Vida de un pistolero econ¨®mico
En 1967, Anthony Perkins hab¨ªa concluido sus atropellados estudios de administraci¨®n de empresas en la Universidad de Boston y acababa de casarse con su novia de toda la vida cuando, a instancias de un pariente de ella, fue invitado a realizar algunas pruebas en la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), acaso el menos conocido de los variados cuerpos de inteligencia que exist¨ªan entonces en Estados Unidos. Aunque al parecer obtuvo buenos resultados y satisfizo los requisitos impuestos por sus entrevistadores, al final Perkins prefiri¨® incorporarse durante dos a?os al Cuerpo de Paz y, al lado de su esposa, se dispuso a pasar tres a?os en la selva amaz¨®nica ecuatoriana.
A su regreso, la NSA no se hab¨ªa olvidado de ¨¦l y, a trav¨¦s de una intrincada red de contactos, le ayud¨® a encontrar trabajo en una misteriosa empresa de consultor¨ªa llamada Chas. T. Main Inc. (MAIN), una de cuyas principales funciones consist¨ªa en asesorar al Banco Mundial sobre las posibilidades de inversi¨®n en los distintos pa¨ªses del Tercer Mundo. Al principio, a Perkins no le quedaban muy claros ni los objetivos de la firma ni sus propias funciones, hasta que una joven y hermosa ejecutiva, Claudine, de la que no tardar¨ªa en enamorarse, le hizo ver cu¨¢l ser¨ªa su destino a partir de entonces.
-Mi misi¨®n es convertirte en un economic hit man (EHM) -le dijo ella en el primero de sus encuentros secretos, celebrados siempre sin testigos en su propia casa-. Somos una especie rara en un negocio sucio. Y nadie puede enterarse de ello, ni siquiera tu esposa. Y recuerda que, si decides entrar, es para toda la vida.
A continuaci¨®n le detall¨® las que ser¨ªan sus metas a partir de ese d¨ªa: su trabajo, le revel¨®, consistir¨ªa en justificar que enormes pr¨¦stamos internacionales fluyeran a trav¨¦s de MAIN y otras compa?¨ªas estadounidenses, como Bechtel o Halliburton, para la planeaci¨®n y construcci¨®n de proyectos en pa¨ªses en desarrollo; en segundo lugar, tendr¨ªa que buscar la bancarrota de esos mismos pa¨ªses, de modo que jam¨¢s pudiesen pagar a sus acreedores y se convirtieran as¨ª en d¨®ciles socios de Estados Unidos, no pudiendo negarse a conceder su territorio para la construcci¨®n de bases militares, a poner sus recursos naturales a la disposici¨®n de los inversores extranjeros o a otorgar sus votos en las Naciones Unidas y otras instancias internacionales a Estados Unidos.
Para los cuerpos de seguridad de esta naci¨®n, el plan resultaba perfecto, sobre todo en una ¨¦poca tan comprometida como los sesenta, en los peores momentos de la guerra de Vietnam: en vez de utilizar agentes de la CIA o del Ej¨¦rcito para cumplir este tipo de labores, las propias empresas privadas les pagaban sus salarios a los EHM, con el beneficio suplementario de que, en caso de ser descubiertos, nunca podr¨ªa comprobarse su v¨ªnculo directo con el Gobierno estadounidense.
Aunque la historia parece sacada de una novela de John Le Carr¨¦, se trata de un relato basado en hechos reales. En Confessions of an Economic Hit Man (2005), uno de los mayores ¨¦xitos de estas semanas, Anthony Perkins afirma que todo lo que cuenta en verdad ocurri¨®. Como decenas de supuestos hombres de negocios estadounidenses en el Tercer Mundo, Perkins en realidad era un pistolero econ¨®mico, una especie de agente secreto ex officio, cuya labor consist¨ªa en aumentar el poder¨ªo estadounidense y dominar a los pa¨ªses endeudados.
En su primera misi¨®n, Perkins viaj¨® a Indonesia, entonces un objetivo pol¨ªtico de primer orden, sobre todo cuando el comunismo parec¨ªa dispuesto a dominar todos los pa¨ªses del sureste asi¨¢tico, a fin de convencer al general Suharto de que MAIN sirviese como intermediario en el financiamiento de la electrificaci¨®n de Java; su objetivo menos declarado consist¨ªa en endeudar al pa¨ªs a fin de convertirlo en un reh¨¦n de la pol¨ªtica estadounidense. Una vez lograda su tarea, Perkins fue ascendido a economista jefe de MAIN y posteriormente enviado a Panam¨¢ con un encargo semejante. All¨ª lleg¨® a entrevistarse con Omar Torrijos, uno de los pocos l¨ªderes latinoamericanos dispuestos a escapar al control de Washington sin someterse a los dictados del comunismo (lo cual, seg¨²n Perkins, terminar¨ªa cost¨¢ndole la vida, lo mismo que a otro h¨¦roe, el presidente de Ecuador Jos¨¦ Rold¨®s).
