Jugando con lobos
"Espa?a ha sido tradicionalmente pa¨ªs de emigraci¨®n, y quiz¨¢ sea ¨¦sta la primera circunstancia en tiempos hist¨®ricos modernos en que nuestro pa¨ªs est¨¦ convirti¨¦ndose en pa¨ªs de inmigraci¨®n. Es l¨®gico que, de una manera natural, se proceda a la comparaci¨®n de las dos experiencias y que haya voces que se levanten recordando las necesidades que impulsaron a nuestros conciudadanos a emigrar en su momento, el trato generoso que en muchas ocasiones recibieron y la l¨®gica correspondencia de actitud que nosotros deber¨ªamos mostrar al respecto. Son esas razones perfectamente entendibles y que, adem¨¢s, tambi¨¦n deben ser transformadas en actitud pol¨ªtica". Son las palabras que Javier Rup¨¦rez pronunci¨® en el Congreso de Diputados el 9 de abril de 1991, apoyando la proposici¨®n no de ley de todos los grupos parlamentarios de la ¨¦poca (con la ¨²nica excepci¨®n de IU, que quiso marcar su voluntad de ir a¨²n m¨¢s all¨¢), para instar al Gobierno a llevar a cabo una pol¨ªtica activa de inmigraci¨®n que propiciase la afloraci¨®n y legalizaci¨®n de los colectivos extranjeros en situaci¨®n irregular. En la misma intervenci¨®n a?adir¨ªa: "Dir¨ªamos m¨¢s: que el trato que nuestros emigrantes recibieron sirva s¨®lo para mejorar el trato que nosotros demos a los inmigrantes que a partir de ahora vamos a recibir. Si no, estar¨ªamos simplemente en una visi¨®n corta y pacata de las realidades del mundo presente, y seguramente no podr¨ªamos comprender con exactitud la dimensi¨®n del fen¨®meno y su propia soluci¨®n".
Algo ha cambiado profundamente -y para mal- en nuestro pa¨ªs en estos 14 a?os, cuando aquel consenso en materia de inmigraci¨®n est¨¢ hecho a?icos y es ya moneda corriente la instrumentalizaci¨®n burda del tema por razones partidistas. Aunque esto no es cuesti¨®n de hoy, del nuevo proceso de regularizaci¨®n que ahora se abre y que parece haber tra¨ªdo, "por tierra, mar y aire" como pregonan algunos, todos los truenos. En este tiempo transcurrido, la inmigraci¨®n ha pasado de ocupar el octavo puesto entre las 10 preocupaciones de los espa?oles en 1993, a situarse en tercer lugar 11 a?os m¨¢s tarde, convertida ya en "preocupaci¨®n" social y en arma arrojadiza pol¨ªtica.
En 1991 se reconoc¨ªa en la citada proposici¨®n parlamentaria que "la poblaci¨®n extranjera en Espa?a tiende a aumentar debido a las condiciones socioecon¨®micas de nuestro pa¨ªs y fundamentalmente a las condiciones de los pa¨ªses de origen". ?sa ha sido y sigue siendo la raz¨®n verdadera del "efecto llamada". Pues lo que atrae de verdad a los inmigrantes no son los procesos de regularizaci¨®n, sino la estructura socio-laboral de nuestro pa¨ªs que necesita mano de obra, cuanto m¨¢s precaria, mejor. Y, por supuesto, el hecho de que tambi¨¦n en estos a?os transcurridos los pa¨ªses de origen no han mejorado para nada sus condiciones.
La explotaci¨®n pol¨ªtica de la inmigraci¨®n en nuestro pa¨ªs no es un asunto de hoy. Ya en las elecciones legislativas de 1993, la inmigraci¨®n apareci¨® por primera vez en los programas electorales de los partidos pol¨ªticos, destacando la necesidad de controlar los flujos para frenar posibles brotes de racismo y evitar que estimulase el mal end¨¦mico del paro entre los nacionales, as¨ª como el objetivo final de procurar la integraci¨®n del inmigrante. Se empezaron a dibujar ya matices en las pol¨ªticas propuestas por los grandes partidos, mostr¨¢ndose por parte del Partido Popular -entonces en la oposici¨®n- una mayor dureza en el discurso en lo referido al control de fronteras y el tratamiento de la delincuencia entre los extranjeros. Los partidos nacionalistas de las periferias insist¨ªan en la necesidad de competencias de los gobiernos auton¨®micos en temas de inmigraci¨®n. Pero con todo, los discursos oficiales de los grandes partidos segu¨ªan atenazados por lo "pol¨ªticamente correcto". Ser¨¢ en el ¨¢mbito local en donde se produzcan los primeros roces que van a obligar a los ayuntamientos a intervenir en lo que empieza a constituir un tema de opini¨®n p¨²blica.
