Breve apolog¨ªa del pesimismo
Expertos de la mente y del alma son uno de los bastiones de las sociedades llamadas opulentas. No son ellos la causa del furor consumista ni del hedonismo de baja estofa y alta estafa, pero s¨ª sus sanadores (?curanderos?); los encargados de la vuelta al redil de los individuos m¨¢s obviamente "desorganizados", o sea, los transgresores de la norma, que de ser muchos amenazan la estabilidad del sistema. Profesan y propagan la religi¨®n del optimismo y la convierten en un lema de nuestro tiempo y de nuestro lugar. No ir¨¢n a predicarla, naturalmente, al ?frica subsahariana, donde la mitad del censo est¨¢ en las garras del sida y se alimenta de ra¨ªces en parca cantidad. Pero atrape usted un carcinoma en nuestros predios y la religi¨®n del optimismo se abatir¨¢ sobre usted para complementarle eficazmente la ayuda de la quimioterapia. Hay que ser optimista por narices.
As¨ª es como todos los males -que no niegan, pues ser¨ªa negarse la bicoca-, tienen remedio. Han descubierto multitud de recetas. A la misma muerte se la enga?a silenci¨¢ndola, y si no se la niegan al difunto, se la endulzan a la parentela. Han llegado a descubrir una sorprendente terapia, la de la risa per se, que al parecer contribuye poderosamente al bienestar f¨ªsico y mental; y ah¨ª tenemos a grupos de aspirantes a la good life que se re¨²nen para re¨ªr. No para re¨ªrse, sino sencillamente para re¨ªr. Por otra parte, el lector generoso se habr¨¢ topado con alg¨²n sondeo o encuesta en la que las muchachas declaran que el hombre de sus sue?os tendr¨¢ que saber hacerlas re¨ªr. El pesimismo, en cambio, tiene mala prensa y no vende. Todo est¨¢ atado y bien atado y as¨ª, sin venda en los ojos, adi¨®s al grandioso designio neoliberal. No ignoro qu¨¦ cr¨¢neos privilegiados han dicho que el conservadurismo es pesimista, pero me atrevo a replicar que se trata de un pesimismo muy sui generis, pues siempre ve el punto bueno de las desdichas de los dem¨¢s.
Causa y efecto se solapan o son susceptibles de hacerlo y as¨ª es como el pesimista es un desgraciado y el optimista es feliz o cosa parecida. Grosera ecuaci¨®n, pues la del bienestar creado por mecanismos externos -salvo el amor de verdad y tanto o m¨¢s que eso, la fe ciega en lo sobrenatural- es fraudulenta, mientras que el pesimismo es con frecuencia consustancial a la imperiosa necesidad de "hacer m¨¢s"; y quien desea dolorosamente hacer m¨¢s es porque ha hecho algo. La cultura occidental es obra del pesimismo. No importa que los resultados sean a veces funestos. En realidad, no lo percibieron as¨ª sus creadores; en segundo lugar, el error no deja de ser un mal necesario, un hilo esencial de la trama hist¨®rica, una calamidad que se ramifica y produce frutos de toda ¨ªndole pero con balance final positivo para el conjunto. Hay verdades que conducen a la tragedia y mentiras que terminan en un bien. El punto de partida del pesimista Malthus pudo ser falso y por supuesto tr¨¢gico ya en su ¨¦poca, pero el mundo estar¨ªa hoy un poco peor de no haber habido Malthus.
"Los individuos optimistas, comparados con los pesimistas, hacen frente a los avatares de la vida con una actitud m¨¢s esperanzada y perseveran en situaciones dif¨ªciles con m¨¢s empe?o y seguridad". Palabras de un reputado psiquiatra dado a la generalizaci¨®n. Del mismo modo puedo decir yo que, siendo el optimismo religi¨®n espuria, si no creada s¨ª atizada por los intereses de nuestra sociedad, es m¨¢s susceptible de desfondarse, pues la supercher¨ªa no resiste bien un fuerte embate. En cambio el pesimista, puesto que no espera mucho, suele resistir mejor cualquier impacto. Perm¨ªtanme un apunte personal. Hice la mili aqu¨ª, en Capitan¨ªa, y una noche me despert¨® un sabor caliente y viscoso en la boca. Encend¨ª la luz (dorm¨ªamos seis en una estancia), me palp¨¦ y era sangre que ya formaba una gran mancha en la s¨¢bana. Me asust¨¦ lo indecible, la turberculosis hac¨ªa estragos en aquella ¨¦poca y yo hab¨ªa sufrido una pleuritis tuberculosa y estaba desnutrido. V¨ª el fin pr¨®ximo, durante horas pens¨¦ en la muerte...?y me dorm¨ª! Al levantarme por la ma?ana corr¨ª al espejo, abr¨ª la boca... y a¨²n pugnaba por salir un hilillo de sangre de una porci¨®n de enc¨ªa levantada. Todav¨ªa recuerdo mi decepci¨®n, pues me hab¨ªa dormido reconciliado con la idea de la muerte, sin duda, gracias a mi temprano pesimismo. Sencillamente, ya estaba m¨¢s all¨¢ que aqu¨ª. ?Puedo decir que es el pesimista quien con mayor facilidad pasa de un estado a otro? La cirug¨ªa est¨¦tica es una resistencia desesperada contra el paso del tiempo, pero preguntad a quienes se someten a esta tortura y casi todos ellos os dir¨¢n que son optimistas. En cambio, un buen pesimista ha anticipado, metabolizado el tr¨¢nsito de su edad actual a la siguiente y no necesita siquiera resignaci¨®n para ir envejeciendo.
El culto al optimismo, al "pensar en positivo" halla un suelo f¨¦rtil en la frivolidad, capaz ¨¦sta de banalizar las cuestiones m¨¢s candentes de la condici¨®n humana. As¨ª, el recurso sobrenatural de las religiones, ?no es acaso un modo de esconder la cabeza bajo el ala? Un autoenga?o -m¨¢s bien improductivo- no identificable con la raz¨®n y muy identificable con el resto de las potencias humanas. La raz¨®n no se hace trampas ni podr¨ªa aunque quisiera. Conoce su mortalidad, la acepta muy mal y la combate sin recurrir a entelequias. He aqu¨ª el origen de la ciencia, de la literatura y del arte. Una sed insaciable de conocimiento a¨²n a sabiendas de que ¨¦ste nunca nos dar¨¢ una explicaci¨®n del mundo. Pero la inquisici¨®n en s¨ª, en sus m¨²ltiples formas, se alza como un fin en s¨ª misma. "El camino es mejor que la posada", dijo Cervantes. Y tanto es as¨ª que si la humanidad entera diera un d¨ªa con tal posada, tengo para m¨ª que el resultado bien podr¨ªa ser una guerra del todos contra todo hasta el exterminio.
No conozco obra alguna de primer orden que sea fruto del optimismo. Obras maestras atribuidas a este talante, s¨ª las hay. La m¨²sica "alegre" de Vivaldi es, en realidad, una dolorosa flecha interrogante lanzada al cielo. Pero expresando su angustia, ?c¨®mo gozan los grandes creadores e incluso los que creen serlo! Mucho cabr¨ªa hablar de la "felicidad del pesimismo". Y no es paradoja, puesto que no son conceptos antag¨®nicos.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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