Precisiones al 'lehendakari'
Primera. Ibarretxe, en la m¨¢s pura ortodoxia sabiniana, alude a un conflicto vasco de, por lo menos, doscientos a?os, como base de su propuesta "para resolver el encaje de Euskadi en Espa?a". Al margen de la escandalosa manipulaci¨®n hist¨®rica que el nacionalismo vasco hace de las guerras carlistas, de los fueros y de nuestra realidad, ?no fue el Estatuto de Gernika el que recuper¨® los conciertos y el autogobierno vascos, enlazando con la legitimidad democr¨¢tica del 36 y del Gobierno vasco del exilio? ?No fue la Constituci¨®n la que ampar¨® y protegi¨® los derechos hist¨®ricos? ?No fue con el Estatuto con lo que Euskadi se convirti¨®, por primera vez en la historia, en comunidad pol¨ªtica? Muchos cre¨ªmos que el Estatuto resolv¨ªa, o encauzaba por lo menos, el encaje de Euskadi en Espa?a y ahora vemos que el PVN nos enga?¨®.
Segunda. Pero, hablando de conflicto, ?no ser¨¢ que el conflicto vasco radica en la pluralidad de su ciudadan¨ªa? "Vascos somos todos", dijo el Arzalluz del Arriaga a finales de los ochenta. "La pluralidad enriquece la identidad vasca", acostumbraba a decir el Ardanza de las coaliciones PNV-PSE. ?D¨®nde han quedado esos discursos en un plan aprobado por la mayor¨ªa nacionalista? El giro a la radicalidad pol¨ªtica del PNV se hace renunciando a la pluralidad vasca y asumiendo la imposici¨®n de su proyecto a los no nacionalistas. Han decidido hacer naci¨®n de nacionalistas, sin construir una sociedad integrada y vertebrada en su pluralidad identitaria. Por eso reiteran que tienen "la mayor¨ªa absoluta del pueblo vasco", a sabiendas de que no tienen el "suelo c¨ªvico" necesario para un cambio de marco de convivencia de semejante magnitud.
Tercera. Y a¨²n m¨¢s, hablando de conflicto, ?no ser¨¢ que el conflicto vasco es la violencia? As¨ª lo dijimos en el Pacto de Ajuria Enea hasta que en Estella dijeron lo contrario. Pero en todo caso, siendo la violencia un problema tan evidente y conocida la estrategia de ETA de los ¨²ltimos 10 a?os, de "socializar el sufrimiento" (oldartzen) y de eliminar f¨ªsicamente a los no nacionalistas, ?no resulta evidente que la estrategia para su erradicaci¨®n debiera ser objeto de una pol¨ªtica de todos? Siempre he cre¨ªdo que quienes llevamos escolta no tenemos m¨¢s raz¨®n que quienes no la llevan, por el hecho de estar amenazados. Pero no parece discutible que si lo estamos miles de vascos, y en particular los partidos que no comulgamos con los ideales nacionalistas, el Gobierno nacionalista debiera considerar la paz como la m¨¢xima prioridad del primer y gran conflicto vasco.
Cuarta. El lehendakari dice que el Estatuto ha muerto porque los gobiernos espa?oles lo han incumplido. Admito que el desarrollo estatutario merece cr¨ªticas, pero de ah¨ª a decir que ha muerto por su incumplimiento hay un abismo de c¨ªnico oportunismo. Ninguno de los dirigentes nacionalistas de 1979 imagin¨®, ni en el mejor de sus sue?os, que Euskadi fuera a ser lo que es hoy. No hay un Gobierno auton¨®mico en el mundo con tanta autonom¨ªa pol¨ªtica y econ¨®mica como la que tiene Euskadi. Cualquier referencia al r¨¦gimen foral de tiempos pasados no resiste la comparaci¨®n. Como bien dijera Juan Pablo Fusi: "Nunca tuvimos tanto". La propia exaltaci¨®n del lehendakari a los progresos econ¨®micos de Euskadi, respecto a Espa?a, contradice su posterior queja sobre LOAPA y dem¨¢s zarandajas del pasado. Ya es hora de que los vascos reconozcamos que el concierto econ¨®mico es un sistema privilegiado de financiaci¨®n. La apelaci¨®n a "la decepci¨®n estatutaria" es, pues, una burda excusa para intentar justificar el irresponsable abandono de este marco pol¨ªtico crucial que es el autogobierno y el salto al vac¨ªo que representa el soberanismo autodeterminista.
Quinta. Esta reivindicaci¨®n autodeterminista se sostiene en los derechos que le corresponden al "viejo pueblo vasco", aludiendo a una comunidad cultural e hist¨®rica ancestral, hoy dividida en tres comunidades y dos Estados. Pero es sabido que no es la historia la que genera derechos, y mucho menos pueden aplicarse a Euskadi los principios descolonizadores de ese controvertido concepto. Pero, aunque s¨®lo sea a efectos dial¨¦cticos, si el derecho corresponde a ese viejo pueblo llamado Euskal Herria, ?por qu¨¦ lo ejerce s¨®lo la Comunidad Aut¨®noma Vasca? De lo que se deduce que, si se puede fragmentar, tambi¨¦n podr¨¢n ejercerlo otras partes de ese pueblo. ?D¨®nde empieza entonces y d¨®nde acaba el ejercicio de la autodeterminaci¨®n vasca? Es por eso que se dice, con raz¨®n, que a mayor radicalidad nacionalista, menos territorio y menos sociedad.
