Euroesc¨¦pticos y euroexigentes
Cuando faltan pocos d¨ªas para que se celebre el refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n Europea, buena parte de la ciudadan¨ªa continua viviendo con cierta distancia una consulta cuyo significado dista mucho de estar claro. Y no me refiero s¨®lo al texto de la propia Constituci¨®n, ya de por s¨ª confuso y farragoso, sino a la interpretaci¨®n que pueda atribuirse al resultado que finalmente arrojen las urnas.
Si nos ce?imos a lo que es estrictamente el texto constitucional, su lectura produce cierta decepci¨®n a quienes esperaban que, cuando estamos comenzando el siglo XXI, la llamada carta magna europea ser¨ªa capaz de acoger en su seno la defensa de las conquistas sociales alcanzadas a lo largo del siglo pasado; de establecer los mecanismos de protecci¨®n de los derechos humanos (incluidos los de segunda y tercera generaci¨®n) con el mismo celo con el que protege los derechos de las empresas; de distinguir entre una econom¨ªa con mercado y una econom¨ªa de mercado; ser¨ªa capaz, en definitiva, de consagrar los valores de lo que algunos llamaron peyorativamente la vieja Europa, frente a los intentos de emular los valores imperantes al otro lado del atl¨¢ntico.
La sensaci¨®n de oportunidad perdida que produce la lectura del texto constitucional se ahonda al observar el papel y la influencia pol¨ªtica reservados a los viejos Estados-naci¨®n en la construcci¨®n europea, mientras parad¨®jicamente se les niega capacidad para intervenir en la regulaci¨®n de la vida econ¨®mica, que queda limitada a los ¨®rganos de la propia uni¨®n. El resultado es una estructura institucional que raya en ocasiones el absurdo, en la que el Parlamento tiene que compartir las funciones legislativas con el Consejo; en la que se superponen ¨®rganos y cargos (Consejo Europeo, Consejo a secas, Comisi¨®n; presidente del Consejo, presidente de la Comisi¨®n,...); y en la que la burocracia y el gasto se disparan para evitar que los viejos Estados-naci¨®n pudieran perder el control sobre el proceso en favor de una emergente ciudadan¨ªa europea.
Y as¨ª, la nueva Europa, defensora de la eficiencia, la competitividad, y el mercado libre por encima de cualesquiera otros valores, se convierte parad¨®jicamente en una pesada m¨¢quina burocr¨¢tica, para contentar a los gobernantes que, en el seno de sus respectivos estados, se empe?an en conservar esferas de poder. Por todo ello, no es de extra?ar la decepci¨®n producida por esta Constituci¨®n entre muchas personas que esperaban mucho m¨¢s, que no son euroesc¨¦pticas sino euroexigentes, y que aspiran a la creaci¨®n de un espacio pol¨ªtico, social y econ¨®mico m¨¢s unido, en el que los derechos humanos sean la referencia principal; capaz de organizar el funcionamiento de los mercados al servicio de las personas; respetuoso de su riqueza y pluralidad cultural; y defensor de la paz, la equidad y la democracia en las relaciones internacionales, frente al hegemonismo militarista del Gobierno de los EE UU.
Sin embargo, y como dec¨ªa al principio, el problema que plantea la consulta del d¨ªa 20 no es tanto el propio texto de la Constituci¨®n Europea, decepcionante para quienes defienden una Europa m¨¢s unida en lo pol¨ªtico y socialmente m¨¢s avanzada, sino la interpretaci¨®n que unos y otros hagan del resultado que finalmente arrojen las urnas. Si el resultado es positivo, los mentores de la Constituci¨®n aprovechar¨¢n para decir que esa es la Europa que desea la gente. Pero si es negativo, algunos de sus detractores desempolvar¨¢n toda la ret¨®rica nacionalista para intentar convencernos de que el proyecto europeo ha fracasado, y que se impone la vuelta a las esencias patrias de cada Estado-naci¨®n. En definitiva, un complejo panorama en el que, al acercarnos a las urnas, muchos tendremos que optar por seguir abriendo camino, con m¨¢s dudas que certezas sobre el destino al que conduce, pero seguros de no querer dar marcha atr¨¢s. ?Llegar¨¢ el d¨ªa en que podamos votar algo pensando ¨²nicamente en las opciones concretas que se nos plantean, sin tener que hacerlo pensando en la interpretaci¨®n y posterior utilizaci¨®n pol¨ªtica y medi¨¢tica que hagan de nuestro voto?
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