El fin de una ilusi¨®n social
La ley de las 35 horas se convierte en Francia en la piedra de toque para las reformas que quiere imponer la derecha
Trabajar menos y disponer de m¨¢s tiempo de ocio. Este sue?o se plasm¨® en la famosa ley Aubry -una de las m¨¢s emblem¨¢ticas del Gobierno socialista de Lionel Jospin (1997-2002)- que implantaba la semana laboral de 35 horas. El despertar ha sido brusco. La derecha gobernante le ha disparado un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n subida en la excusa de la globalizaci¨®n y las deslocalizaciones. El Ejecutivo de Jean-Pierre Raffarin quiere, contra viento y marea, modificar en lo posible el modelo social franc¨¦s, no s¨®lo en el campo laboral, sino tambi¨¦n en el de la funci¨®n p¨²blica, la educaci¨®n o privatizando las grandes empresas estatales.
Los ¨²ltimos episodios protagonizados por el Gobierno, como el esc¨¢ndalo del ministro de Finanzas, que ped¨ªa a los franceses que se "desintoxicaran" del dinero p¨²blico mientras ocupaba una vivienda de 600 metros cuadrados a un coste de 14.000 euros pagados por los contribuyentes, alimentar¨¢n a¨²n m¨¢s la ola de protesta. La jornada de movilizaci¨®n convocada para el pr¨®ximo 10 de marzo por los tres principales sindicatos franceses, la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT), Fuerza Obrera (FO) y la CFTC -a la que han sido llamados "todos los asalariados del sector p¨²blico y del privado", as¨ª como los desempleados y los jubilados- dar¨¢ la medida del descontento social.
Los sindicatos han convocado una protesta masiva en Par¨ªs el 10 de marzo
Los socialistas acusan al Gobierno de querer que se trabaje m¨¢s y se gane menos
Ese mismo d¨ªa llegan a Par¨ªs los miembros del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) para estudiar la candidatura de la capital francesa a los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012 y lo que se encontrar¨¢n ser¨¢ una ciudad paralizada, sin transportes p¨²blicos ni servicios. De nada han valido las abiertas acusaciones de traidores de la derecha contra los sindicatos. Pero tampoco el Gobierno conservador renuncia a seguir con la reforma y aprovecha la amplia mayor¨ªa parlamentaria de que dispone para abrirse camino.
El Gobierno insiste en que la jornada de 35 horas no se ha tocado, y que lo que se ha hecho es dar libertad para trabajar m¨¢s horas al trabajador que quiera ganar m¨¢s dinero. Pero la verdad es que la reforma, probablemente, a quien beneficie sea a los patronos, especialmente a los de las peque?as y medianas empresas. Una aparente paradoja es que a los sindicatos nunca les entusiasm¨® la ley Aubry. Las grandes empresas, sin embargo, aunque no hicieran alarde de ello, descubrieron grandes beneficios. Saben que cualquier necesidad de horas de trabajo pasa por una negociaci¨®n con los trabajadores a trav¨¦s de los sindicatos. Al sector del autom¨®vil, siempre sujeto a las fluctuaciones de una demanda caprichosa y vol¨¢til, la reducci¨®n de la jornada semanal le supuso disponer de un considerable coj¨ªn de tiempo de trabajo disponible cuando fuera necesario pero fuera de la masa salarial fija.
El problema, cuando se aprob¨® la ley, es que el tope m¨¢ximo de horas extraordinarias se estableci¨® en 130, pero el propio Gobierno Jospin lo subi¨® a 180. Es por eso que el actual Ejecutivo conservador presenta esta reforma como otra "flexibilizaci¨®n" m¨¢s. A modo de anticipo, a principios de diciembre, el propio Raffarin ya firm¨® un decreto que elevaba hasta 220 el contingente legal anual de horas suplementarias. La verdad, sin embargo, es que aunque la reforma mantiene en 35 horas la duraci¨®n "legal" de la semana laboral, permite alargarla hasta 48 horas, el m¨¢ximo autorizado por la UE, siempre que sea a trav¨¦s de un acuerdo entre el trabajador y la empresa. Tambi¨¦n permite convertir en dinero los d¨ªas de recuperaci¨®n y flexibiliza la utilizaci¨®n de la llamada "cuenta ahorro tiempo".
