El lugar de las v¨ªctimas
Han pasado de invisibles a iconos. Las v¨ªctimas a las que hasta hace poco s¨®lo ve¨ªamos en el d¨ªa del funeral han sido revestidas de autoridad moral en la vida pol¨ªtica. Los desacuerdos de la comisi¨®n parlamentaria del 11-M han preocupado a unos partidos y otros por lo que pudieran pensar o c¨®mo lo pudieran interpretar las propias v¨ªctimas o sus allegados. Al hacerse tan visibles las v¨ªctimas, se han convertido en material pol¨ªtico e informativo. Nada de particular entonces que la pol¨ªtica y la informaci¨®n traten tan delicado asunto desde sus propios intereses y con sus propias l¨®gicas. Ahora bien, con ser importante que saquen de sus interlocutores pol¨ªticos y medi¨¢ticos lo mejor de s¨ª, lo verdaderamente decisivo es lo que ellas puedan decir. Para eso tienen que conquistar su propio espacio.
Conocemos el alcance de la mirada del pol¨ªtico y del periodista con sus luces y sus sombras. Lo que puede revolucionar el significado de la vida p¨²blica es saber c¨®mo ven las cosas cotidianas los ojos de las v¨ªctimas, c¨®mo valoran las prioridades de los dem¨¢s, qu¨¦ es lo importante y secundario, qu¨¦ esperan de nosotros o, dicho en t¨¦rminos m¨¢s sonoros, c¨®mo se sit¨²an frente a la l¨®gica de la historia. Que no piensen que va a ser f¨¢cil, porque esa mirada puede ser tan inc¨®moda que ya hay quien se ha encargado de hablar por ellas. En torno al dolor de las v¨ªctimas se da una batalla hermen¨¦utica tan vieja como el dolor mismo. En ese lance todo el mundo ha echado su cuarto a espadas porque lo que est¨¢ en juego es el modo y manera de vivir de los vivos: las religiones hablan de consuelo; las filosof¨ªas, de que el progreso tiene sus riesgos y sus costos; la pol¨ªtica, que no hay que dejarse condicionar por la violencia terrorista... A las v¨ªctimas las acompa?amos en el sentimiento y, una vez acabado el duelo, esperamos de ellas que acepten las cosas tal y como se las explican los dem¨¢s.
Tan cierta como la unanimidad sobre la inhumanidad del crimen es el despiadado enfrentamiento sobre su significaci¨®n. Menos el criminal, todo ser humano invoca el "no matar¨¢s" ante un hombre o una mujer asesinados, pero a la hora de decidir qu¨¦ significa ese crimen para los que quedan, las valoraciones son dispares. Lo estamos viendo en el Pa¨ªs Vasco todos los d¨ªas. Los partidos democr¨¢ticos condenan el crimen sin reserva alguna, pero unos a?aden a continuaci¨®n que eso no debe condicionar la agenda pol¨ªtica, mientras que para otros la lucha contra el crimen es el primer punto de la susodicha agenda porque la amenaza de muerte -que afecta a unos y no a otros- rompe la igualdad de los contendientes pol¨ªticos en la defensa de sus propias posiciones. No hay igualdad en la contienda cuando la mitad est¨¢ amenazada, de ah¨ª que se interprete el crimen o la amenaza de muerte como el problema que condiciona el ser o no ser de la pol¨ªtica democr¨¢tica, de suerte que mientras no se restablezca la igualdad en la seguridad de la vida, todo plan soberanista est¨¢ fuera de lugar. Todos condenan el hecho del crimen, pero unos jibarizan su significaci¨®n pol¨ªtica mientras que otros la elevan a centro de la estrategia.
Esa disparidad en la interpretaci¨®n del sufrimiento de las v¨ªctimas divide a la humanidad en dos. Walter Benjamin lo explic¨® pl¨¢sticamente comentando el cuadro del pintor expresionista Paul Klee titulado Angelus Novus. Representa a un ¨¢ngel que vuela hacia adelante, aunque con la particularidad de tener el rostro vuelto hacia atr¨¢s. La cara est¨¢ desencajada porque a sus horrorizados ojos no escapa el hecho de que el vuelo se hace sobre ruinas y cad¨¢veres que se amontonan sin cesar a su paso. Como buen ¨¢ngel quisiera detenerse, levantar a los ca¨ªdos y recomponer las ruinas. Pero no hay manera: el mismo viento huracanado que le empuja hacia adelante le impide detenerse. Lo sorprendente del relato es el contraste entre esta mirada horrorizada del ¨¢ngel y la nuestra, tan pl¨¢cida: vemos lo mismo, pero lo que para el ¨¢ngel de la historia es una cat¨¢strofe, son para nosotros, los hombres de nuestro tiempo, acontecimientos inevitables del progreso. Dos interpretaciones dispares de la misma historia.
