Dejen de volvernos locos
Es un ruego a la FIFA, a la UEFA, a la FEF, a la FOFA o a quien corresponda, en nombre de millones de aficionados al f¨²tbol. Pero mi caso, como todos los de demencia transitoria, tiene un pre¨¢mbulo. Har¨¢ un mes o m¨¢s, recib¨ª una disparatada carta de Digital +, del que soy abonado, conmin¨¢ndome, como "local p¨²blico" que soy, seg¨²n ellos, a regularizar mi situaci¨®n timadora, y me amenazaban con impedirme comprar m¨¢s partidos en taquilla si no lo hac¨ªa, y "cortarme la se?al". Por fax les comuniqu¨¦ que yo era un particular, que a mi casa no ven¨ªan clientes y que no se trataba de un establecimiento hotelero, ni de copas, comidas, ni tan siquiera pinchos. No hubo respuesta por su parte, pero supuse que habr¨ªan enmendado su error.
Lleg¨® el s¨¢bado 19 de febrero y me dispuse a comprar en taquilla el muy atractivo Real Madrid-Athl¨¦tic de Bilbao, que se jugaba esa tarde, todo un cl¨¢sico. Pero cada vez que lo intent¨¦, en mi pantalla apareci¨®: "Tarjeta no autorizada". Entonces me acord¨¦ de aquella ofensiva carta y empec¨¦ a llamar a los varios tel¨¦fonos que se me indicaban "para m¨¢s informaci¨®n". Bien, ya saben de la detestable y despreciativa costumbre de los organismos y empresas, que lo obligan a uno a hablar largo rato con voces mec¨¢nicas y casi nunca con personas reales. As¨ª que: Si quiere esto, marque 1. ? 2. Marque almohadilla. Ahora asterisco. Ahora pist¨®n. Diga su n¨²mero de identificaci¨®n. Catorce cifras, el tal n¨²mero. Resultado final: Usted no puede comprar aqu¨ª, llame al n¨²mero tal, en el que ser¨¢ atendido (exactamente el mismo al que ya llamaba, un callej¨®n sin salida). Una vez y otra, vuelta a empezar, c¨ªrculo vicioso, cerrado, con alguna variante: Los s¨¢bados aqu¨ª no hay ni dios (justo uno de los d¨ªas en que se celebran partidos de Liga y la gente los compra, bastante caros, adem¨¢s). Notaba c¨®mo iba convirti¨¦ndome en una hidra, o en Mr Hyde. Aunque sepa que Canal + y Digital + no son del todo lo mismo, llam¨¦ a los tel¨¦fonos del primero, a ver si hab¨ªa all¨ª alg¨²n desdichado. Marque 1. ? 3. Almohadilla. Estafeta. Haga la prueba del algod¨®n. No podemos atenderle. D¨¦jenos en paz, que es s¨¢bado. Comunicaci¨®n cortada. Vuelta a empezar. Musiquilla asquerosa. Le pasamos con un agente. Comunicaci¨®n cortada, y as¨ª m¨¢s de una hora de reloj. Por fin, a la vigesimos¨¦ptima tentativa, en el tel¨¦fono de "locales p¨²blicos", sali¨® alguien real a quien pude exponer mi caso y se?alar el error. N¨²mero de tarjeta. N¨²mero de NIF. Cu¨¢ndo recibi¨® esa carta. Le lleg¨® por correo o por mensajero. Qu¨¦ tipo de local posee. Repet¨ª cinco veces lo del fax de un mes atr¨¢s. La voz femenina se apiad¨® de m¨ª y accedi¨® a activarme la tarjeta de nuevo, hasta que venga a mi domicilio un t¨¦cnico para comprobar que aqu¨ª no se sirven tapas ni men¨²s del d¨ªa ni se cobra la entrada a nadie. La visita me supondr¨¢ otra p¨¦rdida de tiempo, pero al menos podr¨ªa ver al Madrid y al Athl¨¦tic.
Lleg¨® la hora, y a los quince minutos el Bilbao meti¨® un gol de los llamados "fantasma": bal¨®n al larguero, bota dentro de la porter¨ªa, sale despedido hacia fuera. Uno lo ve. Todos lo vemos. Menos el ¨¢rbitro y sus ayudantes. Y no digamos en las instant¨¢neas -insisto, instant¨¢neas- repeticiones de la televisi¨®n. Clar¨ªsimo, gol golazo. Bien, en contra de lo que propalan quienes odian o envidian enfermizamente al Madrid, los madridistas verdaderos (no esos anormales que lanzan gritos racistas) tenemos un muy desarrollado sentido de la justicia, y nada nos molesta tanto como recibir beneficio de los errores arbitrales. En ese momento supe que se me hab¨ªa arruinado el partido. Ya s¨®lo podr¨ªa disfrutarlo si la injusticia se igualaba pronto y al Madrid, por ejemplo, se le anulaba un gol legal. As¨ª que me puse a desear que eso ocurriera, para que todo regresara a su ser. Pero, seg¨²n iba pasando el tiempo sin que eso ocurriera, mi siguiente deseo fue que mi equipo no marcara, porque entonces la injusticia se habr¨ªa agrandado, y que s¨ª lo hiciera el Athl¨¦tic, a ser posible en fuera de juego no se?alado o de penalty inexistente.
Lo hizo. Uno y dos goles, ambos legal¨ªsimos. El Madrid se qued¨® en blanco y respir¨¦ aliviado. Pero para un merengue desde la infancia como yo ? La experiencia me dej¨® trastornado. ?Qu¨¦ cuesta, qu¨¦ mentes imb¨¦ciles e incendiarias impiden a¨²n que los ¨¢rbitros consulten instant¨¢neamente las im¨¢genes repetidas que millones de aficionados tenemos a nuestra disposici¨®n, cuando hay dudas graves como la de ese gol? ?No quieren la UEFA y la FIFA desterrar la violencia de los estadios? ?Por qu¨¦ no colaboran, entonces, reduciendo al m¨ªnimo las decisiones equivocadas, que son lo que solivianta a los p¨²blicos o los pone fuera de s¨ª? ?Y por qu¨¦ obligan a los madridistas verdaderos a sufrir ataques de esquizofrenia como el que padec¨ª el 19 de febrero? No s¨¦ si se dan cuenta, pero entre el pre¨¢mbulo y los hechos ese d¨ªa me pas¨¦ varias horas crey¨¦ndome un tabernero estafador de Bilbao. Y la verdad, todo ello me pilla demasiado lejos para que no se haya resentido mi salud mental.
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