El problema son las peque?as y medianas empresas, donde el mensaje que vende el Gobierno Raffarin de que quien quiera ganar m¨¢s dinero s¨®lo tendr¨¢ que trabajar m¨¢s, no se cumple porque las horas extraordinarias las decide el patr¨®n. La reforma permitir¨¢ a estas empresas forzar a sus empleados a trabajar m¨¢s horas cuando lo necesiten. Como dice el l¨ªder del sindicato CFDT, Francois Chereque: "Nada en la ley dice que un asalariado podr¨¢ rechazar horas". Por contra, tampoco la ley dice que la empresa deba ofrecer horas extraordinarias a sus trabajadores cuando ¨¦stos necesiten mejorar sus ingresos.
Raffarin cree que con su reforma podr¨¢ paliar el problema de fondo: la importante bajada del poder adquisitivo de los trabajadores franceses. El secretario general de la CGT, Bernard Thibault, ha denunciado que el Gobierno conservador quiere hacer pagar la misma factura dos veces a los trabajadores. De hecho, la CGT, la primera central sindical francesa, nunca apoy¨® abiertamente la ley Aubry porque consideraba, como as¨ª fue, que traer¨ªa consigo una congelaci¨®n salarial. "Entonces renunciamos a negociar subidas de salarios", asegura, "incluso en algunos lugares se bajaron para mantener el nivel de empleo, y ahora el Gobierno nos dice que si queremos m¨¢s dinero trabajemos m¨¢s horas".
Desde la izquierda socialista se asegura que la reforma de Raffarin es, ante todo, una cuesti¨®n "ideol¨®gica", una venganza, una innecesaria humillaci¨®n de la izquierda. Para la propia Martine Aubry se trata de "una marcha atr¨¢s de m¨¢s de 40 a?os en muchos aspectos", ya que, en su opini¨®n, "vac¨ªa de contenido la duraci¨®n legal del tiempo de trabajo", pues se podr¨¢n trabajar horas suplementarias sin el aumento salarial correspondiente. Lo que quiere el Gobierno, resumi¨®, es que la gente "trabaje m¨¢s sin ganar m¨¢s". Los argumentos de Raffarin son ideol¨®gicos. "El modelo social franc¨¦s, uno de los m¨¢s importantes del mundo, s¨®lo puede mantenerse con el trabajo", dijo. Fueron los socialistas quienes "hundieron el crecimiento franc¨¦s" con su pol¨ªtica, a?adi¨®.
Una ley muy pr¨¢ctica
La semana de 35 horas y las horas libres de las que pueden disponer los trabajadores, bautizadas RTT (Reducci¨®n del tiempo de trabajo), han tenido un efecto muy importante en los h¨¢bitos cotidianos de muchas familias, tanto en lo que se refiere a la organizaci¨®n de la vida dom¨¦stica como para aquellas personas que deben cuidar a ancianos o enfermos. Como explicaba una madre de familia de 32 a?os, que trabaja como inform¨¢tica en una empresa qu¨ªmica de la periferia parisina, "las RTT forman parte de mi organizaci¨®n, s¨¦ que cuando mi hija peque?a se pone enferma puedo tomarme un d¨ªa libre". "Es algo a lo que no voy a renunciar, aunque me suban el sueldo".
De modo parecido se expresaba un empleado de correos, que trabaja los s¨¢bados, y que desde que se implant¨® la jornada de 35 horas tiene un d¨ªa libre cada dos semanas y un s¨¢bado por la ma?ana de cada dos. "No me interesa ganar m¨¢s dinero", aseguraba, "siempre he preferido disponer de m¨¢s tiempo para m¨ª que engordar la libreta de ahorro". Lo que los expertos temen es que este dinero extra vaya a caer en las manos de quienes ya trabajan muchas horas extraordinarias y en sectores en los que hay escasez de especialistas. Es decir, los que ya ganan mucho, a¨²n ganar¨¢n m¨¢s. Dudan, sin embargo, de que as¨ª se vaya a recuperar el poder adquisitivo de la mayor¨ªa.
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