La mirada l¨²cida del ¨¢ngel es la de las v¨ªctimas y la otra es la nuestra, la propia de los espectadores supuestamente desapasionados y objetivos, aunque en realidad, indiferentes. Dos lecturas de la misma historia con la diferencia de que la mirada nuestra ha producido un sinf¨ªn de argumentos, teor¨ªas de la historia y consejas de la abuela, para desdramatizar la tensi¨®n y rebajar la importancia del sufrimiento que acarrea la marcha triunfal de la historia. Un d¨ªa viene alguien y dice: "Para vivir hay que olvidar". Y nos lo creemos. Otro d¨ªa es un pensador de campanillas que sentencia: "Es inevitable que el Esp¨ªritu del Mundo pise algunas florecillas situadas al borde del camino". Y lo elevamos a teor¨ªa filos¨®fica. Y pasado ma?ana alguien vendr¨¢ y dir¨¢ a unos pistoleros: "Si dej¨¢is de matar y nos dej¨¢is vivir en paz, olvidaremos vuestros cr¨ªmenes". Y lo votaremos en el Parlamento. La humanidad ha empleado demasiadas energ¨ªas en frivolizar el sufrimiento como para aceptar f¨¢cilmente que ahora se le coloque en el centro de la escena. Demasiado bien sab¨ªan esos fil¨®sofos, te¨®logos, pol¨ªticos y hombres de letras que la historia estaba empedrada de cad¨¢veres, pero ten¨ªan que frivolizar su significado porque de lo contrario su concepto de verdad, de justicia o de bondad quedar¨ªan reducidos a su verdad, su justicia o su bondad.
Lo que esperamos de las v¨ªctimas es una mirada reparadora que, como la del ni?o en El traje nuevo del emperador, diga que el rey estaba desnudo. Naturalmente que las v¨ªctimas tienen derecho a indemnizaciones, ayudas materiales y psicol¨®gicas, respeto a su dolor, consideraci¨®n social. Pero adem¨¢s tienen la llave hermen¨¦utica con la que desmontar siglos de indiferencia y toneladas de ideolog¨ªas justificadoras del sufrimiento. Nadie se lo puede exigir, pero lo pueden hacer. Pueden hacernos ver que las ruinas sobre las que cabalga el ¨¢ngel de la historia o del progreso no son naturaleza muerta, sino historia de unos seres humanos que claman justicia. El d¨ªa que la generaci¨®n presente reconozca que lo que tiene se lo debe a unos antepasados que hac¨ªan historia con la l¨®gica que denuncia el ¨¢ngel, ese d¨ªa pondremos en la bandera un cresp¨®n y haremos pol¨ªtica reconociendo que estamos obligados al duelo por los aplastados sobre los que ha crecido nuestro bienestar.
Al exponer p¨²blicamente su dolor, obligan a la pol¨ªtica a definirse como duelo. Las v¨ªctimas hacen p¨²blico su duelo al decirnos que los da?os que causa el terror son injustos. La justicia de las v¨ªctimas no tiene nada que ver con su moralidad individual, sino con la monstruosa explicaci¨®n del crimen que da el terrorista. Nadie merece que, en una democracia como la nuestra, alguien recurra al crimen en Bilbao o en Madrid para conseguir un objetivo pol¨ªtico. Lo injustificado de la violencia es lo que hace a las v¨ªctimas del terror inocentes. La inhumanidad de la violencia es la que coloca del cuello del asesinado el cartel¨®n ecce homo, como anta?o, y la que pone en las manos del moribundo un libro con el t¨ªtulo Si esto es un hombre, como hoga?o.
Estos d¨ªas los belgas se est¨¢n enterando, gracias a la exposici¨®n Memoria del Congo, que la imagen id¨ªlica de monjas en hospitales y misas nativas con Fabiola y Balduino era un montaje destinado a encubrir la dura realidad de una explotaci¨®n de caucho que no se andaba con contemplaciones. Recientes investigaciones sobre el pasado colonial en el siglo XIX nos revelan que los Estados coloniales ten¨ªan dos varas de medir: Estado de derecho en la metr¨®poli y suspensi¨®n del derecho en las colonias. Todo el mundo trataba a esos Estados con el noble t¨ªtulo de "de derecho", y al mal trato que daban a los nativos, de "excepcionalidad". S¨®lo las v¨ªctimas sab¨ªan, sin embargo, que la excepcionalidad, es decir, la suspensi¨®n del derecho para ellos era un estado permanente. Las v¨ªctimas tienen todo el derecho a esperar de los dem¨¢s solidaridad, aunque quiz¨¢ sea la solidaridad entre ellas lo que haga caer la venda que cubre nuestros ojos, hasta el punto de que podamos ver, como el ¨¢ngel de Benjamin, que la historia se hace sobre cad¨¢veres y escombros.
Reyes Mate es profesor de investigaci¨®n en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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