Europa y el medio ambiente
A escasas semanas del refer¨¦ndum espa?ol sobre el Tratado por el que se establece una Constituci¨®n para Europa, los ciudadanos espa?oles en su mayor¨ªa -y as¨ª lo reiteran algunos articulistas- se encuentran en la tesitura de elegir entre Caribdis y Escila. Y no tanto porque consideren un error el texto que de ser ratificado por todos puede guiar nuestro devenir pr¨®ximo como europeos, sino por la escasa informaci¨®n que se tiene sobre ¨¦l. El debate no est¨¢ entre el "s¨ª" y el "no". En la aceptaci¨®n o la negaci¨®n como principio, sino m¨¢s bien en la necesidad de hacer una Constituci¨®n esencialmente de los ciudadanos. Ello solo es posible cuando los ciudadanos la entienden, la comprenden y la hacen suya.
El Partido Socialista franc¨¦s, por ejemplo, plante¨® el debate sobre la Constituci¨®n en clave interna de sus candidatos a las elecciones de 2007. Rodr¨ªguez Zapatero y el PSOE han expresado su necesidad de un refer¨¦ndum con participaci¨®n masiva para afianzar su d¨¦bil posici¨®n pol¨ªtica. Otros miembros han optado por la ratificaci¨®n de su parlamento. Estos casos, sin ser los ¨²nicos, sirven como piedra de toque para conocer cu¨¢n alejados est¨¢n estos planteamientos de la verdadera demanda ciudadana, que no es otra que la informaci¨®n y su contraste desde diferentes perspectivas de los riesgos y las ventajas que comporta su aprobaci¨®n o su rechazo. De otro modo s¨®lo tendr¨ªa explicaci¨®n como un acto de fe. Pero, insisto, esa opci¨®n nos lleva irremediablemente al estrecho de Mesina donde s¨®lo nos aguardan Caribdis y Escila.
A¨²n a fuerza de ser reiterativo -pues ya expres¨¦ en estas mismas p¨¢ginas el avance que supone este texto- quiero recalcar mis argumentos para votar s¨ª al Tratado constitucional. Un s¨ª basado en el convencimiento de que ambientalmente este texto, sin ser el ¨®ptimo, puede alcanzar con la praxis una mejora de las condiciones de vida de los europeos.
Quienes razonan el s¨ª desde una posici¨®n exclusivista, basando su mirada en la calamidad que supondr¨ªa un rechazo al texto del tratado, hay que recordarles que en una sociedad madura como la europea el recurso al miedo hace tiempo que dio paso al debate y al sosiego como paso previo para la participaci¨®n. En el caso que nos ocupa dar carpetazo informativo mediante la distribuci¨®n masiva de un texto de 448 art¨ªculos y la inserci¨®n de cortes publicitarios simplifica hasta el infantilismo la comprensi¨®n que exige un texto constitucional de estas caracter¨ªsticas. En este sentido, no puedo sino retomar las palabras del profesor Vidal-Beneyto cuando afirmaba en su art¨ªculo M¨¢s all¨¢ del 's¨ª' y del 'no' (EL PA?S 15.01.2005) "El contubernio de Pol¨ªtica y Medios y su rodillo hipersimplificador han reducido la confrontaci¨®n constitucional al enfrentamiento entre los que est¨¢n a favor, los proeuropeos, y los que est¨¢n en contra, los antieuropeos".
Una manera posible de salvar estos handicaps pedag¨®gicos parte de la lectura profunda del articulado m¨¢s all¨¢ del ¨ªndice. El Tratado europeo incorpora como valores de la Uni¨®n "el pluralismo, la no discriminaci¨®n, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad" aplicables tanto a los seres humanos como a ¨¢mbitos de bienestar, de ah¨ª que a continuaci¨®n, entre sus objetivos, incluya el desarrollo sostenible basado en la protecci¨®n y mejora "elevada" de la calidad del medio ambiente, y sit¨²a la paz y la seguridad, la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos al mismo nivel que el desarrollo sostenible del planeta.
Uno de estos objetivos, el medio ambiente, surge del car¨¢cter solidario radicado en el desarrollo sostenible del planeta, y tiene su encaje en las competencias compartidas entre la Uni¨®n y los estados miembros, lo que viene a significar (art¨ªculo I-12) que tanto "la Uni¨®n como los estados miembros podr¨¢n legislar y adoptar actos jur¨ªdicamente 'vinculantes" y los estados "ejercer¨¢n su competencia en la medida en que la Uni¨®n no haya ejercido la suya o haya decidido dejar de ejercerla". Significa ello que el tratamiento de la protecci¨®n del medio ambiente y la sostenibilidad se regir¨¢ por un doble escenario, el europeo desde el que se acordar¨¢n los objetivos y su aplicaci¨®n regionalizada para permitir la adaptabilidad y la pluralidad necesaria en un territorio marcado por la diversidad.
Es natural y deseable que la Uni¨®n haya tomado conciencia jur¨ªdica y pol¨ªtica de que los derechos y los deberes medioambientales son nuestra gran apuesta junto con la tradici¨®n cultural grecolatina en un mundo globalizado. Cultura y medio ambiente como partes indisociables de este proyecto pol¨ªtico iniciado hace medio siglo y que hoy est¨¢ muy cerca de hacerse realidad.
En el ¨¢mbito de las pol¨ªticas concretas, toma carta de naturaleza jur¨ªdica el principio de "quien contamina paga" (art¨ªculo III-233-2), adem¨¢s de otros tres principios rectores de la pol¨ªtica europea como son la precauci¨®n, la acci¨®n preventiva y la correcci¨®n de da?os. Con ellos se cierra el c¨ªrculo de control comunitario para alcanzar los objetivos prescritos con car¨¢cter gen¨¦rico al conjugarse un proceso de armonizaci¨®n con las medidas concretas que podr¨¢n ser excepcionales, mediante salvaguarda, por razones medioambientales pero nunca econ¨®micas.
La necesidad de forjar una Europa social, pol¨ªtica y medioambientalmente s¨®lida es un esfuerzo que no puede reducirse al manique¨ªsmo del s¨ª frente al no. Se requiere un esfuerzo compartido de pedagog¨ªa democr¨¢tica superadora de la mirada unidireccional de los expertos, tecn¨®cratas y toda la ralea de argumentadores de la cat¨¢strofe, para dar paso a un convincente debate pol¨ªtico de la complejidad que esconde este texto. En esto, como en tantas otras cosas es tan importante el camino como la meta a alcanzar.
Rafael Blasco es consejero de Territorio y Vivienda.
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