?Qui¨¦n se acuerda de las lenguas?
En estos d¨ªas en que sabios y profanos discuten acerca de nuestra calidad televisiva, no puede dejar de sorprenderme, y hasta inquietarme, el hecho de que a nadie se le haya ocurrido poner sobre el tapete uno de los aspectos fundamentales que podr¨ªan salvar al medio televisivo en t¨¦rminos educativos: su capacidad como difusor ling¨¹¨ªstico.
Soy profesor de ingl¨¦s en un instituto de educaci¨®n secundaria; eso significa que, con mucha suerte, mis alumnos escuchan la lengua de Shakespeare durante tres horas a la semana (dando por buenas dos hypothetical conditions absolutamente inciertas: que yo hablara sin parar durante la hora completa que dura la clase y que ellos me escucharan durante el 100% de ese tiempo).
Tres horas para que el analfabetismo espa?ol en el aprendizaje de segundas lenguas se sit¨²e en los niveles m¨ªnimos de otros pa¨ªses de esta Europa comunitaria de la que somos miembros rendidos.
?Puede alguno imaginarse cu¨¢nto cambiar¨ªa la situaci¨®n tan s¨®lo con que nuestros adolescentes le dedicaran al ingl¨¦s (franc¨¦s, alem¨¢n, etc¨¦tera) alguna de esas tres, cuatro o cinco horas diarias que aseguran ver la televisi¨®n?
Parad¨®jicamente, existe una respuesta a esta pregunta ret¨®rica, y es una obviedad: ofrezcamos programas y pel¨ªculas subtitulados en horarios de m¨¢xima audiencia. Matar¨ªamos dos p¨¢jaros de un tiro: por un lado, los m¨¢s peque?os encontrar¨ªan la necesidad de adaptarse a las necesidades lectoras para ver sus programas favoritos, por otro, comenzar¨ªamos desde temprana edad a familiarizar nuestros o¨ªdos con sonidos y estructuras diferentes.
Puede que a los m¨¢s mayores nos costara adaptarnos al nuevo orden cat¨®dico, pero, a fin de cuentas, tambi¨¦n la llegada del euro amenazaba con tormentas devastadoras, y aqu¨ª estamos, dando billetes rosas donde antes los d¨¢bamos verdes. Por favor, se?ores de la caja tonta, h¨¢ganlo por los futuros europeos nacidos en Espa?a.
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