La historia y la izquierda
En el ¨²ltimo medio siglo, la izquierda socialista de Europa occidental (a menudo, aliada con movimientos sociales cristianos) construy¨® unos Estados de bienestar aparentemente duraderos. En Estados Unidos, los dem¨®cratas (con la ayuda de algunos republicanos) hicieron lo mismo. Tanto en Europa como en Estados Unidos se dio a la ciudadan¨ªa un contenido social y econ¨®mico. Ahora existe una contraofensiva que elimina de forma sistem¨¢tica estas conquistas morales. ?A qu¨¦ se debe el continuo retroceso de la izquierda?
Durante dos siglos, la izquierda ha intentado hacer realidad tres clases de valores que se proclamaron en las revoluciones inglesa, americana y francesa.
Ante todo, la ciudadan¨ªa activa como condici¨®n previa de la democracia. La esfera p¨²blica deb¨ªa convertirse en un experimento pedag¨®gico continuo, en el que los ciudadanos aprender¨ªan por s¨ª mismos a dirigir la sociedad. Los conservadores aceptan a poblaciones pasivas que conf¨ªen en sus superiores; los dem¨®cratas radicales, no. Sin embargo, los partidos de masas que deb¨ªan promover la democracia produjeron resultados ambiguos. Se burocratizaron y concentraron el poder en la cima. Los demagogos nacionalistas formaron partidos de masas que representaron la plasmaci¨®n del fascismo. En el estalinismo, el partido se convirti¨® en una burla de s¨ª mismo. Las democracias populares no pertenec¨ªan al pueblo.
El renacimiento de la democracia parlamentaria en Europa occidental tras la guerra se transform¨® r¨¢pidamente en un consenso rutinario. Los trabajadores ten¨ªan cada vez m¨¢s acceso a un producto social en expansi¨®n. La posibilidad de m¨¢s ocio permiti¨® una cultura en la que el consumo adquiri¨® m¨¢s importancia que la ciudadan¨ªa.
El vac¨ªo pol¨ªtico subsiguiente fue un pluralismo deformado y dominado gradualmente por el poder del capital organizado. La prensa y la televisi¨®n propagaban un mensaje embrutecedor: las cosas eran como eran, no pod¨ªan ser de otra forma. Los partidos de la izquierda, con su electorado y sus miembros transformados, flotaban en el espacio hist¨®rico, alejados de sus propias tradiciones. En otro tiempo hab¨ªan sido iglesias de salvaci¨®n seculares; ahora se convirtieron en m¨¢quinas electorales. El New Deal de Franklin Roosevelt y la Gran Sociedad de Lyndon Johnson no eran m¨¢s que recuerdos ceremoniales, y los dem¨®cratas estadounidenses sufrieron el mismo destino.
La izquierda valoraba la solidaridad, la igualdad de oportunidades en la vida. Los cristianos sociales, tambi¨¦n, y la expresi¨®n nacionalsocialismo era significativa: la solidaridad era compatible con las distintas variedades de autoritarismo. Sin embargo, la izquierda no s¨®lo buscaba la redistribuci¨®n; pretend¨ªa el autogobierno en la econom¨ªa. Pero ese ideal qued¨® abandonado a cambio del control de la econom¨ªa nacional por parte del Estado. Durante gran parte del periodo de posguerra, los socialistas europeos y los dem¨®cratas estadounidenses utilizaron sus Estados para regular el mercado y el trabajo, invertir en bienes p¨²blicos y redistribuir la renta nacional.
Este triunfo de posguerra se ha convertido en una actitud defensiva y derrotista, mientras los Estados luchan, en la nueva econom¨ªa internacional, con fuerzas que desbordan su control. La movilidad del capital ha provocado la desindustrializaci¨®n en las democracias industriales. El empleo en los sectores t¨¦cnico y de servicios es inseguro, y ahora se ve amenazado por la mano de obra barata en el resto del mundo. No existen instituciones internacionales capaces de proteger el empleo y las normas laborales en las viejas econom¨ªas industriales y, al mismo tiempo, aumentar las rentas y la protecci¨®n social en las econom¨ªas emergentes. En las econom¨ªas asentadas, el envejecimiento de la poblaci¨®n ha creado tensiones en los sistemas de seguridad social. El conflicto generacional no ha sustituido al conflicto de clases, pero quienes est¨¢n empe?ados en liquidar el Estado de bienestar occidental explotan esas tensiones para propagar un nuevo darwinismo social.
