El corredor de la muerte no es apto para menores
La decisi¨®n del Supremo de EE UU de prohibir la pena capital por debajo de los 18 a?os libra de la ejecuci¨®n a 72 reos
"El acto que comet¨ª y por el que me encerraron aqu¨ª fue atroz. Lamento la muerte de John Luttig. Esta noche decimos al mundo que, para la justicia, no hay segunda oportunidad. Hoy nadie gana. Nadie cierra sus heridas. Nadie sale victorioso". ?sta fue la declaraci¨®n final de Napole¨®n Beazley antes de ser ejecutado en Tejas con una inyecci¨®n letal en mayo de 2002. Beazley cometi¨® su crimen cuando legalmente era demasiado joven para fumar, para beber o incluso para votar. Bajo la ley se le consideraba menor de edad para casi todo. Excepto para ser ejecutado. Para Napole¨®n Beazley, que cometi¨® su crimen a los 17 a?os, la decisi¨®n del Tribunal Supremo de EE UU de eliminar la pena capital para menores de 18 a?os llega tarde.
El hist¨®rico fallo del m¨¢ximo tribunal fue muy ajustado, cinco votos contra cuatro
No as¨ª para Anzel Jones, Edward Capetillo, Raymond Cobb... As¨ª, hasta 72 presos que hoy est¨¢n en alguno de los corredores de la muerte de EE UU y que ten¨ªan 16 o 17 a?os cuando cometieron sus cr¨ªmenes, seg¨²n datos del Centro de Informaci¨®n sobre la Pena de Muerte; 3.500 personas han sido condenadas a muerte en EE UU desde que se reinstaur¨® su pr¨¢ctica en 1976.
Una ajustada -cinco votos contra cuatro en el Supremo-, pero hist¨®rica decisi¨®n les ha salvado la vida. Decisi¨®n que ha estado inspirada en el caso conocido como Roper versus Simmons.
En 1993, cuando Christopher Simmons contaba 17 a?os, entr¨® a robar en una vivienda de Misuri. Dentro de la casa encontr¨® a una mujer a la que Simmons at¨®, amordaz¨® y tir¨® viva desde un puente a un r¨ªo, donde muri¨® ahogada. Fue condenado a muerte. Pero sus abogados recurrieron la decisi¨®n por considerar "inconstitucional" el ajusticiamiento de un menor. Cuando el Supremo de Misuri decidi¨® que la aplicaci¨®n de la m¨¢xima pena era ilegal, el Estado recurri¨® a la Corte Suprema de Washington. Esta m¨¢xima corte se pronunci¨® el pasado martes, salvando as¨ª la vida a 72 reos. Todos ellos son hombres. De los 50 Estados que componen EE UU, 38 aplican la pena capital y 19 de ellos lo hac¨ªan sobre menores de edad.
Simmons, que ahora cuenta 28 a?os, no consigui¨® hablar con ninguno de sus familiares el d¨ªa que se conoci¨® la noticia. S¨ª lo hizo con uno de sus abogados. "Gracias, muchas gracias", fue lo que atin¨® a decir desde la c¨¢rcel de Kansas donde ahora cumplir¨¢ cadena perpetua, seg¨²n cont¨® su letrado. Simmons llevaba meses rezando. "Creo que ve la mano de Dios en el resultado", inform¨® el abogado.
Mano divina o no, lo que ha tenido un peso determinante entre los argumentos de los nueve jueces a la hora de dictar la sentencia es que EE UU no pod¨ªa seguir siendo una excepci¨®n, ya insostenible, dentro de la comunidad de pa¨ªses civilizados, al aplicar la pena de muerte a adolescentes. Junto a Somalia, EE UU era el ¨²nico pa¨ªs del mundo en que se aplicaba, legalmente, esta pena a menores. Esto era posible, ya que ni Washington ni Mogadiscio han ratificado la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o de la ONU, donde se proh¨ªbe la pena capital a menores.