Pero el gran salto a la pol¨ªtica nacional de la inmigraci¨®n no se dio hasta finales de la d¨¦cada en el marco del debate sobre la Ley de Extranjer¨ªa en 1999, abonado por cierta campa?a medi¨¢tica que defend¨ªa un "filtro ¨¦tnico" partiendo de la idea de que hay una inmigraci¨®n integrable y otra que no lo es. Este debate esencialista cont¨® en los medios con quienes defendieron traer a "iberoamericanos, rumanos y eslavos con preferencia a africanos" en raz¨®n de afinidades ling¨¹¨ªsticas, culturales o religiosas. Aquel debate, en el ¨²ltimo pleno de la primera legislatura del Partido Popular, marc¨® dos campos de juego enfrentados, dos pol¨ªticas de cara a la inmigraci¨®n y la puesta de largo del tema migratorio como clave de manipulaci¨®n que pod¨ªa tener buena rentabilidad electoral.
Los sucesos de El Ejido ayudaron al PP a centrar la campa?a electoral de marzo de 2000 en el endurecimiento de la reci¨¦n aprobada -por todo el arco parlamentario excepto el propio PP- Ley de Extranjer¨ªa. Su mayor¨ªa absoluta tuvo una deuda importante con esta pol¨ªtica que se plasm¨® en una "interiorizaci¨®n" de los temas de extranjer¨ªa e inmigraci¨®n, que tuvo su personificaci¨®n en la figura de Enrique Fern¨¢ndez-Miranda, delegado del Gobierno dependiente del Ministerio del Interior y art¨ªfice de esta pol¨ªtica de filtraje ¨¦tnico que se centr¨® en las preferencias de unos colectivos frente a otros.
Aparte sus declaraciones en favor de los "integrables", los hechos mostrar¨¢n una voluntad manifiesta de reducir las legalizaciones de marroqu¨ªes en beneficio de latinoamericanos. En los dos procesos de regularizaci¨®n que se llevar¨¢n a cabo en 2000 y 2001 se dar¨¢ papeles a 390.000 inmigrantes, pero el porcentaje de los marroqu¨ªes, que hab¨ªa sido del 45% en la regularizaci¨®n de 1991 y del 33% en el de 1996, bajar¨¢ al 27% y 9%, respectivamente. Por el contrario, se pondr¨¢ en marcha la Operaci¨®n Ecuador, que convertir¨¢ a este pa¨ªs en "laboratorio" de una nueva pol¨ªtica de inmigraci¨®n, que har¨¢ elevar el colectivo ecuatoriano de ser pr¨¢cticamente inexistente hasta situarse en el primer puesto de empadronados en 2003, por encima del grupo hasta entonces m¨¢s numeroso, el marroqu¨ª.
La coincidencia en el tiempo de la crisis pol¨ªtica con Marruecos tiene, sin duda, otras ra¨ªces, pero no puede desconocerse que la inmigraci¨®n cumplir¨¢ un papel en la tensi¨®n entre los dos pa¨ªses. Formar¨¢ parte, sobre todo durante el verano de 2001, del encono que llevar¨¢ a la retirada del embajador marroqu¨ª en octubre de ese a?o y tendr¨¢ consecuencias negativas sobre la inmigraci¨®n al no ponerse en marcha el convenio firmado meses antes que hubiera permitido la regularizaci¨®n de varios millares de marroqu¨ªes en el contingente de ese a?o. El ministro marroqu¨ª de Trabajo, el istiqlal¨ª Abbas el Fassi, llegar¨ªa a denunciar que nunca se hab¨ªa observado tanta confusi¨®n entre lo pol¨ªtico y lo socioecon¨®mico en las complicadas relaciones hispano-marroqu¨ªes, calificando de represalia la medida.
