Fuera de L¨ªbano. P¨¢salo
Cuando los pueblos pierden el miedo y se ponen en marcha es dif¨ªcil pararlos. Menos a¨²n cuando desde fuera se les ayuda, o incluso se les empuja, como ha ocurrido en Ucrania, y ahora en L¨ªbano. El ejemplo de la revoluci¨®n naranja de Kiev ha cundido. En esa ocasi¨®n la gente se ech¨® a la calle para denunciar un fraude electoral, como en su d¨ªa ocurri¨® en Belgrado. Esta vez, en L¨ªbano, ha sido el asesinato de Rafik Hariri la gota que ha desbordado el vaso. Decenas de miles de libaneses -musulmanes, cristianos, drusos y otros, juntos- se han echado a la calle para exigir la dimisi¨®n del Gobierno prosirio -que han conseguido- y la salida de las tropas (y servicios secretos) sirios, paso que viene pidiendo la ONU y que impulsan notoriamente Washington y Par¨ªs (y en su estela casi todo el mundo, incluida Arabia Saud¨ª). Es m¨¢s sensato esto que andar invadiendo pa¨ªses para cambiar sus reg¨ªmenes.
El antiguo agente Mark Almond recordaba en The Guardian c¨®mo en los ochenta llev¨® dinero occidental a los disidentes en Europa del Este y c¨®mo se financiaron aquellos levantamientos de finales de los ochenta, o posteriormente en Ucrania. Fue inteligente ese uso de poder blando. En un Oriente Medio que est¨¢ viviendo un terremoto pol¨ªtico-estrat¨¦gico desde la invasi¨®n de Irak, L¨ªbano no es una mera pieza, sino toda una jugada. Cuando Bush proclama que el mundo "habla con una sola voz a la hora de asegurar que la democracia tiene una posibilidad de florecer en L¨ªbano", y pide una retirada siria "completa", son m¨¢s que palabras, aunque el objetivo final no sea L¨ªbano, sino Damasco, desde Beirut y desde Bagdad. Ante la presi¨®n, el presidente sirio, Bachar el Asad, ha anunciado una retirada "gradual y organizada", sin plazos, y en dos fases: primero al valle de la Beeka y posteriormente al lado sirio de la frontera. Insuficiente, pues los manifestantes, Washington y otros, exigen que las tropas sirias -que en su origen fueron llamadas para imponer la paz- hayan abandonado L¨ªbano para mayo, cuando est¨¢n previstas elecciones que, en un pa¨ªs ocupado, no ser¨ªan libres.
La estabilidad no est¨¢ garantizada, pero no es ¨¦se el nombre de la partida en la zona desde la invasi¨®n de Irak. Una, o la clave la tiene Hezbol¨¢, el grupo integrista y terrorista apoyado por Siria, y que los opositores piden rompa esos lazos y se una a ellos, pero que se resiste y en cuyas manos est¨¢ la llave de la violencia. Lo que est¨¢ ocurriendo se inscribe en un proceso general de fragmentaci¨®n del mundo ¨¢rabe. L¨ªbano es un mosaico sociopol¨ªtico de dif¨ªcil gobernabilidad. Es Oriente Medio concentrado, y pese a que en su pasado ha tenido tiempos en que ha sabido s¨®lo vivir en paz, el peligro de caos es real. Por eso no es descabellada la sugerencia egipcia de que la ONU monte una operaci¨®n militar para acompa?ar la ya inevitable retirada siria.
Las elecciones que se fomentan desde Washington en el mundo ¨¢rabe pueden producir sorpresas. En Palestina gan¨® Abbas la presidencia de la Autoridad Nacional. Pero es Ham¨¢s el que est¨¢ ganando las municipales y veremos qu¨¦ pasa en los comicios para la Asamblea. En Arabia Saud¨ª, al menos en Riad, por la primera rendija electoral que se abre se cuelan representantes de fundamentalismos m¨¢s profundos a¨²n que el del r¨¦gimen que gobierna. Y en Irak han ganado, aunque a¨²n no puedan gobernar, las listas religiosas chi¨ªes. ?Es raz¨®n para no impulsar la democracia? No, claro. Pero el mal ejemplo de Argelia no puede olvidarse. Se abri¨® la mano al pluralismo y cuando iban a ganar los integristas del FIS en 1991 se dio un golpe de Estado. Sigui¨® lo que fue una larga guerra civil. Si se apuesta por la democracia, hay que hacerlo con todas sus consecuencias, si bien con garant¨ªas. Los fundamentalismos musulmanes son m¨¢s que una larga gripe, pero quiz¨¢s sean uno de los caminos a la modernizaci¨®n, que no occidentalizaci¨®n, de esas sociedades. aortega@elpais.es
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