Hablan los militares de Irak
Los mandos del Ej¨¦rcito espa?ol involucrados en aquella intervenci¨®n defienden su trabajo y reconstruyen por primera vez los detalles de la misi¨®n y las circunstancias de la retirada
Los militares espa?oles han acumulado durante a?os fama internacional por su participaci¨®n como fuerzas de paz o en labores de reconstrucci¨®n en diferentes crisis en multitud de escenarios. Ninguna actuaci¨®n anterior, sin embargo, hab¨ªa sido tan discutida como la de Irak. En este primer cap¨ªtulo ellos mismos explican c¨®mo se produjeron algunos hechos controvertidos.
Hay una guerra de Irak contada por los medios de comunicaci¨®n occidentales y otra por los medios ¨¢rabes. Hay una guerra de Irak interpretada por el Gobierno de Estados Unidos y otra por la mayor¨ªa de los Gobiernos de Europa. Existen diferentes guerras seg¨²n la cuenten chi¨ªes, sun¨ªes, kurdos, habitantes del norte, del centro o del sur de Irak, incluso del norte, del centro o del sur de Bagdad. En Espa?a hay una versi¨®n de la guerra de Irak, de su origen y sus efectos, construida por la izquierda y otra por la derecha.
Ning¨²n acontecimiento internacional desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn ha despertado tanta controversia, cr¨ªtica tan feroz y defensa tan apasionada, como la decisi¨®n norteamericana de invadir Irak dando lugar a una larga tragedia cuyo final apenas se comienza a vislumbrar tras las elecciones del pasado mes de enero.
NOMBRE: Luis Feliu |
EDAD: 65 a?os |
GRADUACI?N: Teniente general |
FUNCI?N DURANTE LA GUERRA DE IRAK: Representante militar en la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n |
EN LA ACTUALIDAD: Retirado |
NOMBRE: Luis Alejandre |
GRADUACI?N: General de Ej¨¦rcito |
EDAD: 64 a?os |
FUNCI?N DURANTE LA GUERRA: Jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito y miembro de la Junta de Jefes de Estado Mayor |
EN LA ACTUALIDAD: En la reserva |
NOMBRE: Alfredo Cardona |
GRADUACI?N: General de Brigada |
EDAD: 54 a?os |
MISI?N EN IRAK: Jefe de la Brigada Plus Ultra I |
EN LA ACTUALIDAD: General jefe del Mando de Operaciones Especiales |
NOMBRE: Fulgencio Coll |
GRADUACI?N: General de Divisi¨®n |
EDAD: 56 a?os |
MISI?N EN IRAK: Jefe de la Brigada Plus Ultra II |
EN LA ACTUALIDAD: Jefe de la Divisi¨®n Mecanizada Brunete n¨²mero 1 |
NOMBRE: Jos¨¦ Manuel Mu?oz |
GRADUACI?N: General de Brigada |
EDAD: 56 a?os |
MISI?N EN IRAK: Jefe de la Unidad de Apoyo al Repliegue |
EN LA ACTUALIDAD: General jefe de la Brigada de la Legi¨®n |
NOMBRE: Alberto Asarta |
GRADUACI?N: Coronel |
EDAD: 53 a?os |
MISI?N EN IRAK: Segundo jefe de la Brigada Plus Ultra II |
EN LA ACTUALIDAD: Jefe del Regimiento de Infanter¨ªa Mecanizada Castilla 16, Badajoz |
Durante varios meses, entre los mejores testigos de esa tragedia estuvieron los militares espa?oles enviados por el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar pese a la masiva contestaci¨®n popular. Ellos tienen tambi¨¦n su propia versi¨®n sobre la guerra de Irak y ahora, cerca de cumplirse un a?o desde su salida de aquel pa¨ªs, la cuentan por primera vez.
EL PA?S ha hablado con los principales jefes militares destinados a Irak durante los 10 meses que dur¨® lo que, un¨¢nimemente, ha sido descrito por ellos mismos como la m¨¢s compleja, peligrosa y pol¨¦mica misi¨®n exterior en la que ha participado nunca el Ej¨¦rcito espa?ol. Los militares recuerdan con orgullo su actuaci¨®n en ese conflicto, no discuten las razones por las que fueron enviados ni las razones por las que se les orden¨® retirarse, y aunque saben que su actuaci¨®n estuvo rodeada de una enorme pol¨¦mica en Espa?a, defienden su trabajo en Irak y, en t¨¦rminos generales, preferir¨ªan haber seguido all¨ª.
