babelia
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