No obstante, la siguiente tarea de Perkins result¨® a¨²n m¨¢s lucrativa e importante para los intereses de su pa¨ªs. Tras la constituci¨®n de la Organizaci¨®n de Pa¨ªses Productores y Exportadores de Petr¨®leo (OPEP) y el embargo decretado por los pa¨ªses ¨¢rabes contra Estados Unidos por su apoyo a Israel en 1974, el Gobierno decidi¨® que jam¨¢s podr¨ªa volver a suceder algo parecido. Para impedirlo, se volv¨ªa necesario establecer un gran acuerdo con Arabia Saud¨ª, el mayor productor de petr¨®leo del mundo, empleando la misma estrategia utilizada antes en Indonesia y Panam¨¢, s¨®lo que en una escala m¨¢s amplia.
El pacto global entre ambos pa¨ªses termin¨® siendo el m¨¢s grande de la historia: la construcci¨®n de toda la infraestructura de una naci¨®n que a¨²n viv¨ªa en el medievo fue adjudicada a empresas estadounidenses. Al cabo de unos a?os, y gracias a todo tipo de t¨¢cticas, incluido el soborno con mujeres a miembros de la familia real, Arabia Saud¨ª se convirti¨® en el mayor aliado de Washington en el Medio Oriente. Las consecuencias de esta alianza se prolongan hasta nuestros d¨ªas: basta recordar las estrech¨ªsimas relaciones que todav¨ªa existen entre la Casa de Saud y la familia Bush.
Cada vez m¨¢s desencantado con su trabajo y menos seguro de su moralidad, Perkins todav¨ªa cumpli¨® nuevas misiones en Panam¨¢, hasta el misterioso asesinato de Torrijos y la posterior invasi¨®n de los marines en Ir¨¢n, donde le toc¨® vivir de cerca la ca¨ªda del Sha y el fracaso de la pol¨ªtica estadounidense, y por fin en Colombia, donde el encuentro con otra mujer, Paula, lo har¨ªa decidirse a cambiar de vida. En 1982, Perkins al fin abandon¨® MAIN y su vida de pistolero econ¨®mico y fund¨® su propia compa?¨ªa de energ¨ªa, Independent Power Sistems.
Desde entonces, y hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001, mantuvo en secreto su carrera como EHM; gracias al apoyo de su hija, entonces comprendi¨® que no pod¨ªa quedarse callado m¨¢s tiempo y comenz¨® a escribir Confessions of an Economic Hit man para lavar sus culpas y prevenir al mundo sobre el nuevo imperialismo estadounidense. Desde entonces, Perkins se ha preocupado por realizar proyectos de desarrollo que en verdad buscan el beneficio de los m¨¢s pobres y no s¨®lo servir a los fines pol¨ªticos de la corporatocracia.
Aunque el libro relata una valerosa toma de conciencia, lo cierto es que, a pesar de su tono arriesgado y sentencioso, no revela nada sustancialmente nuevo. Si resulta importante -y si se ha convertido en un ¨¦xito de cr¨ªtica y de ventas-, se debe a que por fin alguien se ha atrevido a poner sobre la mesa, de una manera clara y comprensible, la secular complicidad entre el poder econ¨®mico y el poder pol¨ªtico. La vieja receta que dictaba "lo que es bueno para Ford es bueno para Estados Unidos" se cumple ahora de una forma m¨¢s perversa, aunque en el fondo no se trate sino de la consecuencia extrema del capitalismo: en nuestro mundo globalizado, lo ¨²nico que faltaba por privatizar eran los servicios de inteligencia. Al final, la moraleja del libro de Perkins es clara: mientras los pa¨ªses pobres no est¨¦n dispuestos a defender sus recursos naturales y a luchar contra la corrupci¨®n interna y la manipulaci¨®n extranjera, el auge de los EHM y la expansi¨®n de Imperio estadounidense parecen asegurados.
Jorge Volpi es escritor mexicano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.