?Se hundi¨® el Carmel?
Si la pol¨ªtica catalana sigue por el camino emprendido estos d¨ªas llegar¨¢ un momento en que cualquier ¨¦mulo de Jean Baudrillard podr¨¢ preguntarse si realmente el hundimiento del Carmel existi¨®. Desde que Pasqual Maragall ment¨® el famoso 3%, el debate pol¨ªtico ha entrado en una v¨ªa de alucinante alejamiento de la realidad. Ni el Carmel, ni las comisiones, ni el 11-M, a juzgar por la desmemoria de los diputados catalanes, ni siquiera los malos tratos a las mujeres, a juzgar por la lamentable comparaci¨®n del presidente, han existido.
La elisi¨®n de la realidad no es nada nuevo en Catalu?a, donde se ha confundido a menudo la ritualizaci¨®n del conflicto propio del juego democr¨¢tico con neutralizaci¨®n y ocultaci¨®n. La tan reiterada met¨¢fora del oasis no era m¨¢s que una manera de esconder las zonas de sombra aceptada impl¨ªcitamente por la totalidad de las fuerzas pol¨ªticas. El propio nacionalismo se present¨® siempre como un partido por encima de los conflictos y las contradicciones sociales; es decir, fuera de la realidad. Se pod¨ªa esperar que la llegada de la izquierda al poder sirviera para desmontar el decorado que representaba esta casa de todos, convertida en un inmenso kitsch. El kitsch, como ya advirti¨® Milan Kundera, no es m¨¢s que la ocultaci¨®n de la mierda.
Pero el tripartito ha recreado los mitos del pasado hasta que la cruda realidad, en forma de hundimiento, ha llamado a su puerta. El presidente Maragall ha utilizado como patada defensiva una met¨¢fora del oasis: 3%. El efecto ha sido inmediato: del problema real -la situaci¨®n del Carmel- se ha pasado al problema gremial: la lucha descarnada por el poder pol¨ªtico. La huida a ninguna parte del presidente; la huida hacia los costados de Esquerra Republicana -otra vez en el territorio ficticio de la equidistancia, es decir, de la dejaci¨®n de responsabilidad; la huida hacia la querella vergonzante que los m¨¢ximos dirigentes de CiU ni siquiera se atreven a firmar; la huida hacia la moci¨®n de censura inviable del PP, que ve con satisfacci¨®n como el globo catal¨¢n, al que s¨®lo hab¨ªa podido subir de rond¨®n ante la debilidad de CiU en la legislatura pasada, se deshincha.
Por si fuera poco, atrapado en un callej¨®n que ¨¦l mismo construye con ah¨ªnco cada d¨ªa, el presidente Maragall ha optado por la v¨ªa populista, siguiendo el estilo de defensa victimista tan utilizado por su antecesor. Si antes la v¨ªctima era Catalu?a y los verdugos los eternos enemigos de la patria catalana, ahora la v¨ªctima es la izquierda y el enemigo la troglodita derecha de toda la vida.
El problema de esta estrategia es que empieza en la exageraci¨®n y la desproporci¨®n, y acaba, inevitablemente, en el desprop¨®sito. No hay nada peor que hacer afirmaciones que no se corresponden con lo que la gente percibe. No hacen ganar prestigio ni credibilidad al que las formula y en cambio agrandan el abismo entre gobernantes y gobernados. Comparar una querella y una moci¨®n de censura con una guerra civil no tiene gracia ni siquiera como chiste. La osad¨ªa de comparar los apuros del tripartito con los malos tratos a las mujeres supera ya cualquier l¨ªmite. Hay dramas ante los que no caben las bromas, y mucho menos trat¨¢ndose de un presidente. La condici¨®n de v¨ªctima -que la mayor¨ªa de las veces no es escogida, sino sufrida- no otorga superioridad moral, pero si merece el m¨¢s absoluto respeto. Y respeto quiere decir dos cosas: reconocerlas y no manipularlas. Un desliz en relaci¨®n con las v¨ªctimas es un s¨ªntoma inequ¨ªvoco de p¨¦rdida de sentido de la realidad. S¨®lo si se tiene la mente totalmente ocupada en c¨®mo conservar el poder, se puede cometer la frivolidad de comparar los apuros propios del oficio de gobernante en un pa¨ªs democr¨¢tico con los malos tratos a las mujeres.
Los gobernantes se han quedado desnudos: de pronto, los problemas reales han desaparecido y s¨®lo han quedado en la escena fugas, querellas, mociones, movimientos, desplantes, amenazas. El peor efecto de lo ocurrido es que crece entre la gente la sensaci¨®n de que sus problemas no interesan lo m¨¢s m¨ªnimo. ?C¨®mo se recupera la confianza? Mientras el 3% planee como una nube que no acaba de descargar nunca; mientras la huida hacia delante contin¨²e generando desprop¨®sitos y el presidente siga abriendo un nuevo frente de enemistades cada d¨ªa, seguir¨¢ reinando el desconcierto.
Pero ?de qu¨¦ se trata? De reconstruir el simulacro nacional, como pretende CiU, blanqueando al mismo tiempo cualquier pasado; de mantener al tripartito tambaleante hasta final de legislatura; o realmente de provocar el reencuentro del pa¨ªs consigo mismo despu¨¦s de tanta simulaci¨®n. Me temo que la tercera hip¨®tesis no est¨¢ ni siquiera en el orden del d¨ªa, por m¨¢s que es lo que mucha gente esperaba de la izquierda. A pesar de las apariencias, se vuelve al pasteleo, como se ha demostrado al rechazar CiU y el tripartito la comparecencia de Pujol y Maragall en la comisi¨®n del Carmel. Entramos en una de las m¨¢s absurdas carreras de ficci¨®n pol¨ªtica. A media voz, se da casi por seguro que habr¨¢ elecciones anticipadas en el t¨¦rmino m¨¢ximo de un a?o. De modo que en los pr¨®ximos meses asistiremos al lamentable espect¨¢culo de cinco partidos intentando endosarse mutuamente la culpa del fracaso del Estatut. Mediocre futuro, que deja a los pol¨ªticos que realmente han tocado realidad y han tratado de resolver problemas concretos, que tambi¨¦n existen, fuera de toda visibilidad.
?Hay que entender esta crisis como una transici¨®n inevitable? ?Es un desorden por el que se ten¨ªa que transitar forzosamente para salir de los 23 a?os de ficci¨®n nacionalista? ?Es simplemente el fracaso de los que prometieron hacer las cosas de otra manera? Creo que la verdadera cuesti¨®n es otra: ?hay alguien capaz de devolver la respetabilidad a las instituciones dejando al mismo tiempo que emerja la verdadera realidad del pa¨ªs y enterrando para siempre esta ficci¨®n que ha sido el oasis catal¨¢n? Si alg¨²n d¨ªa este liderazgo aparece el tripartito quedar¨¢ justificado como un episodio de transici¨®n.
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