El relato de la periodista liberada en Irak choca con la versi¨®n de EE UU
Italia pag¨® un rescate de al menos seis millones de euros, en contra del criterio de Washington
Giuliana Sgrena public¨® ayer en Il Manifesto el relato de su sangrienta liberaci¨®n en Bagdad y aport¨® nuevos detalles, pero su versi¨®n y la del agente secreto italiano que sobrevivi¨® al ataque de los soldados estadounidenses segu¨ªan sin encajar con las vagas explicaciones de Washington acerca de "un error de comunicaci¨®n". Parec¨ªa cada vez m¨¢s claro que desde el principio del secuestro las fuerzas de EE UU se hab¨ªan opuesto al pago de un rescate por Sgrena (finalmente fueron pagados entre seis y ocho millones de euros), lo que oblig¨® a los servicios secretos italianos a actuar de forma aut¨®noma.
En un art¨ªculo titulado Mi verdad, Giuliana Sgrena narr¨® el mes m¨¢s intenso de su vida. En los primeros d¨ªas del secuestro, cometido el 4 de febrero, Sgrena no derram¨® una l¨¢grima. Se sent¨ªa furiosa. Al tercer d¨ªa le permitieron ver en televisi¨®n un noticiario: "Vi mi imagen en una fotograf¨ªa gigante en la fachada del Ayuntamiento de Roma y me anim¨®. Inmediatamente lleg¨® la reivindicaci¨®n de la Yihad Isl¨¢mica, que anunciaba mi ejecuci¨®n si Italia no retiraba sus tropas. Estaba aterrorizada, pero me dijeron que no era de ellos aquella reivindicaci¨®n, que se trataba de provocadores".
Los secuestradores parec¨ªan interesados s¨®lo en el rescate. Su primera petici¨®n fue de un mill¨®n de d¨®lares (0,75 millones de euros), seg¨²n fuentes gubernamentales citadas por el Corriere della Sera, pero cuando comprobaron que Italia estaba dispuesta a pagar hicieron ascender progresivamente sus exigencias hasta ocho millones de euros. Las mismas fuentes dijeron que la liberaci¨®n fue conseguida a ese precio o quiz¨¢ por un poco menos: seis millones.
Ese punto, el del rescate, separ¨® a Roma y Washington. La postura estadounidense es radicalmente contraria al pago de rescates, porque se considera que el dinero fomenta nuevos secuestros y en ¨²ltimo extremo nutre las arcas del terrorismo. El Gobierno de Berlusconi actu¨® por su cuenta, aunque EE UU, como deferencia ante uno de sus aliados m¨¢s fieles, se comprometi¨® a no entorpecer la operaci¨®n.
El encargado de negociar con los secuestradores fue Nicola Calipari, jefe del Sismi (Servicio de Inteligencia Militar Italiano) en Oriente Pr¨®ximo y Asia Central. Una vez desembolsado el dinero por una v¨ªa no revelada, se fij¨® una cita para la entrega de la reh¨¦n.
Sgrena, que hab¨ªa desarrollado una cierta relaci¨®n con los dos hombres que la custodiaban (ambos hablaban ingl¨¦s y uno de ellos, al parecer, era seguidor del Roma y tifosi del futbolista Francesco Totti), fue advertida de que su libertad estaba pr¨®xima. Los secuestradores tambi¨¦n le advirtieron de que el tramo final era el m¨¢s peligroso, porque las normas de actuaci¨®n estadounidenses, de las que parec¨ªan muy bien informados, exig¨ªan a los soldados que dispararan contra los secuestradores y s¨®lo secundariamente que intentaran salvar a los secuestrados.
El viernes Sgrena fue introducida en un autom¨®vil con sus dos carceleros y un conductor. Le cubrieron los ojos con algod¨®n y unas gafas de sol y circularon durante un tiempo no precisado. Luego frenaron, descendieron y desaparecieron, y la periodista permaneci¨® en el coche. Despu¨¦s escuch¨® una voz italiana: "Giuliana, soy Nicola, no te preocupes, he hablado con Gabriele Polo [director de Il Manifesto], est¨¢s libre".
Para llegar hasta all¨ª, Nicola Calipari hab¨ªa alquilado en el aeropuerto de Bagdad un autom¨®vil gris con matr¨ªcula iraqu¨ª. Quer¨ªa pasar desapercibido. Sali¨® del aeropuerto de Bagdad casi al mismo tiempo que Sgrena y sus secuestradores abandonaban su escondite.
Una cuesti¨®n que segu¨ªa siendo confusa ayer, se refer¨ªa al n¨²mero de agentes italianos que acompa?aban a Calipari. Adem¨¢s de Calipari, se habl¨® primero de un agente que sufri¨® heridas leves y de un tercero que se qued¨® en Bagdad, con heridas graves. Ayer desapareci¨® el tercer hombre: el Gobierno afirm¨® que nunca hab¨ªa existido.
En el fat¨ªdico viaje hacia el aeropuerto de Bagdad, escribi¨® Sgrena, "el conductor hab¨ªa hablado dos veces con la Embajada y con Italia" y todos descargaban la tensi¨®n con bromas. De pronto, "una lluvia de fuego y proyectiles [que no dur¨® minutos, sino 15 o 20 segundos, seg¨²n declar¨® a la fiscal¨ªa italiana el agente herido] se abati¨® sobre nosotros. El conductor gritaba: '?Somos italianos!'. Nicola Calipari se arroj¨® sobre m¨ª para protegerme y de inmediato not¨¦ su ¨²ltimo suspiro, se me muri¨® encima".
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