El amor que puso en peligro un trono
Camilla y Carlos habr¨¢n so?ado muchas veces con la escena que vivir¨¢n el viernes 8 de abril. Los dos sentados en un sal¨®n del castillo de Windsor adornado para la ocasi¨®n, rodeados por toda la familia, d¨¢ndose el s¨ª definitivo. Fuera montar¨¢n guardia centenares de periodistas y una nutrida representaci¨®n de los m¨¢s s¨®lidos s¨²bditos de la monarqu¨ªa brit¨¢nica. Las campanas tocar¨¢n a boda, y los peri¨®dicos hablar¨¢n del final feliz de una historia de amor que ha durado casi 30 a?os -los ¨²ltimos 12, envuelta en una sucesi¨®n de esc¨¢ndalos-. Es poco probable que el traje de la novia d¨¦ mucho que hablar. ?A qui¨¦n puede importarle el modelo que elija para su gran d¨ªa Camilla Parker-Bowles, una matrona de 57 a?os, cat¨®lica y divorciada, que ha encabezado alguna vez la lista de las mujeres peor vestidas del mundo? Pero s¨ª importar¨¢, y mucho, su nueva posici¨®n de esposa del futuro rey de Inglaterra, con el discreto t¨ªtulo de duquesa de Cornualles. Porque la ceremonia, sobriamente civil y desprovista del fasto de aquella que sell¨® en julio de 1981 el tr¨¢gico destino de Diana Spencer, marcar¨¢ un antes y un despu¨¦s en la vida de los dos contrayentes y tendr¨¢ consecuencias impredecibles en el futuro de la monarqu¨ªa brit¨¢nica.
Nadie est¨¢ en condiciones de adivinar el final de esta historia, pero parece claro que la casa de Windsor se ha decidido a superar el complejo de culpa
Carlos de Inglaterra siempre ha pensado que llegar¨ªa tarde al trono, si es que llegaba. La boda puede alejarle de un objetivo que nunca ha estado claro para ¨¦l
El debate que ha planeado casi ininterrumpidamente sobre el futuro de la instituci¨®n, desde que el annus horribilis de 1992 qued¨® perfectamente claro el fracaso del primer matrimonio del pr¨ªncipe de Gales, volver¨¢ a activarse con nuevos argumentos. ?Heredar¨¢ Carlos la corona brit¨¢nica o pasar¨¢ el cetro a su hijo, el pr¨ªncipe Guillermo, de 22 a?os? ?Sobrevivir¨¢ la monarqu¨ªa brit¨¢nica, ya probada por una monstruosa sucesi¨®n de esc¨¢ndalos, a una reina consorte llamada Parker-Bowles?
Nadie est¨¢ en condiciones de adivinar el final de esta historia, pero parece claro que la casa de Windsor se ha decidido a superar el complejo de culpa; a enfrentarse al futuro, cueste lo que cueste, lejos de la sombra que proyecta todav¨ªa sobre ellos la princesa de Gales. Lady Diana sigue vigilando la situaci¨®n desde los medios de comunicaci¨®n, que estos d¨ªas recuerdan que a¨²n sigue abierta la investigaci¨®n policial sobre el accidente que le cost¨® la vida el 31 de julio de 1997, en Par¨ªs, a los 36 a?os. Vigila desde el inconsciente colectivo de un pueblo que se identific¨® con ella ¨ªntimamente y sigue rechazando a su eventual sucesora.
La segunda boda del heredero del trono ser¨¢ la se?al de esta nueva ofensiva en pro de la normalidad. Una operaci¨®n delicada, que la Corona y el Gobierno laborista habr¨¢n estudiado con cuidado. El propio comunicado oficial del enlace dejaba claro que la se?ora Parker-Bowles no usar¨¢ el t¨ªtulo de princesa consorte hasta "que el pr¨ªncipe no acceda al trono". Una eventualidad que no parece inmediata. Carlos de Inglaterra siempre ha pensado que llegar¨ªa tarde al trono, si es que llegaba. La boda puede alejarle de un objetivo que nunca ha estado claro para ¨¦l. O a acercarle a un pueblo que en su mayor¨ªa -un 42%, seg¨²n las ¨²ltimas encuestas- prefiere que esta boda se celebre.
