Tabacalera, a debate
En la calle de Embajadores se encuentra la antigua F¨¢brica de Tabacos, ¨²ltimo gran edificio p¨²blico con que cuenta Lavapi¨¦s, barrio latente y central de nuestra ciudad en el que conviven, acaso como en ning¨²n otro, las luces y las sombras que configuran un organismo vivo. La consideraci¨®n del barrio (y, por extensi¨®n, de la ciudad misma) como ese ser articulado por su vida social, y no en torno al consumo, al ocio y al turismo, objetivos de la espectacularizaci¨®n de lo urbano que propician las pol¨ªticas urban¨ªsticas especulativas, ha impulsado a la Red de Lavapi¨¦s (malla asociativa que aglutina a diversos colectivos sociales, culturales, pol¨ªticos y vecinales) a promover un debate sobre el destino de los 28.000 metros cuadrados de la Tabacalera.
Mientras que el Ministerio de Cultura, propietario de este edificio considerado patrimonio hist¨®rico art¨ªstico, present¨® durante el Gobierno del PP dos proyectos de uso a partir de 2008, el Museo de Artes Decorativas y el de Reproducciones Art¨ªsticas, que ampliar¨ªan el eje muse¨ªstico del Prado (que contin¨²a en el Thyssen, el Reina Sof¨ªa y su ampliaci¨®n y la Casa Encendida), la Red de Lavapi¨¦s, apoyada por el Ayuntamiento, lo reivindica como un centro social autogestionado sobre el que a¨²n no se ha pronunciado el actual Gobierno del PSOE. Lo apasionante, si se miran con atenci¨®n las reflexiones y propuestas de la Red de Lavapi¨¦s presentadas el pasado d¨ªa 4 en el C¨ªrculo de Bellas Artes (www.latabacalera.net), es que el debate suscitado por este movimiento asociativo va mucho m¨¢s all¨¢ de la mera petici¨®n de un local y pasa a convertirse en una rica y necesaria discusi¨®n de ciudadanos activos, resistentes y experimentales frente a los modos de vida globalizadores que los convierten en espectadores pasivos de la ciudad; un debate urbano frente a lo urban¨ªstico, en el que no faltan pertinentes cuestionamientos sobre el arte y su sentido, sobre el museo como herramienta totalizadora que no admite interacci¨®n, sobre la cultura, en fin, como discurso del poder y no como resultado de la convivencia de lo diverso.
Un debate que trasciende la circunstancia (el destino de un edificio) para preguntarse, no ya por el barrio, sino por la ciudad que queremos, algo que es probable no se haya producido antes en Madrid de forma realmente democr¨¢tica, es decir, con la participaci¨®n de los ciudadanos. No es casualidad que esta innovadora discusi¨®n sobre la ciudad y sus espacios p¨²blicos se produzca precisamente en Lavapi¨¦s, barrio muy necesitado de servicios b¨¢sicos pero muy rico en valores humanos, ni lo es que el espacio en cuesti¨®n sea precisamente el edificio de Tabacalera, que alberg¨® durante a?os el trabajo de unas cigarreras emblem¨¢ticas no tanto por su producci¨®n industrial como por haberse convertido en aut¨¦nticas productoras de colectividad, verdaderas agentes del ser social y pol¨ªtico del barrio.
Por encima de las m¨¢s o menos hilarantes consideraciones que nos susciten los museos proyectados (el de Reproducciones Art¨ªsticas est¨¢ sin sede, como parece natural), se cuestiona la "disneyficaci¨®n" de la ciudad, el "no lugar" de Aug¨¦, la geograf¨ªa de fachada, la ciudad-marca (modelo Barcelona) destinada al escaparate del mercado, a trav¨¦s de la proliferaci¨®n y concentraci¨®n de museos en un barrio donde no se puede justificar su necesidad econ¨®mica ni cultural: los beneficios no ir¨¢n a parar a sus gentes y el imaginario cultural ser¨¢ autorreferencial, ajeno a su historia y a su vida. Es decir, "todo para el barrio, pero sin el barrio". Frente a este sentido de mausoleo de las obras de arte que vio Adorno en los museos, la Red de Lavapi¨¦s propone un "museo de la multitud" o "centro de altas experimentaciones sociales y art¨ªsticas", que garantizan, entre otras, sus experiencias en los sucesivos Laboratorios (ahora en el exilio), en el Centro Social de Mujeres La Escalera Karakola o en las Biblios autogestionadas.
Si la Administraci¨®n reprocha precisamente su ilegalidad en la ocupaci¨®n de los espacios (generadora adem¨¢s de tensi¨®n en el quehacer y violencia en los desmantelamientos), la legalidad en la Tabacalera posibilitar¨ªa que esa en¨¦rgica potencialidad deviniera en construcci¨®n participativa de cultura compleja, cambiante e innovadora, que respete la identidad comunitaria y fomente los lazos afectivos propios de un grupo en un lugar.
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