La inmigraci¨®n ha introducido un elemento nuevo en las relaciones con nuestro vecino del sur. A trav¨¦s de los casi 400.000 ma-rroqu¨ªes que hay en Espa?a estamos contribuyendo de manera poderosa al desarrollo social y econ¨®mico de Marruecos, en l¨ªnea con lo que planteaba aquella proposici¨®n parlamentaria de 1991 que afirmaba que "la acci¨®n de la pol¨ªtica de inmigraci¨®n espa?ola deber¨¢ estar inspirada por la solidaridad con los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, origen de la inmigraci¨®n hacia nuestro pa¨ªs, solidaridad consistente, de forma esencial, en la asistencia a su desarrollo social y econ¨®mico". Los 172 millones de euros enviados desde Espa?a por los marroqu¨ªes a su pa¨ªs en 2002 suponen m¨¢s de un 6% de las remesas de los emigrantes, que constituyen la principal renta de Marruecos, por encima de los ingresos del turismo y la inversi¨®n extranjera.
Una pol¨ªtica integradora hacia nuestros vecinos es la mejor contribuci¨®n que Espa?a puede hacer a la estabilidad marroqu¨ª, lo que sin duda repercutir¨¢ en nuestra seguridad. No puede desconocerse que la inmigraci¨®n produce rechazo, que la poblaci¨®n reticente con los extranjeros ha pasado del 8% al 32% en los ¨²ltimos ocho a?os seg¨²n el CIS, que el colectivo magreb¨ª es el que recibe menos simpat¨ªa entre los espa?oles, m¨¢xime tras la implicaci¨®n de marroqu¨ªes en los atentados del 11-M, pero todo ello no es m¨¢s que una consecuencia de una vieja historia de desencuentros entre Espa?a y el norte de ?frica a lo largo del siglo XX, de pol¨ªticas irresponsables -de ambos lados- que no han sabido encauzar estas relaciones y de unos medios de comunicaci¨®n que han contribuido a distorsionar im¨¢genes. La portada casi diaria de pateras en peri¨®dicos o telediarios ha llegado a forjar la idea de que los inmigrantes ilegales provienen en su mayor¨ªa del sur (asimilado siempre en el imaginario colectivo a inseguridad o amenaza), cuando el colectivo marroqu¨ª es probablemente el que presente el perfil m¨¢s bajo de irregularidad en el momento actual, por debajo del 20% frente al pr¨®ximo al 60% de ecuatorianos, colombianos o rumanos.
El nuevo proceso de regularizaci¨®n ha comenzado poniendo en evidencia otra vez que la inmigraci¨®n es, cada vez m¨¢s, tema de confrontaci¨®n entre partidos. Los ataques del PP al actual proceso pretenden ignorar su responsabilidad en la formaci¨®n de la bolsa de inmigrantes ilegales, desconocer que la regularizaci¨®n es el camino que siguieron sus gobiernos en dos a?os consecutivos, y alarmar a una opini¨®n p¨²blica sensibilizada, con cifras millonarias exageradas a varios a?os vista, creando alarma social ante reagrupaciones familiares venideras.
Todo ello, lejos, muy lejos, de aquel pacto de 1991 que parec¨ªa un conjuro contra la aparici¨®n de pol¨ªticos xen¨®fobos. Nos cre¨ªamos al margen de un fen¨®meno como el de Le Pen en Francia, pero hemos acabado por descubrir que hay quien en nuestro pa¨ªs sabe rentabilizar el miedo al extranjero creyendo hacerlo compatible con posiciones centristas. Un juego peligroso, pues est¨¢ contribuyendo a la radicalizaci¨®n de posiciones en el seno del principal partido de la oposici¨®n, que acabar¨¢n por ser incompatibles con la filosof¨ªa de centro con la que aspirar a ser alternativa de poder.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam contempor¨¢neo en la UAM y director, con Mohamed Berriane, del Atlas 2004 de la inmigraci¨®n marroqu¨ª en Espa?a.
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