Para la Corona ser¨¢ una manera de resolver engorrosas cuestiones de protocolo y de finanzas. Los tabloides no han pasado por alto bodas o funerales en los que Camilla ha sido sistem¨¢ticamente relegada por su an¨®mala situaci¨®n. Adem¨¢s, los parlamentarios brit¨¢nicos hab¨ªan empezado a meter las narices en sus gastos. Desde que comparte con el pr¨ªncipe la residencia de Clarence House -heredada de la reina madre-, Camilla viste ropa de Versace o de ?scar de la Renta y dispone de ch¨®fer, jardinero, guardaespaldas y dos asistentes a su servicio.
Aspectos m¨¢s pol¨¦micos que su condici¨®n de cat¨®lica, porque ni ella ni el pr¨ªncipe pueden considerarse particularmente religiosos. En la entrevista que destap¨® el esc¨¢ndalo de su relaci¨®n ad¨²ltera con Parker-Bowles, transmitida por la BBC en 1994, Carlos de Inglaterra declar¨® su prop¨®sito de ser un rey "para todas las religiones". Pero el pr¨ªncipe ha dicho tantas cosas sobre la religi¨®n, la arquitectura, la agricultura biol¨®gica o el cultivo de las flores, en sus largos a?os de heredero del trono, que pocos recuerdan ya su profesi¨®n de fe multicultural. En todo caso, la Iglesia anglicana -cuya influencia en la sociedad brit¨¢nica es m¨¢s bien escasa- parece haberle acogido en su seno. Ahora s¨®lo queda un escollo por superar: el del pueblo brit¨¢nico. Bastaba repasar el jueves, a las pocas horas de que se hiciera p¨²blico el anuncio de la boda, las p¨¢ginas en Internet de los principales medios anglosajones para comprobarlo.
"Camilla es incapaz de igualar la magia de Diana", afirmaba con ciertas dosis de crueldad un titular de la agencia Reuters. "La opini¨®n p¨²blica se divide", declaraba en su primera p¨¢gina la CNN, que envi¨® a un reportero a las puertas de Buckingham Palace para tomar el pulso a una opini¨®n p¨²blica m¨¢s bien adversa. Pero es poco probable que la mujer m¨¢s vilipendiada del Reino Unido, apodada por la difunta Diana la rottweiller, criticada en los salones de la aristocracia rural y en casitas attached de la periferia londinense, se deje intimidar por nuevas cr¨ªticas.
Sobre todo ahora, cuando Camilla roza con los dedos el triunfo total. El triunfo del amor o el de la constancia en las relaciones, porque la historia de Camilla y Carlos se remonta a 1970, cuando la pareja se conoci¨® en un partido de polo, una ocasi¨®n que cuadra con el talante de ambos: devotos de la vida campestre, de las cacer¨ªas de zorros, de las tertulias al calor de la chimenea y de los largos paseos por la campi?a. La pasi¨®n brot¨® dos a?os despu¨¦s, durante un baile de gala en Londres. Dice la leyenda que Camilla le record¨® al pr¨ªncipe la relaci¨®n carnal que hubo entre su tatarabuela, Alice Keppel, y el tatarabuelo del pr¨ªncipe, Eduardo VII. No tardar¨ªan en imitarles.
