Contra fundamentalismo, laicismo
Si el siglo XX fue el de la irrupci¨®n de las dos grandes ideolog¨ªas totalitarias, el nazifascismo y el comunismo, est¨¢ visto que el siglo XXI se inicia bajo la amenaza del fundamentalismo religioso -no s¨®lo el isl¨¢mico, claro est¨¢, sino todos los fundamentalismos de matriz religiosa, desde el cristiano hasta el jud¨ªo, pasando por el hinduista, entre otros-. En este contexto deben entenderse tanto el terrorismo del extremismo isl¨¢mico m¨¢s radical y fan¨¢tico como el belicismo galopante que, bajo la cobertura ideol¨®gica de los "cristianos renacidos" y los neocons, pretende imponer un nuevo orden mundial. En este contexto se inscriben tambi¨¦n las brutales pol¨ªticas represivas del Gobierno israel¨ª contra los palestinos y muchos otros conflictos entre comunidades religiosas, como sucedi¨® en los Balcanes y como sucede a¨²n ahora en la India y en Sud¨¢n, por ejemplo.
Cuando las dos grandes ideolog¨ªas totalitarias del siglo XX parecen ya definitivamente desaparecidas, un nuevo fantasma recorre el mundo: el fundamentalismo religioso, con un trasfondo tambi¨¦n profundamente totalitario. Y conviene distinguir muy bien entre el integrismo y el fundamentalismo, puesto que mientras que el integrismo simplemente pretende la reivindicaci¨®n plena y estricta del dogma como algo de obligado cumplimiento para los creyentes, el fundamentalismo persigue la imposici¨®n de los dogmas al conjunto de la sociedad. Conviene tenerlo en cuenta, porque el huevo de la serpiente anida siempre una importante amenaza.
La reciente intervenci¨®n papal ante una representaci¨®n del obispado espa?ol, planteada como una diatriba implacable contra la pol¨ªtica del Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, se inscribe de lleno en la l¨ªnea del fundamentalismo religioso, ya que es una demostraci¨®n inequ¨ªvoca de la voluntad del Vaticano de imponer las concepciones morales m¨¢s ortodoxas de la Iglesia cat¨®lico-romana a toda la sociedad espa?ola. S¨®lo as¨ª pueden entenderse los muchos desprop¨®sitos de la reciente intervenci¨®n papal.
?C¨®mo puede hablarse de ausencia de libertad religiosa en Espa?a, y en concreto de ausencia de libertad para la Iglesia cat¨®lico-romana, cuando esta confesi¨®n religiosa percibe anualmente del Estado casi 150 millones de euros y las otras tres confesiones religiosas que tienen firmados tambi¨¦n acuerdos de cooperaci¨®n con el Estado -musulmana, evang¨¦lica y jud¨ªa- perciben poco menos de tres millones? ?C¨®mo puede hablarse de ausencia de libertad religiosa en Espa?a cuando la misma Iglesia cat¨®lico-romana goza en nuestro pa¨ªs de gran n¨²mero de privilegios, desde la financiaci¨®n estatal hasta importantes desgravaciones fiscales, pasando por la existencia de una asignatura de Religi¨®n en toda la ense?anza media, con profesorado designado por la jerarqu¨ªa cat¨®lico-romana pero pagada por el Estado? ?C¨®mo puede hablarse de ausencia de libertad religiosa cuando Espa?a es uno de los pocos pa¨ªses de nuestro entorno en el que las bodas celebradas por el rito cat¨®lico-romano tienen validez civil inmediata, sin necesidad de comparecencia ante ninguna autoridad del Estado; cuando son muy frecuentes las ceremonias cat¨®lico-romanas a las que asisten las autoridades civiles, incluso presidiendo algunas solemnes ofrendas religiosas; cuando el Estado sufraga tambi¨¦n la existencia de capellanes y obispos castrenses; cuando se celebran las m¨¢s tradicionales festividades de la misma confesi¨®n religiosa; cuando casi todas las cadenas p¨²blicas de radio y televisi¨®n emiten todo tipo de ceremonias religiosas de la misma Iglesia; cuando, en fin, la propia Iglesia cat¨®lico-romana es propietaria ¨²nica de una poderosa cadena de emisoras de radio caracterizada por sus incesantes ataques al Gobierno?
Aunque es muy probable que a alguien se le fuera la mano en la redacci¨®n de la apocal¨ªptica intervenci¨®n pontificia, conviene no echar en saco roto todo cuanto en ella se dijo, ya que sin duda es una muy buena demostraci¨®n del auge del fundamentalismo religioso.
Desde la Constituci¨®n de 1978, Espa?a es un Estado aconfesional, que reconoce de forma expl¨ªcita a la Iglesia cat¨®lico-romana, por su implantaci¨®n hist¨®rica en nuestro pa¨ªs, pero sin conferirle tratamiento especial, con la l¨®gica separaci¨®n entre el Estado y cualquier confesi¨®n religiosa. Es evidente que no ha habido ning¨²n incumplimiento de esta normativa y que se cumple lo establecido en el vigente concor-
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