Memorias de una reina

Escribe Maya Angelou que la presencia de Celia Cruz en el escenario era explosiva, sensual y absoluta. Con sus mil pelucas y zapatos imposibles, las enormes pesta?as y u?as interminables. Aquella ni?a muy t¨ªmida sigui¨® los consejos de su t¨ªa Ana que un d¨ªa, tras verla cantar quieta como una estatua, le dijo: "?Chica, mene¨¢te! ?C¨®mo vas a animar a la gente si te quedas ah¨ª parada, tiesa como un palo?". Confiesa que nunca quiso hacer un libro sobre su vida, pero ?qui¨¦n mejor que ella para contar sus recuerdos? Se fue a la tumba llev¨¢ndose con coqueter¨ªa el secreto de su fecha de nacimiento: el 21 de octubre de mil novecientos algo. Rememora en el libro los d¨ªas de adolescencia -"una ¨¦poca lind¨ªsima y tengo el recuerdo de hab¨¦rmela pasado cantando"-. Habla de su admirada Paulina ?lvarez, la cantante a la que intentaba imitar desde ni?a, y cuenta c¨®mo su primo Seraf¨ªn la inscribi¨® en un programa de radio para aficionados, La hora del t¨¦, y se gan¨® un pastel con el tango Nostalgia. Ah¨ª est¨¢n su llegada al cabaret Tropicana; sus viajes a M¨¦xico y Venezuela con Las Mulatas de Fuego; su ¨¦poca de oro con La Sonora Matancera, la orquesta que la dio a conocer y le dio al amor de su vida, Pedro Knight, su cabecita de algod¨®n -sus otros dos caballeros de pelo blanco fueron sus amigos Tito Puente y Johnny Pacheco-. Una vida plena que comparti¨® con artistas como Jos¨¦phine Baker, Mar¨ªa F¨¦lix, Beny Mor¨¦ o P¨¦rez Prado. Sin olvidar a su querida Lola Flores. Recibi¨® cientos de premios y obtuvo los mayores honores, pero el t¨ªtulo que m¨¢s apreciaba era el de "Guarachera de Cuba". Por reflejar sus ra¨ªces como humilde cantante de esa m¨²sica que es el mejor regalo de Cuba al mundo.