El hombre que quiso frenar a Siria
El enfrentamiento con Damasco llev¨® a Hariri a dimitir; pero estudiaba regresar al frente de una gran coalici¨®n
Cuando, a finales del verano, Rafik Hariri, de 60 a?os, a¨²n primer ministro de L¨ªbano, visit¨® por ¨²ltima vez Espa?a, pidi¨® al protocolo de Moncloa que no organizase una conferencia de prensa. Este hombre afable y dicharachero no quer¨ªa hablar en p¨²blico.
Hariri atravesaba esos d¨ªas el momento m¨¢s delicado de su carrera pol¨ªtica, el del enfrentamiento y de la ruptura con Siria, la potencia hegem¨®nica en L¨ªbano a trav¨¦s de su Ej¨¦rcito y de unos servicios secretos omnipresentes.
Siria estaba imponiendo entonces al Gobierno liban¨¦s una pr¨®rroga de tres a?os del mandato del presidente de la Rep¨²blica, el cristiano Emile Lahoud, un incondicional de Damasco y un adversario de Hariri.
Al mes siguiente el primer ministro dimiti¨® sin explicar sus verdaderas razones. Se limit¨® a se?alar que hab¨ªa presentado su renuncia al no haber alcanzado los objetivos que se hab¨ªa fijado "a causa de los obst¨¢culos que todos conocen".
Hariri fue recibido con entusiasmo en 1992 por un pa¨ªs arruinado que ve¨ªa en ¨¦l al salvador
Hariri no culp¨® a Damasco pero en Beirut era un secreto a voces que estaba disgustado porque Lahoud, teledirigido por el presidente sirio Bachar el Assad, iba a poder seguir poni¨¦ndole trabas.
A lo largo de los cuatro meses transcurridos desde su renuncia, Hariri y sus diputados sun¨ªes se hab¨ªan acercado a esa coalici¨®n heterog¨¦nea de fuerzas cristianas y drusas, con algunos elementos musulmanes, que exigen la retirada del Ej¨¦rcito sirio de L¨ªbano y el fin de la tutela de Damasco sobre un vecino cuya independencia nunca ha reconocido.
Varios de ellos, desde el ex ministro druso Marwane Hamad¨¦, herido grave en un atentado, hasta el cristiano Antoine Andraos, no dudaron ayer en acusar a Siria y a su aliado liban¨¦s, el presidente Lahoud, de ser los responsables del asesinato del ex primer ministro.
Sean o no ciertas estas denuncias, Siria ha recurrido en m¨²ltiples ocasiones a la fuerza en L¨ªbano para deshacerse de enemigos o meros personajes inc¨®modos. Entre sus v¨ªctimas figuran desde el l¨ªder druso Kamal Jumblat hasta el presidente Bachir Gemayel pasado por los embajadores de Francia y Espa?a en Beirut, Louis Delamare y Pedro Manuel de Ar¨ªstegui. El informe oficial espa?ol asegura que fue un proyectil disparado por la artiller¨ªa siria el que, en abril de 1989, acab¨® con la vida del jefe de misi¨®n espa?ol.
A diferencia de los que iban a ser sus socios pol¨ªticos, Hariri siempre se abstuvo de atacar a Damasco. Pero se dispon¨ªa, aparentemente, a hacer algo mucho m¨¢s peligroso para el mantenimiento de la tutela siria sobre L¨ªbano: concurrir a las elecciones legislativas de mayo al frente de una coalici¨®n que pod¨ªa resultar vencedora. Esa decisi¨®n, que a¨²n sopesaba, pudo haberle costado la vida.
Al inicio de su tard¨ªa vida pol¨ªtica Hariri hizo, sin embargo, buenas migas con Damasco. De lo contrario no hubiese podido ser primer ministro a partir de 1992, dos a?os despu¨¦s de que acabase la guerra civil libanesa (1975-1990) a la que contribuy¨® a poner fin propiciando los acuerdos de Taif (1989).
Hariri fue entonces acogido con entusiasmo por un pa¨ªs arruinado y que ve¨ªa en ¨¦l, en su exitosa trayectoria profesional, al hombre que pod¨ªa levantarlo y devolverle la prosperidad de la que goz¨® hasta mediados de los setenta.
No hab¨ªa cumplido los 20 a?os cuando Hariri dej¨® su carrera universitaria y emigr¨® a Arabia Saud¨ª para dar clases de matem¨¢ticas en un instituto de ense?anza media. En pocos a?os este hijo de un modesto agricultor y de una vendedora de fruta, nacido en Sid¨®n en 1944, se convirti¨® en uno de los hombres m¨¢s ricos del mundo.
La revista norteamericana Forbes evaluaba su fortuna, en 2003, en 3.800 millones de d¨®lares. Pose¨ªa empresas de la construcci¨®n, inmobiliarias, participaciones en bancos y en compa?¨ªas de telefon¨ªa m¨®vil y una cadena de televisi¨®n (Future), as¨ª como una emisora de radio en Par¨ªs (Radio Orient).
Su r¨¢pido enriquecimiento se debi¨® a que sali¨® bien librado de un reto. El rey Jaled quer¨ªa, en 1977, disponer r¨¢pidamente de un nuevo palacio en Taif y Hariri se comprometi¨® a constru¨ªrselo en seis meses. Fue capaz de respetar los plazos. A partir de ah¨ª se gan¨® la confianza de la familia real saud¨ª y le llovieron los contratos. Obtuvo incluso, algo inesperado para un inmigrante, la nacionalidad saud¨ª. Tambi¨¦n se cas¨® dos veces y tuvo cinco hijos.
Cuando L¨ªbano estuvo pacificado, Hariri se pens¨® que pod¨ªa poner su experiencia profesional y su cartera de relaciones al servicio de su pa¨ªs. Fue, a partir de 1992, el art¨ªfice de la reconstrucci¨®n del pa¨ªs. Erigido por Solidere, una empresa fundada por Hariri, el nuevo centro de Beirut es un¨¢nimamente alabado por su buen gusto.
La otra cara de la reconstrucci¨®n fue el endeudamiento de L¨ªbano que hoy en d¨ªa asciende a 35.000 millones de d¨®lares, el doble de su PIB. En 2002 Hariri tuvo que echar el resto para convencer al Club de Par¨ªs, que reagrupa a los acreedores, de que reescalonasen la deuda. A cambio se comprometi¨® a profundizar las reformas econ¨®micas.
Los cinco gobiernos que form¨®, entre 1992 y 2004, estuvieron salpicados por esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, pero nunca se acus¨® a Hariri de aprovechar su cargo para enriquecerse a¨²n m¨¢s. ?l dec¨ªa que ser primer ministro le costaba dinero, porque desatend¨ªa sus negocios, pero que L¨ªbano bien merec¨ªa ese esfuerzo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.