A la sombra de la Gran Guerra
Segundo decenio del siglo XX. Una peque?a ciudad, V., cercana al escenario de la guerra. Sus habitantes viven, trabajan y duermen oyendo el fragor del frente al fondo, pero no est¨¢n directamente afectados por el horror del combate. En todo caso, cuando aparecen los primeros heridos, la poblaci¨®n se compadece en principio, pero a medida que van llegando m¨¢s, se acostumbra y hasta le fastidia. Los soldados que parten a la l¨ªnea de batalla llaman a los ciudadanos de V., a los cobardes y a los heridos, los afortunados. Estamos en la guerra de 1914-1918, la m¨¢s atroz e in¨²til de las carnicer¨ªas del siglo. Y de pronto, en V. aparece estrangulada una ni?a de diez a?os, hija menor de uno de los vecinos, lo que conmociona a la poblaci¨®n mucho m¨¢s que esa guerra que tienen ah¨ª puesta de tel¨®n de fondo.
ALMAS GRISES
Philippe Claudel
Traducci¨®n de
Jos¨¦ Antonio Soriano
Salamandra. Barcelona, 2005
224 p¨¢ginas. 11,50 euros
La historia nos es contada desde un tiempo posterior, veinte a?os despu¨¦s, por el polic¨ªa que sigui¨® el Caso, as¨ª es como lo llaman. Y a trav¨¦s del recuerdo de lo que sus ojos vieron, la historia se ofrecer¨¢ a los nuestros. No s¨®lo a trav¨¦s de sus ojos: el relato es subjetivo y lo es, sobre todo, porque el tono de voz nos hace ver enseguida que el polic¨ªa tiene una implicaci¨®n personal en el Caso, no como culpable, pero s¨ª como afectado. Ante el lector desfilan toda una serie de personajes representativos de una ciudad de provincia del norte de Francia: almas grises en una ciudad gris cuya inercia de vida se resume en unas palabras del polic¨ªa: "A veces pienso que somos como una piedrecilla en el camino, que permanece durante d¨ªas en el mismo sitio, hasta que el pie de un paseante choca con ella y la lanza por los aires, sin raz¨®n. ?Y qu¨¦ puede hacer una piedra?". Sin embargo entre las almas grises hay jerarqu¨ªas (el juez, el fiscal, el jefe de Polic¨ªa, el alcalde...) y la sordidez moral, la cobard¨ªa y la corrupci¨®n tambi¨¦n se jerarquiza.
Esta novela, que bien pode-
mos calificar de negra para el gusto actual, es una novela soberbia en su g¨¦nero, un verdadero hallazgo, y su autor un escritor realmente poderoso. En primer lugar hay que destacar la creaci¨®n de personajes, empezando por el fiscal Destinat, descrito con verdadero talento en el primer cap¨ªtulo y terminando por secundarios como Josephine la mendiga, el m¨¦dico Lucy o el gendarme Despiaux. Philippe Claudel utiliza un recurso excelente que es el de mostrar el camino que va a marcar la novela y, sin perderlo de vista, narrar desvi¨¢ndose de continuo por caminos laterales, pero siempre avanzando. Con esto mantiene la atenci¨®n del espectador inmersa en una narraci¨®n m¨²ltiple que va construyendo el sentido del relato de manera paciente y segura; incluso, en la segunda mitad m¨¢s o menos, riza el rizo y trabaja con una narraci¨®n en primer t¨¦rmino y una segunda impl¨ªcita que establece una emocionante y sugestiva tensi¨®n con la primera: esta segunda es la historia de la mujer del polic¨ªa a punto de dar a luz; y cuando ¨¦sta acaba, una nueva segunda inquietud la sustituye y sigue corriendo por debajo de la primera: la del hijo reci¨¦n nacido del polic¨ªa.
El polic¨ªa, al narrar veinte a?os despu¨¦s, es evidente que ordena la narraci¨®n como a ¨¦l le conviene y de ah¨ª que saque a su mujer y a su hijo cuando le conviene de cara al final al que se dirige. De todo ello resulta un relato donde la intriga va mucho m¨¢s all¨¢ del asunto central. En realidad est¨¢ contando la historia de una ciudad provinciana cuya sociedad se viene abajo irremisiblemente como Europa se viene abajo tras la guerra de 1914-1918. Por eso el t¨ªtulo "almas grises": ¨¦sa es la verdad del relato: una ciudad entera poblada de almas grises todas las cuales son c¨®mplices no s¨®lo de peque?os o grandes delitos e injusticias sino, sobre todo, c¨®mplices de su propia sordidez, incluido el narrador.
El estilo de Claudel es duro y eficiente sin rehuir descripciones de gran belleza, hecho de frases cortas, tajantes, de im¨¢genes muy expresivas construidas sin florituras ("primer lunes de diciembre. En nuestra ciudad. 1917. Fr¨ªo siberiano. La tierra cruj¨ªa bajo los pies y el ruido resonaba hasta en la nuca" o "tos¨ªa cada treinta segundos, con una tos que ven¨ªa de muy lejos, para anunciar que los momentos felices ten¨ªan un final, y los cuerpos tambi¨¦n"). La atm¨®sfera de la novela y la escritura tienen un patr¨®n: el mejor Simenon, el de sus novelas m¨¢s ambiciosas, pero ?cuidado!: perfectamente asumido; no leemos a Simenon, leemos a Claudel, que lo ha asimilado perfectamente hasta hacerlo desaparecer de su narraci¨®n: s¨®lo queda la sombra, el recuerdo, y la lecci¨®n bien aprendida. Philippe Claudel es Philippe Claudel.
Adem¨¢s, Claudel trata al lec-
tor como a un lector adulto: le obliga a extraer su propia interpretaci¨®n de los hechos (la muerte de Lysie, con el polic¨ªa y el fiscal en la casita; el ¨²ltimo encuentro entre el polic¨ªa y el fiscal...) y le obliga a retener cuanto est¨¢ sucediendo porque el m¨¦todo de fragmentaci¨®n que emplea parece sinuoso, pero es claro; no evidente sino claro; y el lector sigue atento: atento a la intriga, atento a la atm¨®sfera, atento a la calidad moral de las personas, atento al paisaje de una ciudad con la guerra al fondo, atento al feroz entrecruzamiento de los dramas de la vida cotidiana, de la dignidad y la maldad -sobre todo, de esta ¨²ltima-, atento a la miseria moral que roe un mundo pacato, peque?o, rencoroso y acabado. S¨®lo una pega: el amor absorbente del polic¨ªa por Clem¨¦nce, su esposa, est¨¢ contado a posteriori, desde la p¨¦rdida, y no se acaba de mostrar suficientemente: lo que se muestra, en realidad, es la obsesi¨®n por la p¨¦rdida, que no es lo mismo, que no queda tan apoyada como debiera. En fin, dice el narrador en un momento dado, refiri¨¦ndose a un personaje, que estaba "tan muerto como cabe estarlo". Pues bien: de esta novela se puede decir que est¨¢ tan bien resuelta como cabe estarlo. Un placer para el lector.
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