No participamos en una guerra
La guerra de los generales y mandos espa?oles en Irak, en primer lugar, no fue una guerra: todos destacan su extensa contribuci¨®n a la reconstrucci¨®n del pa¨ªs, una vez que las tropas invasoras hab¨ªan tomado formalmente control de la situaci¨®n, pero niegan cualquier implicaci¨®n suya en las operaciones militares propiamente dichas y en la represi¨®n del posterior alzamiento rebelde.
El teniente general Luis Feliu, que fue el representante de Espa?a en la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n (CPA, en sus siglas en ingl¨¦s), vivi¨® muy de cerca los momentos en los que se tom¨® la decisi¨®n de actuar en Irak. "Siempre estuvo muy claro", opina, "que nuestra labor iba a ser de reconstrucci¨®n". "El Gobierno intent¨® desde el principio mantenerse alejado de los focos m¨¢s conflictivos. De hecho, su intenci¨®n inicial era la de enviar soldados ¨²nicamente a Diwaniya, pero los norteamericanos nos pidieron que nos ocup¨¢ramos tambi¨¦n de Nayaf, que sab¨ªamos que era m¨¢s peligroso". El Gobierno de entonces trataba de satisfacer el deseo de los norteamericanos de contar con un aliado m¨¢s en Irak y, al mismo tiempo, de evitar cualquier riesgo para los soldados espa?oles. En el m¨¢s estrafalario ejemplo de esa pol¨ªtica permanece en la memoria de los militares la referencia del entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, a la "zona hortofrut¨ªcola" en la que tendr¨ªan que operar los espa?oles.
El general Alfredo Cardona, a quien Trillo encarg¨® el viernes 11 de julio, despu¨¦s del Consejo de Ministros, mandar la primera expedici¨®n de 1.300 hombres y mujeres a Irak, asegura que la misi¨®n que recibi¨® era muy clara: "Mantener la estabilidad en la zona y contribuir a la vertebraci¨®n del sistema pol¨ªtico local". "La estructura militar que llevamos era para una operaci¨®n de tipo humanitario. Nunca estuvo contemplada la posibilidad de entrar en una guerra", a?ade el general Jos¨¦ Manuel Mu?oz, ¨²ltimo jefe de las tropas espa?olas.
Papel de contenci¨®n de EE UU
Los oficiales espa?oles se expresan en todo momento conscientes del uso y valoraci¨®n pol¨ªtica que pueden haberse dado a su misi¨®n, pero no perciben su presencia en Irak, en el plano estrictamente t¨¦cnico-militar, como un respaldo a la guerra o a Estados Unidos. El general Feliu, que asist¨ªa cada d¨ªa a reuniones con el m¨¢ximo responsable militar de la Coalici¨®n, el general norteamericano Ricardo S¨¢nchez, y el jefe de la CPA, Paul Bremer, no oculta la decepci¨®n y malestar que le causaban la desorganizaci¨®n e improvisaci¨®n de que era testigo y afirma que "la estrategia norteamericana se intu¨ªa desde el principio como un fracaso". En privado, los oficiales espa?oles critican los m¨¦todos empleados por sus colegas estadounidenses en el campo de batalla y creen que, durante su estancia all¨ª, el Ej¨¦rcito espa?ol no s¨®lo no intervino de forma ofensiva en los combates, sino que contuvo algunas acciones desproporcionadas por parte de los norteamericanos y consigui¨® mantener estable y en calma la zona bajo su control.
La misi¨®n espa?ola en Irak tuvo un conocido y abrupto final que -sin que ninguno de los mandos en activo quiera emitir juicios que desborden los l¨ªmites de disciplina a los que est¨¢n obligados- no fue bien entendido por los militares. Antes que las razones pol¨ªticas esgrimidas por el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero para decidir la salida de las tropas, los militares tienen en cuenta a los cientos de iraqu¨ªes entrenados como soldados all¨ª y previsiblemente expuestos desde el repliegue espa?ol a la sangrienta represalia de los insurgentes, valoran el rev¨¦s que su salida supuso para la supervivencia de los soldados centroamericanos con los que hab¨ªan convivido durante meses y perciben, en general, el da?o sufrido por la imagen del Ej¨¦rcito al dejar sin concluir la misi¨®n a la que se hab¨ªan comprometido. "Doy gracias a Dios por no haber tenido que hacer frente personalmente a la verg¨¹enza de la retirada", opina el teniente general Feliu, actualmente retirado.
