Don Quijote despu¨¦s de cuatro siglos
La t¨ªpica pregunta de la isla desierta ("?si pudiera llevarse un solo libro, cu¨¢l ser¨ªa?") no tiene una respuesta universal, pero los lectores m¨¢s constantes y dotados de m¨¢s juicio escoger¨ªan entre tres: la Biblia inglesa autorizada (la Biblia del rey Jacobo), las Obras completas de Shakespeare y el Quijote de Miguel de Cervantes. ?Resulta extra?o que la fecha de publicaci¨®n de los tres rivales sea pr¨¢cticamente simult¨¢nea? La Biblia del rey Jacobo apareci¨® en 1611, seis a?os despu¨¦s de que se publicara la primera parte de Don Quijote, en 1605 (la segunda parte sali¨® una d¨¦cada despu¨¦s, en 1615). En 1605, Shakespeare igual¨® la grandeza de la obra maestra de Cervantes con El rey Lear, a la que siguieron Macbeth y Antonio y Cleopatra. James Joyce, al hacerle la pregunta de la isla desierta, dio una respuesta magn¨ªfica: "Me gustar¨ªa poder decir Dante, pero tengo que quedarme con el ingl¨¦s, porque es m¨¢s rico". Se puede percibir cierto resentimiento irland¨¦s ante Shakespeare y una envidia personal por el p¨²blico que ten¨ªa Shakespeare en el Globe Theatre, que se manifiesta en una obra a¨²n poco le¨ªda (salvo por los especialistas y unos cuantos entusiastas), Finnegans Wake. En los pa¨ªses de habla inglesa, la Biblia se lee, a Shakespeare se le lee y se le representa, pero Cervantes parece tener menos presencia de la que ten¨ªa en otro tiempo. Han sido numerosas las buenas traducciones al ingl¨¦s desde la de Thomas Shelton, en 1612 -que Shakespeare conoc¨ªa sin duda-, pero la extraordinaria versi¨®n de Edith Grossman, publicada en 2003, merece ser le¨ªda por los que no podemos absorber con facilidad el espa?ol de Cervantes.
Cervantes (1547-1616) muri¨® el mismo d¨ªa que Shakespeare (1564-1616), e indudablemente nunca oy¨® hablar del dramaturgo ingl¨¦s. Shakespeare tuvo una vida tan corriente y anodina que no puede haber ninguna biograf¨ªa suya que resulte atractiva. Los hechos importantes se pueden contar en unos cuantos p¨¢rrafos. Cervantes, por el contrario, vivi¨® una existencia dif¨ªcil y violenta y, sin embargo, todav¨ªa no existe en ingl¨¦s ning¨²n relato de su vida que le haga justicia. S¨®lo el resumen parece un gui¨®n de Hollywood. Los especialistas no se ponen de acuerdo en si la familia de Cervantes era de "cristianos viejos" o "nuevos", los jud¨ªos conversos que se hicieron cat¨®licos en 1492 para evitar ser expulsados. Quien deseaba entrar en el ej¨¦rcito imperial espa?ol ten¨ªa que jurar que era de sangre "sin mancha", y as¨ª lo hicieron Cervantes y su hermano, pero llama la atenci¨®n que un h¨¦roe que perdi¨® para toda la vida el uso de la mano derecha en la gran batalla naval de Lepanto contra los turcos, en 1571, nunca recibiera la menor promoci¨®n por parte del rey Felipe II, ferozmente cat¨®lico. Hasta que lleg¨® a una vejez relativamente c¨®moda gracias al tard¨ªo mecenazgo de un noble, la historia personal de Cervantes es un desfile de privaciones. Enviado al exilio en 1569, tras participar en un duelo, fue a Italia y un a?o despu¨¦s se alist¨® en el ej¨¦rcito conjunto hispano- italiano para luchar contra el Imperio Otomano bajo las ¨®rdenes de don Juan de Austria, el hermano bastardo de Felipe II.
Recuperado en parte de las heridas sufridas en Lepanto, pero a¨²n maltrecho, Cervantes particip¨® en varias batallas navales m¨¢s hasta 1575, a?o en el que los turcos le capturaron; soport¨® cinco a?os de esclavitud en Argel, y Felipe II se neg¨® a comprar su libertad. En 1580, por fin, su familia y un monje amigo pudieron rescatarle. Sin poder obtener empleo del rey, Cervantes inici¨® una precaria carrera literaria, con repetidos fracasos como dramaturgo. La desesperaci¨®n le llev¨® a hacerse recaudador de impuestos, pero en 1598 le encarcelaron, acusado de desfalco. En la c¨¢rcel empez¨® a escribir el Quijote, terminado en 1604 y publicado al a?o siguiente por un editor que estaf¨® a Cervantes y no le pag¨® sus derechos. El libro, magn¨ªfico, se convirti¨® en un ¨¦xito inmediato, pero eso sirvi¨® de poco a la hora de cubrir las necesidades de Cervantes y su familia.
