Las mujeres y la Carta europea
El texto que se somete a consulta a la ciudadan¨ªa espa?ola el pr¨®ximo 20 de febrero, y que ya ha sido adoptado por los jefes de Estado y de Gobierno de los 25 Estados miembros de la Uni¨®n Europea, es el resultado del consenso m¨¢s amplio jam¨¢s alcanzado en Europa... Su mera existencia tiene un valor pol¨ªtico de incalculables dimensiones y sus efectos, si finalmente la Constituci¨®n es ratificada por toda la ciudadan¨ªa de la Uni¨®n -450 millones de personas-, ser¨¢n hist¨®ricos y definitivos en el camino hacia la consolidaci¨®n de una realidad pol¨ªtica ¨²nica: la democracia supranacional m¨¢s importante de nuestro mundo.
Sin embargo, no resulta f¨¢cil tomar plena conciencia del paso de gigante que esta Constituci¨®n representa para afianzar el proyecto europeo y para el protagonismo de Europa en el contexto internacional. S¨®lo una Europa pol¨ªticamente unida, potente y respaldada por la ciudadan¨ªa ser¨¢ capaz de hacer valer el peso que le corresponde en el actual (des)equilibrio mundial.
Y la ciudadan¨ªa espa?ola es, precisamente, la primera en ser llamada a las urnas para que emita su dictamen respecto al texto constitucional. Seg¨²n todos los sondeos, los espa?oles y las espa?olas somos los ciudadanos m¨¢s europe¨ªstas de toda la Uni¨®n... s¨®lo nos queda, como sugiere Jeremy Rifkin, "ser conscientes de nuestra europeidad". Creo que, para las mujeres espa?olas, la apuesta por Europa representa, a d¨ªa de hoy y tambi¨¦n para el futuro, un objetivo colectivo de enorme fuerza y utilidad.
Las espa?olas le debemos a la, entonces, Comunidad Europea, las primeras pol¨ªticas de igualdad puestas en marcha en nuestro pa¨ªs. El primer Instituto de la Mujer, los primeros planes para la igualdad, los avances legislativos, etc¨¦tera, fueron el resultado del trabajo infatigable del movimiento de mujeres, de la energ¨ªa de algunas responsables pol¨ªticas del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez -Carlota Bustelo, en particular-, pero tambi¨¦n del impulso que, desde la Comisi¨®n Europea, se ejerc¨ªa para que los Estados miembros avanzaran en el sentido de corregir las desigualdades de g¨¦nero. As¨ª, en Espa?a, pudimos adaptar los planes europeos de igualdad entre hombres y mujeres a nuestra propia realidad y compartir, con el resto de socios, ideas, proyectos, iniciativas de empleo y formaci¨®n, redes transnacionales de apoyo a las organizaciones de mujeres, modelos de participaci¨®n, etc¨¦tera, instrumentos, todos ellos, que han resultado enormemente ¨²tiles para las pol¨ªticas de igualdad. ?stas ocupan ya un lugar muy destacado en la agenda comunitaria y se consideran un elemento crucial de la cohesi¨®n social, adem¨¢s de constituir un requisito necesario para la consecuci¨®n real de la democracia. Y, sin embargo, no podemos ignorar que la igualdad entre mujeres y hombres constituye un objetivo que no ha sido todav¨ªa plenamente alcanzado en la Uni¨®n Europea.
La Constituci¨®n europea incorpora algunos elementos que ser¨¢n decisivos para el avance de la igualdad que se convierte en algo m¨¢s que un objetivo, estableci¨¦ndose como valor com¨²n al que se atribuyen garant¨ªas para su defensa. Mediante la profundizaci¨®n democr¨¢tica, la incorporaci¨®n con fuerza jur¨ªdicamente vinculante de la Carta de Derechos Fundamentales, la posibilidad de reclamar, ante el Tribunal de Luxemburgo la discriminaci¨®n salarial, avanzando en la necesaria conciliaci¨®n entre el espacio familiar y el espacio laboral, la Carta Europea afianza los progresos logrados en los ¨²ltimos a?os -sobre todo a partir de la entrada en vigor del Tratado de ?msterdam- y prepara a la Uni¨®n para un futuro mucho m¨¢s comprometido con la igualdad de g¨¦neros.
Las directivas han venido fomentando cambios radicales en legislaciones, actitudes y pr¨¢cticas. La jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas ha contribuido a elaborar, delimitar y precisar los conceptos de igualdad de oportunidades, igualdad de retribuci¨®n y de trato, no discriminaci¨®n, discriminaci¨®n positiva... Pero el reconocimiento constitucional de todos estos preceptos supone, sin duda, un compromiso mayor de la Uni¨®n Europea con las mujeres.
Esta Constituci¨®n es el producto de un gran consenso entre fuerzas pol¨ªticas muy diversas, entre representantes de culturas y tradiciones distintas, entre los m¨¢s comprometidos con la igualdad y otros mucho m¨¢s reticentes al avance de las mujeres. Es, sin embargo y sin duda alguna, el mejor consenso posible y un buen marco para seguir desarrollando una amplia estrategia que culmine en la realizaci¨®n de ese valor que se reconoce en el art¨ªculo I-2 y que ya debe formar parte de nuestra identidad europea, a saber: la igualdad entre hombres y mujeres.
Elena Valenciano es diputada socialista en el Parlamento Europeo y presidenta de la Fundaci¨®n Mujeres.
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