Camilla se convirti¨® en amante, pero tambi¨¦n en consejera, en pa?o de l¨¢grimas para el pr¨ªncipe, demasiado fr¨¢gil para el gusto de sus padres y rechazado t¨¢citamente por las masas brit¨¢nicas. Carlos no tuvo nunca encanto personal para el ciudadano de a pie ni para los medios de comunicaci¨®n. Sus bromas eran acogidas por un silencio glacial, y su habilidad para pintar acuarelas fue vista m¨¢s bien como una excentricidad. Camilla se convirti¨® en el ¨²nico refugio frente a una madre fr¨ªa, un padre implacable y un pueblo decididamente extra?o.
?Por qu¨¦ no se casaron entonces los dos enamorados, evitando al mundo el espect¨¢culo denigrante de la posterior batalla conyugal entre Diana y Carlos? Jonathan Dimbleby, autor de la autobiograf¨ªa de Carlos -publicada al cumplirse el 25? aniversario de su investidura como pr¨ªncipe de Gales, en 1994-, dice que, con apenas 24 a?os, el heredero no estaba urgido por una decisi¨®n tan grave. Adem¨¢s, Camilla -cat¨®lica; de buena familia, pero de rango bajo, y un a?o mayor que su amado- estaba lejos de dar el perfil adecuado. Carlos permaneci¨® largo tiempo deshojando la margarita, hasta que se top¨® con Diana Spencer, atractiva y rendida a su condici¨®n de futuro rey de Inglaterra. El pr¨ªncipe tonte¨® un poco hasta que, seg¨²n confesi¨®n propia, su padre le conmin¨® a casarse con ella o a dejarla.
Lista de candidatas
?Por qu¨¦ opt¨® por lo primero? Se le acababa el tiempo. Cuando decidi¨® llevar al altar a la joven Spencer, en julio de 1981, ella ten¨ªa 19 a?os, pero ¨¦l era ya un treinta?ero que hab¨ªa agotado la lista de candidatas. Dadas las circunstancias, era razonable que las cosas no cuajaran. La t¨ªmida princesa le rob¨® el estrellato. Durante un viaje a Australia, reci¨¦n casados, Carlos comprob¨® con horror que la gente le ignoraba. Los mandatarios, los periodistas, el pueblo llano..., todos volv¨ªan la mirada a Diana. As¨ª que, en 1984, tras el nacimiento del segundo hijo (el pr¨ªncipe Enrique), Carlos reanud¨® su relaci¨®n con Camilla. El tono de sus conversaciones qued¨® al descubierto en 1992 cuando se filtr¨® a la prensa una conversaci¨®n telef¨®nica entre ambos en la que el pr¨ªncipe manifestaba su deseo de ser su t¨¢mpax. El esc¨¢ndalo dio paso a la separaci¨®n de los pr¨ªncipes de Gales y convirti¨® a Camilla -para entonces casada con el mayor Andrew Parker-Bowles, siete a?os mayor que ella, y madre de dos hijos- en la mujer m¨¢s odiada del pa¨ªs.
Te¨®ricamente, se la culpaba de haber destrozado una pareja mod¨¦lica; pero, en la pr¨¢ctica, lo verdaderamente intolerable era su escaso atractivo f¨ªsico, su aspecto poco cuidado, su ropa sin concesiones a la moda, su est¨¦tica fiel a la Inglaterra rural. La esposa oficial era joven y atractiva, la amante era cualquier cosa menos tentadora. Los papeles estaban cambiados, de ah¨ª el esc¨¢ndalo en la opini¨®n p¨²blica.
El divorcio de los pr¨ªncipes de Gales, en 1996, abri¨® nuevas perspectivas de normalidad para Carlos y Camilla, truncadas por la muerte de Diana. S¨®lo a partir de 1999, la situaci¨®n pareci¨® encarrilarse. Carlos y Camilla festejaron en p¨²blico, con los hijos del pr¨ªncipe, su 50? cumplea?os. Cuatro a?os despu¨¦s, Camilla se instal¨® en Clarence House junto a su amado. La cuenta atr¨¢s para la boda comenzaba. En abril subir¨¢n el ¨²ltimo pelda?o.
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