La promesa de Bush
Las relaciones entre la UE y Estados Unidos son demasiado importantes para que resulte mutuamente soportable un distanciamiento sostenido. Por ello, el presidente Bush, que era quien hab¨ªa provocado el extra?amiento con toda una serie de movimientos de los que la guerra de Irak era s¨®lo el ¨²ltimo, ha tomado la iniciativa de la reconciliaci¨®n, viniendo a Europa con amable rictus y verbo empalagoso.
No faltaba, sin embargo, en sus palabras de Bruselas, la dureza de prop¨®sitos bien conocidos: Siria debe retirarse de L¨ªbano -?qu¨¦ lejos los tiempos en que Israel y Estados Unidos comprend¨ªan la presencia militar de Damasco en la Bekaa!-; impedir que Ir¨¢n adquiera el ¨²til nuclear; asegurarse de que Europa no venda armas a China, y, junto a ello, lo que parece una gran oferta: trabajar unidos para la paz en Palestina. La profundidad de la reconciliaci¨®n gira en torno a esa promesa.
La operaci¨®n hab¨ªa comenzado al rev¨¦s. Eliminar a Irak como pe¨®n incordiante en Oriente Pr¨®ximo y provocar, con ello, una ola democratizadora en toda la regi¨®n; renovar la alianza estrat¨¦gica con Israel tras el 11-S, y hacer ver a los palestinos que era in¨²til resistirse a una soluci¨®n del conflicto b¨¢sicamente dictada por Jerusal¨¦n. Hoy, la ecuaci¨®n es posible que est¨¦ virando hacia un mayor realismo.
Estados Unidos ha perdido la guerra de la enmienda a la totalidad, que era el establecimiento de un Estado cliente en Bagdad, no digamos ya la ilusi¨®n de engendrar un tsunami democr¨¢tico en la zona. En la guerra de la posguerra de Irak, han quedado patentes los l¨ªmites de la capacidad norteamericana para reconstruir el mundo, pero la celebraci¨®n de elecciones minidemocr¨¢ticas y el acuerdo -aun coyuntural- con la mayor¨ªa chi¨ª del pa¨ªs constituyen la base para una retirada honorable a medio plazo del ocupante. Y el corolario de este nuevo realismo consiste en invertir los t¨¦rminos: en lugar de primero Irak, para despacharse m¨¢s tarde en Palestina, se pretende atacar el absceso palestino para propagar, si no la democracia, s¨ª una mejor imagen de Estados Unidos en el ¨¢rea.
?Pero qu¨¦ entiende Bush por paz en Oriente Pr¨®ximo? Si es sobrevolar el campo con atentas sugerencias, ofrecimientos de numerario y buena voluntad a prueba de disgustos, no hace falta que se moleste. Pero si es dar entrada a Europa en el cuadro de facilitadores de la paz, y, sobre todo, marcar l¨ªneas rojas a Israel, s¨®lo dentro de los cuales respaldar¨ªa Washington un acuerdo, la cosa cambia.
Bush ya ha esbozado un apunte positivo: el Estado palestino debe poseer un continuum territorial, y no como aquella oferta presuntamente fabulosa que le hizo el laborista Ehud Barak a Yasir Arafat en Camp David -julio de 2000- de un Estado dividido en m¨¢s de 20 bantustanes. Pero eso es apenas el principio, y que el primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon, fuera a proponer, sin inducci¨®n exterior, una extensa retirada de Cisjordania constituir¨ªa toda una sorpresa.
Una muestra de que las andanadas de ret¨®rica tuvieran alg¨²n contenido podr¨ªa ser una garant¨ªa efectiva y verificable del Gobierno israel¨ª de cese total e inmediato de una colonizaci¨®n, que no se ha detenido en ning¨²n momento desde los setenta. Y si ahora Sharon, por su propio inter¨¦s, se compromete a repatriar a 8.000 colonos de Gaza, tendr¨ªa que pensar, al menos, en t¨¦rminos de una buena mayor¨ªa del medio mill¨®n de expedicionarios que pueblan Jerusal¨¦n-Este y Cisjordania, para que Abbas pudiera presentarse ante los suyos con alguna posibilidad de supervivencia, tanto pol¨ªtica como f¨ªsica.
El momento parece raramente propicio para que la OLP firme algo, y ello se debe al incre¨ªble sufrimiento del pueblo palestino, y al agotamiento de sus dirigentes. Pero hasta ese objetivo ser¨ªa ut¨®pico sin un careo a fondo de Bush y Sharon, protector y protegido, y, luego, que el israel¨ª fuera capaz de vender ese paquete a su electorado. ?sa ser¨ªa la prueba de que EE UU busca seriamente el acercamiento a la UE.
Pero aun entonces, no es nada seguro que el problema desapareciera porque nadie puede garantizar que una paz asequible a Bush y Sharon resultara tambi¨¦n aceptable al grueso del pueblo palestino. Ya se vio con la firma de septiembre de 1993 en la Casa Blanca, que, contrariamente a repetidas jaculatorias, un mal acuerdo no es mejor que ning¨²n acuerdo. El pueblo palestino est¨¢ hoy exhausto, pero ha muerto y dado la muerte tantas veces que no es seguro que vaya a estar eternamente dispuesto a una paz de rebajas.
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