Una salida precipitada, argumentan los generales, siempre genera una cierta frustraci¨®n, sobre todo cuando se ten¨ªa la percepci¨®n de que la misi¨®n era positiva. "Lo que hicimos all¨ª sirvi¨® para algo: dimos seguridad a los ciudadanos, reconstruimos f¨¢bricas, mejoramos la situaci¨®n sanitaria, la energ¨ªa el¨¦ctrica, el reparto de combustible, apoyamos para crear una estructura de poder local... Hicimos muchas cosas y bien", recuerda el general Cardona, que hoy est¨¢ al frente del Mando de Operaciones Especiales. Las tropas espa?olas reconstruyeron m¨¢s de cien escuelas, una veintena de hospitales y otros tantos edificios municipales, detuvieron a algunos peligrosos delincuentes y destruyeron m¨¢s de 60.000 bombas, minas y artefactos explosivos. "Cumplimos nuestro contrato en medio de grandes riesgos, pero con la satisfacci¨®n de todos. Y nos fuimos ¨²nicamente porque nos dieron la orden de irnos", opina el general Fulgencio Coll, que sucedi¨® a Cardona en el mando de las tropas espa?olas como jefe de la brigada Plus Ultra II.
Toda la labor en Irak qued¨®, sin embargo, oscurecida por las dudas sobre su legitimidad y, sobre todo, por el extraordinario debate que provoc¨® su conclusi¨®n. El general Mu?oz, que mand¨® la operaci¨®n de repliegue, no manifiesta ninguna frustraci¨®n por el hecho mismo de la retirada, sino por la situaci¨®n en que qued¨® Irak. "La misi¨®n es la que es, se cumple y punto. Lo m¨¢s dif¨ªcil fue ver a la gente iraqu¨ª que hab¨ªa colaborado con nosotros y que a partir de ese momento no sab¨ªamos qu¨¦ iba a ser de ellos. Y puedo asegurar que, entre la gente que yo vi, la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes quer¨ªan trabajar en paz y colaborar con la Coalici¨®n", opina Mu?oz, actual jefe de la Brigada de la Legi¨®n.
"No escuch¨¦ ninguna cr¨ªtica"
La retirada de las tropas espa?olas estuvo rodeada de algunas leyendas sobre las burlas que tuvieron que soportar de parte de los otros soldados de la Coalici¨®n o de actos de boicoteo por parte de las fuerzas norteamericanas. Todos esos episodios, que no han podido ser probados por otras fuentes, han sido desmentidos por los mandos espa?oles. "Nuestros mandos polacos -Espa?a estaba integrada en una divisi¨®n a cuyo frente estaba un general de Polonia- nos dijeron que entend¨ªan perfectamente que nos deb¨ªamos a las decisiones pol¨ªticas. No escuch¨¦ ninguna cr¨ªtica ni de parte de los norteamericanos ni de los dem¨¢s miembros de la Coalici¨®n. Lo ¨²nico que preocup¨® a nuestros socios fue la rapidez con que lo tuvimos que hacer", recuerda el general Coll, que hoy manda la Divisi¨®n Mecanizada Brunete n¨²mero 1.
De hecho, los norteamericanos prestaron a los espa?oles muchas de las plataformas y contenedores que eran necesarios para el transporte de los veh¨ªculos desde la base de Diwaniya hasta Kuwait. Y contribuyeron con apoyo a¨¦reo y suministro de combustible para garantizar la seguridad y la rapidez de la retirada, pese a que ¨¦sta supondr¨ªa el retorno a la zona de los soldados del Segundo Regimiento de Caballer¨ªa norteamericano, que estaba a punto de regresar a sus cuarteles en EE UU despu¨¦s de un a?o en Irak. El general Mu?oz asegura que los mandos norteamericanos colaboraron y comprendieron la situaci¨®n. "A nadie le gusta, pero lo entendieron", dice.
