Iron¨ªas de un cat¨®lico ingl¨¦s
En el siglo XX hay tres clases de memorias pol¨ªticas de infancia y juventud. En primer lugar, un tipo que s¨®lo guarda cierto inter¨¦s period¨ªstico: de Kissinger a Bill Clinton, el amanuense oculto hila los lugares comunes del descubrimiento de la patria como destino propio, la carrera p¨²blica virtuosa, las intrigas de los otros y los errores cometidos que se pagan siempre (al menos, en estas versiones) con el retiro. Por otro lado, est¨¢n las memorias o diarios de los intelectuales de derecha cuyo ep¨ªtome ha sido Ernst J¨¹nger. El tono es en general imp¨¢vido y muy pocas veces autoinculpatorio. Suena a un prolongado "?y qu¨¦?" esgrimido con altaner¨ªa, m¨¢s all¨¢ de la culpa y la verg¨¹enza.
EL PORTERO. MEMORIAS
Terry Eagleton
Traducci¨®n de Luis Mar¨ªa Brox
Debate. Madrid, 2004
190 p¨¢ginas. 15,90 euros
Por fin est¨¢n las rememoraciones de los intelectuales de izquierda. Se trata de un artefacto intelectual y moralmente m¨¢s complejo que los anteriores. En principio debe admitir la epopeya del desarrollo personal en dos vertientes: el hijo de familia rica que llega a la izquierda, el hijo de familia pobre que llega a la Universidad y desde all¨ª abandona el velo ideol¨®gico de religi¨®n acomodaticia de sus antecesores, para llegar tambi¨¦n a la izquierda. Tras ese primer movimiento social (descenso o ascenso) y una vez "due?o" el autor de una conciencia especialmente aguzada, comienza el prolijo recuento de c¨®mo esa conciencia se deja velar por sucesivas cegueras: frente al pacto Hitler-Stalin, las purgas estalinistas, los reg¨ªmenes de la Europa del Este, Cuba y el machismo del partido ¨²nico (que advierten sobre todo las memorialistas).
Desde?ados los libros de encargo, puede decirse as¨ª que la diferencia entre las memorias y diarios de derecha y los de izquierda es, efectivamente, una ret¨®rica de la verg¨¹enza, que s¨®lo parece gobernar estos ¨²ltimos. A su vez, la ret¨®rica de la verg¨¹enza puede escorarse hacia el sarcasmo o hacia la iron¨ªa. El sarcasmo es practicado sobre todo en el mundo latino, que se entusiasma con la invectiva: Juan Goytisolo es un ejemplo muy claro de los usos expl¨ªcitos y m¨¢s ricos de ese procedimiento.
Hacia la iron¨ªa se orientan en cambio los ingleses y entre ellos, este importante libro de memorias del gran te¨®rico literario Terry Eagleton (1943), que procede de una familia cat¨®lica de pocos recursos y que se licenci¨® en el Trinity College, de Cambridge. Tras doctorarse, Eagleton ha ense?ado literatura en Oxford y en diversas universidades norteamericanas. Autor de numerosos estudios fundamentales sobre el pensamiento cr¨ªtico y la narrativa inglesa del siglo XIX, ha mantenido, en muy diversas etapas de su desarrollo, una flexible pero f¨¦rrea voluntad de renovaci¨®n de la herencia marxista, sobre todo en su combinaci¨®n con las distintas disciplinas que revolucionaron los estudios literarios desde los a?os sesenta: humanismo existencialista, estructuralismo, estudios culturales...
En estas memorias, no obstante su talante renovador, Eagleton es cl¨¢sico. Una iron¨ªa detallada, distanciada, comprensiva, ligeramente burlesca a veces, est¨¢ sostenida por un oficio y unos modelos enormemente arraigados que sus compatriotas han practicado con una asiduidad, regularidad y pericia sin comparaci¨®n posible. La materia es sabida: colegios masculinos cat¨®licos, sexo reprimido o m¨¢s bien reorientado, construcci¨®n del car¨¢cter a la manera apost¨®lica romana, con su dosis exacta de pragmatismo, culpa y desconfianza ante la exageraci¨®n reformista del alma sola ante su creador, que Eagleton pinta con una festiva sutileza muy caracter¨ªstica de los cat¨®licos ingleses.
Tras el colegio, la Universi-
dad clasista, los maravillosos retratos de profesores esc¨¦pticos, ausentes, insularmente reticentes ante la formulaci¨®n de una abstracci¨®n o una opini¨®n abiertamente restrictiva. Y despu¨¦s los viajes asombrosos y asombrados al siempre abundante zool¨®gico de los campus norteamericanos, opulentos y a la vez salvajemente esnobs. Lo mejor del g¨¦nero est¨¢ en Eagleton: las peripecias de los colegios casi victorianos, los recuerdos de los cat¨®licos minoritarios, las muchachas adelantadas a su ¨¦poca, los extravagantes, exc¨¦ntricos y sodomitas que pululan por los ejercicios memorial¨ªsticos del grupo de Bloomsbury. E incluso cierta evocaci¨®n de Chesterton, quiz¨¢ por ese catolicismo pragm¨¢tico y aristocratizante al que lleg¨® y que es el reverso exacto del catolicismo de los pobres del que parti¨® Eagleton.
Pero ni siquiera Chesterton, muerto en 1936 y por tanto alma no contaminada por la maldad absoluta del siglo XX, desconoci¨® la contradicci¨®n, la incoherencia, la culpa y la verg¨¹enza. De todos ellos, de Eagleton en concreto, se puede aprender. De los otros, de los J¨¹nger del orgullo y de la soberbia, hay que huir.
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