Sexta. El lehendakari quiere, desde su soberan¨ªa, proponer a Espa?a "una relaci¨®n amable" bajo la figura de un "estatus de libre asociaci¨®n". Es una relaci¨®n tan amable como injusta porque propone al Estado que se haga cargo de lo que no interesa o no importa (la defensa, las pesas y medidas, etc¨¦tera), pagando un peque?o cupo por ello, en el bien entendido de que, alg¨²n d¨ªa, podremos irnos definitivamente (cuando hayamos resuelto el encaje propio en Europa) mediante una mayor¨ªa "de los votos v¨¢lidos", es decir, sea cual sea la participaci¨®n de una consulta al efecto (art¨ªculo 13.3). Absurda aplicaci¨®n de la sentencia del Tribunal Supremo de Canad¨¢ y curiosa manera de pedir al resto de Espa?a una "asociaci¨®n amable".
S¨¦ptima. ?sa es, en definitiva, la plasmaci¨®n pr¨¢ctica de esa entelequia que ha hecho fortuna en Euskadi, llamada "Derecho a decidir", y que en el debate del 1 de febrero permiti¨® al lehendakari contestar la razonable propuesta de Zapatero: "Vivimos juntos y juntos decidimos", con aquella otra de: "Tenemos que poder decidir vivir juntos". S¨®lo le falt¨® a?adir con una sonrisa m¨¢s propia de Rajoy, "o no". "Ser para decidir" es un invento sem¨¢ntico sin encaje legal ni pol¨ªtico. No cabe en nuestra Constituci¨®n un derecho primigenio y superior al de la soberan¨ªa de todos los espa?oles. Pero es que adem¨¢s nadie puede decidir lo que no le corresponde. El poder es compartido para todos, incluso para los Estados m¨¢s soberanos. No hay soberan¨ªas plenas. Todas son limitadas. No hay poderes absolutos, mucho menos en la globalizaci¨®n econ¨®mica. Todos los poderes son compartidos. Lo contrario es la tribalizaci¨®n del mundo en plena globalizaci¨®n.
Octava. Se empe?a el lehendakari en convencer a toda la C¨¢mara de que su propuesta no es un problema, sino una oportunidad. Me pregunto para qui¨¦n. ?Es que la paz vendr¨¢ de este plan? Parece bastante claro que si llega es por la eficacia policial, la persecuci¨®n judicial al entramado de la banda y la ilegalizaci¨®n de su partido. Es m¨¢s, ni ETA ni Batasuna van a consentir que sea el PNV el que rentabilice su existencia ni el que se beneficie del abandono de la violencia. ?Para qui¨¦n en-tonces es ¨¦sta una maravillosa oportunidad, como dec¨ªa el lehendakari el 31 de diciembre en su mensaje navide?o, sentado junto a la chimenea de Ajuria Enea? No lo es tampoco para resolver el viejo conflicto con Espa?a porque la cl¨¢usula de los derechos hist¨®ricos sigue proporcionando una puerta abierta a lo que se quiera interpretar en cada momento y porque la inestabilidad sigue pendiente de un ejercicio de autodeterminaci¨®n constante, tal como establece el art¨ªculo 13.
Novena. "?Por qu¨¦ no negocian?", nos espeta el lehendakari. "?Qui¨¦n tiene miedo al di¨¢logo?", nos dice, entre sorprendido y retador. Y surge una respuesta evidente. "?Qu¨¦ has negociado t¨² en Euskadi?". Su llamamiento al di¨¢logo se ha hecho sobre un texto ultimado desde el pre¨¢mbulo hasta el ¨²ltimo art¨ªculo. Nada que ver con el di¨¢logo que est¨¢ teniendo lugar en Catalu?a, por ejemplo, sin texto previos de nadie. Pero el contenido de su oferta s¨®lo era enmendable de totalidad para quienes no somos nacionalistas. Nuestras conversaciones con el lehendakari nos confirmaban en su f¨¦rrea voluntad de sacar el plan con su mayor¨ªa. La amenaza de la consulta posterior al rechazo de las Cortes confirmaba una estrategia de choque predeterminada. Pero, supongamos que hacemos enmiendas parciales y legitimamos su farsa. ?Cu¨¢l ha sido el destino de las enmiendas de IU, su socio de gobierno, a los art¨ªculos m¨¢s graves? El rechazo m¨¢s rotundo.
D¨¦cima. Habla de pueblo y de sociedad, sin preguntarse qu¨¦ pueblo est¨¢ quedando, qu¨¦ sociedad vasca es la que resultar¨¢ de esta sacudida identitaria a la que nos est¨¢n sometiendo desde el Pacto de Estella. Algunos desprecian la fractura social en dos comunidades enfrentadas, pero juegan con fuego. Est¨¢n ah¨ª y acumulan antagonismos y odios. En la Euskadi profunda, los balcones se adornaron con ikurri?as el 31 de diciembre. Algunos irresponsables propusieron una gran manifestaci¨®n contra el "no" del Congreso de los Diputados. Ma?ana contaremos los votos de dos bloques y pasado quiz¨¢s volvamos a definirnos por el "s¨ª" y el "no" de una peligrosa consulta. El inquietante art¨ªculo 4 diferencia ciudadan¨ªa de nacionalidad y nos propone que los vascos tengamos nacionalidad vasca, espa?ola o ambas indistintamente. Conociendo el pa¨ªs y las diferentes presiones que sufrimos los no nacionalistas, es f¨¢cil predecir que el futuro de esa medida es convertirnos en minor¨ªa ¨¦tnica o identitaria, en fase de extinci¨®n. Me llamar¨¢n demagogo y alarmista, pero no retiro ni una palabra de este siniestro pron¨®stico. ?Qu¨¦ maravillosa oportunidad se nos ofrece, lehendakari, con este plan?
Ram¨®n J¨¢uregui es portavoz del PSOE en la Comisi¨®n Constitucional del Congreso de los Diputados.
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