En 1614 apareci¨® una falsa segunda parte del Quijote, pero Cervantes public¨® la suya en 1615. Un a?o despu¨¦s, el mayor autor de la lengua espa?ola muri¨® y fue enterrado en una tumba sin nombre. Al leer el Quijote, no estoy convencido, en absoluto, de que tengan raz¨®n los estudiosos que consideran religiosos tanto al autor como al libro, aunque s¨®lo sea porque pierden de vista su iron¨ªa que, a menudo, es demasiado amplia para captarla. Claro est¨¢ que tambi¨¦n muchos estudiosos nos dicen que Shakespeare era cat¨®lico, y yo tampoco me lo creo demasiado, porque sus alusiones suelen hacer referencia a la Biblia de Ginebra, una versi¨®n muy protestante. El Quijote, como las ¨²ltimas obras de Shakespeare, me parece m¨¢s nihilista que cristiano; dos de los mayores creadores occidentales parecen insinuar que el destino final del alma es la aniquilaci¨®n. ?Qu¨¦ es lo que hace del Quijote la ¨²nica obra capaz de rivalizar con Shakespeare por la suprema gloria est¨¦tica? Cervantes tiene una comicidad soberbia, igual que Shakespeare, pero el Quijote tiene de comedia tan poco como Hamlet. Felipe II, que agot¨® los recursos del imperio espa?ol en defensa de la Contrarreforma, muri¨® en 1598, diez a?os despu¨¦s del fracaso de la Armada Invencible, destruida por las galernas y los marinos ingleses. La Espa?a que aparece en el Quijote es la posterior a 1598: empobrecida, desmoralizada, dominada por el clero, con la tristeza de haberse perjudicado a s¨ª misma un siglo antes al expulsar o forzar a la clandestinidad a sus vastas y productivas comunidades jud¨ªa y musulmana. En el Quijote, como en Shakespeare, hay que leer, en gran parte, entre l¨ªneas. Cuando el jovial Sancho Panza grita que ¨¦l es cristiano viejo y odia a los jud¨ªos, ?pretende Cervantes, con su sutileza, que lo leamos sin iron¨ªa? El contexto del Quijote es la miseria, salvo en las casas de los nobles, que son bastiones de burla y racismo en los que se somete al maravilloso Don Quijote a terribles bromas pesadas. La novela de Cervantes (que es el nacimiento del g¨¦nero) es memorable por dos fant¨¢sticos seres humanos, Don Quijote y Sancho Panza, y por la relaci¨®n afectuosa e irascible entre ellos. No existe una relaci¨®n as¨ª en Shakespeare: Falstaff es afectuoso y el pr¨ªncipe Hal, irascible, y Hamlet, en Horacio no tiene m¨¢s que a un adorador. En una ocasi¨®n dije que Shakespeare nos ense?a a hablar con nosotros mismos, pero Cervantes nos ense?a a hablar entre unos y otros. Aunque uno y otro construyen realidades capaces de darnos cabida a todos, Hamlet es, en definitiva, un individuo indiferente hacia s¨ª mismo y hacia los dem¨¢s, mientras que el hidalgo espa?ol es un hombre que se preocupa por s¨ª mismo, por Sancho y por quienes necesitan ayuda.
Maestros de la representaci¨®n, tanto Shakespeare como Cervantes son vitalistas, de ah¨ª que Falstaff y Sancho Panza tengan la alegr¨ªa de vivir. Pero dos autores tan modernos son, al mismo tiempo, esc¨¦pticos, y por eso Hamlet y Don Quijote est¨¢n llenos de iron¨ªa, incluso en medio de la locura. El padre castellano de la novela y el poeta y dramaturgo ingl¨¦s comparten un entusiasmo y una exuberancia que constituyen su talento genial, superior al de todos los dem¨¢s, en cualquier otra ¨¦poca y en cualquier otra lengua.
Para Don Quijote y Sancho, la libertad es una funci¨®n del orden de juego, que es desinteresado y precario. El juego del mundo, para Don Quijote, es una visi¨®n depurada de la caballer¨ªa, el juego de los caballeros errantes, las bellas damiselas virtuosas y en peligro, los magos poderosos y malvados, gigantes, ogros y b¨²squedas idealizadas. Don Quijote est¨¢ valerosamente loco y es obsesivamente valiente, pero no se enga?a a s¨ª mismo. Sabe qui¨¦n es, pero tambi¨¦n qui¨¦n puede ser si quiere. Cuando un cura moralista acusa al hidalgo de que no vive en la realidad y le ordena que se vuelva a casa y deje de viajar, Don Quijote le replica que, para ser realistas, como caballero errante, ha corregido entuertos, castigado la arrogancia y aplastado a diversos monstruos.
?Por qu¨¦ tuvo que esperar la invenci¨®n de la novela a Cervantes? Ahora, en el siglo XXI, da la impresi¨®n de que la novela sufre una larga agon¨ªa. Nuestros maestros contempor¨¢neos -Pynchon, Philip Roth, Saramago y otros- parecen forzados a volver a la picaresca y al romance, las formas precervantinas. Shakespeare y Cervantes crearon gran parte de la personalidad humana tal como la conocemos, o, al menos, las formas de representar esa personalidad: el Poldy de Joyce, su Ulysses irland¨¦s y jud¨ªo, es al mismo tiempo quijotesco y shakesperiano, pero Joyce muri¨® en 1941, antes de que el Holocausto de Hitler llegara a conocerse del todo. En nuestra era de la informaci¨®n y el terror permanente, es posible que la novela cervantina se haya quedado tan anticuada como el drama shakesperiano. Me refiero a los g¨¦neros, no a sus maestros supremos, que nunca pasar¨¢n de moda.
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