Los mayores problemas de la retirada se presentaron, probablemente, en Madrid. Seg¨²n la versi¨®n de los jefes militares, el nuevo ministro de Defensa, Jos¨¦ Bono, quer¨ªa que el repliegue se efectuase cuanto antes, sin reparar en algunas dificultades t¨¦cnicas que aconsejaban una actuaci¨®n m¨¢s cautelosa. "Ten¨ªa un cierto desconocimiento inicial de lo que ten¨ªa entre manos, quer¨ªa que ese mismo lunes (la retirada se anunci¨® el domingo 18 de abril) empezara a salir la gente", afirma el teniente general Luis Alejandre, que era entonces general de Ej¨¦rcito jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito y miembro de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
Un domingo de tensi¨®n
Aunque anteriormente se le hab¨ªa adelantado ya que Zapatero ten¨ªa intenci¨®n de cumplir su m¨¢s famosa promesa electoral sin dilaci¨®n, Alejandre fue informado oficialmente el d¨ªa 18 por la ma?ana de que el presidente anunciar¨ªa la retirada horas m¨¢s tarde. Inmediatamente abandon¨® la isla de Menorca, donde pasaba el fin de semana, y se traslad¨® a Madrid. En su conversaci¨®n con el ministro de Defensa, Alejandre, que meses despu¨¦s ser¨ªa relevado por sorpresa en el mando, record¨® que Espa?a ten¨ªa firmado un memor¨¢ndum con 32 pa¨ªses por el que se compromet¨ªa a avisar de su salida de Irak al menos con un mes de antelaci¨®n. De hecho, ese mismo d¨ªa, el jefe del Ej¨¦rcito llam¨® al responsable de la Coalici¨®n militar en Irak, el general Ricardo S¨¢nchez, y a otros mandos militares de pa¨ªses centroamericanos para comunicarles las intenciones del Gobierno que hab¨ªa tomado posesi¨®n s¨®lo un d¨ªa antes. "Yo comprend¨ªa las prisas. De hecho, cuando empezamos a hablar de plazos le dije que era consciente de que el 14 de junio hab¨ªa elecciones
[para el Parlamento Europeo]", declara Alejandre. "Pero no deb¨ªa aceptar que ellos", a?ade, en referencia a Bono y sus colaboradores, "decidieran c¨®mo hab¨ªa que hacer las cosas en el orden t¨¦cnico. Nunca les ped¨ª explicaci¨®n sobre el qu¨¦. Cuando me comunicaron la retirada no mov¨ª una ceja. Pero les dije que lo l¨®gico era que el c¨®mo lo decidi¨¦ramos nosotros".
Cuando el repliegue fue anunciado se estaba en v¨ªsperas de la sustituci¨®n, despu¨¦s de los correspondientes tres meses en la zona, de los 1.300 hombres y mujeres de la Plus Ultra II por una nueva fuerza de refresco. La orden inicial del Gobierno fue que ese relevo fuese suspendido y que las tropas estacionadas en ese momento en Irak prolongaran su estancia unas semanas m¨¢s para organizar la retirada.
Los mandos militares se opusieron a ese proyecto porque pensaron que cargar sobre soldados cansados y no preparados mentalmente la responsabilidad de una operaci¨®n tan compleja como una retirada en un terreno hostil conllevaba un enorme riesgo. "Era imposible proceder al repliegue en esas circunstancias", afirma Alejandre. "El general Coll me hablaba de soldados que se hab¨ªan hecho a un tipo de misi¨®n y que recib¨ªan enormes presiones familiares desde Espa?a. Algunos c¨ªrculos militares llegaron a aludir al desastre de Anual. Un repliegue en esas condiciones habr¨ªa sido enormemente peligroso", considera Alejandre.
El general Coll coincide en que sus tropas, despu¨¦s de un fuerte desgaste, no se encontraban en las mejores condiciones para afrontar una operaci¨®n de repliegue. Adem¨¢s, en el momento de ordenarse la salida, la situaci¨®n de los soldados espa?oles en Irak hab¨ªa variado ya notablemente respecto a meses anteriores: las labores de reconstrucci¨®n del pa¨ªs hab¨ªan sido reducidas y el esfuerzo principal se dedicaba ya a la autoprotecci¨®n.