Shermaine Johnson, otro menor en el momento de cometer un crimen que niega -la violaci¨®n y asesinato de una joven de 22 a?os- ha recibido esta semana una llamada que llevaba esperando m¨¢s de diez a?os. Fue condenado cuando ten¨ªa 16 y ahora tiene 27. Ha pasado m¨¢s de una d¨¦cada en el corredor de la muerte de una c¨¢rcel de Virginia. Su abogado mostr¨® su felicidad al conocer el anuncio.
No se sinti¨® tan afortunado el abogado Steven Schneebaum. Su cliente, Steve Roach, ten¨ªa 17 a?os cuando mat¨® de un tiro a su vecino. Con 23, el Estado cometi¨® en su persona un homicidio legal en el a?o 2000. "Siento que el Supremo haya llegado a una conclusi¨®n que desgraciadamente para m¨ª, pero sobre todo para mi representado, llega demasiado tarde", dijo Schneebaum. Es el mismo caso de Gerald Mitchell. Ejecutado en Tejas en 2001 con una inyecci¨®n letal por un crimen cometido cuando ten¨ªa tambi¨¦n 17 a?os.
Quien no pisar¨¢ el corredor es Lee Boyd Malvo. A Malvo le faltaban ocho meses para la mayor¨ªa de edad cuando aterroriz¨® junto a un adulto la regi¨®n de Washington al convertirse en francotiradores y asesinar a varias personas. El entonces secretario de Justicia, John Ashcroft, intervino cuando fueron capturados para que ambos, incluido el menor, fueran juzgados en Virginia, Estado donde exist¨ªa pena capital para menores.
Entre las razones del Supremo para abolir la pena de muerte a menores se argument¨® que era un "castigo inusual" e "inhumano" y, por lo tanto, inconstitucional. Pero tambi¨¦n se tuvo en cuenta que "la inestabilidad y el desequilibrio emocional de los j¨®venes pueden ser un factor".
Glen McGinnis hubiera cabido hoy dentro de esa definici¨®n. Fue ejecutado en enero de 2000 por un asesinato en Tejas cometido a los 17 a?os. Pero su vida fue un cat¨¢logo de abusos. La madre de McGinnis ejerc¨ªa la prostituci¨®n en el apartamento de un solo dormitorio que compart¨ªa con su hijo. Era adicta al crack. Su padrastro lo somet¨ªa a todo tipo de abusos. El Servicio de Protecci¨®n al Menor intervino tres veces: una, cuando el ni?o fue violado por su padrastro a los 10 a?os; otra, cuando lo golpearon en la cabeza con un bate de b¨¦isbol, y la tercera, cuando su madre y su padrastro le quemaron el est¨®mago con aceite hirviendo.
Las tres veces, el Servicio de Protecci¨®n al Menor devolvi¨® a Glen a su casa. Las tres veces ¨¦l se escap¨®. Cuando cometi¨® el asesinato estaba en libertad condicional por el robo de un veh¨ªculo. En su juicio, el fiscal del distrito pidi¨® en¨¦rgicamente la pena de muerte y retrat¨® a Glen McGinnis como un delincuente habitual que, si viv¨ªa, representar¨ªa una amenaza para la sociedad.
La defensa present¨® pruebas de los abusos y la falta de cuidados sufridos por Glen durante su infancia. Los empleados del centro de detenci¨®n de menores en el que hab¨ªa estado recluido declararon que ten¨ªa un buen expediente disciplinario. Seg¨²n dijeron, no era agresivo, ni siquiera ante las constantes agresiones de otros menores del centro, que lo atacaban por su homosexualidad. McGinnis muri¨® por inyecci¨®n letal en 2000.
El d¨ªa de la decisi¨®n del Supremo no todo el mundo estuvo satisfecho. Los grupos de defensa de la pena capital se mostraron decepcionados. Existen voces que proponen rebajar la edad. Es el caso del ex gobernador de California Pete Wilson. En su opini¨®n, la pena de muerte deber¨ªa aplicarse a partir de los 14 a?os.
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