M¨²qtada al S¨¢der entra en escena
Desde poco antes de ese mes de abril de 2004, el Ej¨¦rcito del Mahdi, dirigido por el joven extremista religioso M¨²qtada al S¨¢der, hab¨ªa extendido su influencia en Nayaf y hab¨ªa comenzado a desafiar a la autoridad de la Coalici¨®n. Los militares espa?oles tuvieron que hacer uso a partir de ese momento de sus mejores dotes de persuasi¨®n. Las diferencias entre sus m¨¦todos y los de los norteamericanos quedaron bruscamente en evidencia.
El general Cardona hab¨ªa marcado desde el principio unas reglas de trato amigables con el extremismo religioso: "Les transmit¨ª a los l¨ªderes religiosos que no ¨¦ramos fuerzas de ocupaci¨®n, orden¨¦ a mi gente no beber ni comer en p¨²blico durante la fiesta del Ramad¨¢n, prohib¨ª utilizar perros en las patrullas y en las vigilancias -el perro es un animal que ofende la dignidad de los creyentes isl¨¢micos- y en general sacrific¨¢bamos nuestra seguridad con el fin de respetar sus costumbres".
El general Cardona comparec¨ªa una vez por semana ante las pantallas de la televisi¨®n local para ofrecer confianza a la poblaci¨®n y mostrar inter¨¦s por sus problemas. Peri¨®dicamente se reun¨ªa con l¨ªderes tribales y representantes religiosos. "Entendimos r¨¢pidamente que se trataba de un pueblo muy nacionalista. Nos advirtieron de que les parec¨ªa muy bien nuestra presencia all¨ª en aquel momento, pero que no pens¨¢ramos en eternizarnos en Irak".
El contacto con el propio M¨²qtada al S¨¢der, verdadera pesadilla de la Coalici¨®n durante varios meses, fue m¨¢s dif¨ªcil. Ninguno de los mandos espa?oles lleg¨® a hablar personalmente con ¨¦l. S¨®lo pudieron enviarle mensajes a trav¨¦s de intermediarios, pero las relaciones fueron razonablemente cordiales hasta las ¨²ltimas semanas de la estancia espa?ola en Irak. Como prueba del clima que se hab¨ªa conseguido crear en cierto periodo, uno de los colaboradores de Al S¨¢der e interlocutor de los espa?oles, el im¨¢n Fadel, le entreg¨® al general Cardona un Cor¨¢n de regalo al ser sustituido.
Los primeros enfrentamientos
Las primeras dificultades de importancia con las milicias chi¨ªes se produjeron al comienzo de la primavera de 2004, cuando los soldados espa?oles establecieron controles para evitar el tr¨¢nsito clandestino de armas. Nunca se produjeron enfrentamientos directos, pero el clima de tensi¨®n crec¨ªa cada d¨ªa. El general Coll trat¨® de tranquilizar a Al S¨¢der con un mensaje en el que, despu¨¦s de advertirle que no pod¨ªa aceptar el movimiento de hombres armados por el territorio bajo su control, le daba garant¨ªas de que no ten¨ªa intenci¨®n de atacar ni desmantelar al Ej¨¦rcito del Mahdi. "Es cierto que en el mes de marzo el Ej¨¦rcito del Mahdi crec¨ªa deprisa, nosotros nos encontr¨¢bamos en medio y comenzaban a vernos como fuerzas de ocupaci¨®n, pero nuestra pol¨ªtica era la de no provocar con nuestra actuaci¨®n una reacci¨®n todav¨ªa m¨¢s hostil de los grupos rebeldes, y as¨ª se lo hac¨ªamos saber a los dem¨¢s miembros de la Coalici¨®n", recuerda el general Coll.
?ste fue un primer asunto de discrepancia con el mando norteamericano. "Nuestras reglas de enfrentamiento eran muy defensivas", a?ade Coll. "Los norteamericanos nos ped¨ªan cosas que no pod¨ªamos cumplir, porque nuestra misi¨®n no inclu¨ªa ese tipo de acciones de car¨¢cter ofensivo".
"Nuestra misi¨®n era de estabilizaci¨®n, no de lucha contra la insurgencia", recuerda el general Feliu. Pero sus hom¨®logos de Estados Unidos, acuciados en aquel momento por el crecimiento continuo de las bajas y el empantanamiento de un conflicto que cre¨ªan haber resuelto en unas pocas semanas, no compart¨ªan esa opini¨®n, como el tiempo se encargar¨ªa muy pronto de demostrar.
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