En Europa, la inmigraci¨®n aporta j¨®venes trabajadores procedentes de ?frica y Asia (y el este de Europa), pero su incorporaci¨®n a los bloques pol¨ªticos que defienden la igualdad econ¨®mica es extremadamente dif¨ªcil por los conflictos culturales. Ha sido m¨¢s sencillo en Estados Unidos, donde el conflicto racial tiene un efecto divisivo equivalente al de la xenofobia en Europa. La movilidad mundial del capital, los cambios demogr¨¢ficos que afectan a los sistemas de seguridad social y la inmigraci¨®n, combinados, han dejado a los partidos socialistas europeos en una actitud reactiva, cuando no pasiva y sin habla. Los dem¨®cratas estadounidenses, en cambio, est¨¢n fuertemente divididos; algunos proponen que se olvide el hecho de que alguna vez fueron defensores del Estado de bienestar.
Las dificultades de la izquierda para abordar la nueva econom¨ªa son a¨²n mayores por lo contradictorio de su legado filos¨®fico, la idea ilustrada de la autonom¨ªa y la soberan¨ªa humana. Marx pensaba que el socialismo permitir¨ªa a la humanidad supeditar el terreno de la necesidad al de la libertad, que, seg¨²n ¨¦l, estaba en continua creaci¨®n.
Ha habido varias formas elementales de emancipaci¨®n. Las mujeres tienen m¨¢s igualdad legal y social, los ni?os est¨¢n protegidos y los trabajadores tienen la ciudadan¨ªa. El liberalismo es tan responsable de estos cambios como el socialismo. Viene a la mente otra observaci¨®n de Marx, en la que ven¨ªa a decir que, despu¨¦s de que los s¨²bditos pasaran a ser ciudadanos, todav¨ªa ten¨ªan que llegar a seres humanos. Es posible que los partidos socialdem¨®cratas movilicen a votantes con una mentalidad m¨¢s moral; las pruebas no son concluyentes. Pero, independientemente de los objetivos que busquen en la actualidad los partidos de la izquierda, entre sus proyectos electorales no est¨¢ una transformaci¨®n radical de la naturaleza humana.
Desde el punto de vista filos¨®fico, la izquierda ha adoptado los poderes liberadores de la ciencia y la tecnolog¨ªa. En nuestro mundo, ¨¦stos son a menudo independientes del prop¨®sito moral, instrumentos para lograr el m¨¢ximo poder y el m¨¢ximo provecho. Los Verdes han criticado, con raz¨®n, la aceptaci¨®n por parte de los socialdem¨®cratas, muchas veces sin reparos de ning¨²n tipo, de que la naturaleza est¨¢ a nuestra disposici¨®n y la producci¨®n puede aumentar de manera infinita. Los socialdem¨®cratas, en teor¨ªa, est¨¢n de acuerdo con ellos, pero en la pr¨¢ctica se han mostrado muy lentos a la hora de elaborar ideas sobre pautas de consumo alternativas.
Respecto a la inauguraci¨®n de una era de paz entre las na
ciones, el final de la violencia en las relaciones internacionales, se trata de algo muy incompleto. Desde luego, la Uni¨®n Europea es muestra de la decisi¨®n de los pa¨ªses europeos de acabar con sus guerras fratricidas, pero no fue obra exclusiva de los socialdem¨®cratas. En Estados Unidos, el partido de la reforma social est¨¢ integrado en el Estado de la guerra y el bienestar. La reciente oposici¨®n de los socialdem¨®cratas europeos (con la excepci¨®n de los laboristas brit¨¢nicos) y algunos dem¨®cratas estadounidenses al unilateralismo de EE UU ha ido acompa?ada de un proyecto alternativo (fortalecimiento de Naciones Unidas, ayuda internacional al desarrollo, inter¨¦s por transiciones democr¨¢ticas sustanciales, y no formales, en los Estados autoritarios). Este contraproyecto no est¨¢ relacionado con la pol¨ªtica nacional de las fuerzas reformistas.
Fundamentalmente, la idea de la izquierda sobre una progresi¨®n inevitable hacia un mundo racional y laico es ahist¨®rica. No hay m¨¢s que ver la coexistencia de la literalidad b¨ªblica y el racionalismo tecnol¨®gico en Estados Unidos. La izquierda podr¨ªa desarrollar alianzas estrat¨¦gicas con las corrientes cr¨ªticas y actuales en las religiones mundiales, que son dep¨®sitos de recuerdos de luchas pasadas y esperanzas para el futuro. Adem¨¢s, el internacionalismo de la izquierda deber¨ªa obligarle a revisar su hip¨®tesis impl¨ªcita de que la divisi¨®n actual entre pa¨ªses pobres y pa¨ªses ricos va a ir desapareciendo poco a poco. Esta divisi¨®n es una incitaci¨®n continua a la violencia, pese a que, en estos momentos, la violencia procede de Estados Unidos. La globalizaci¨®n, que causa la inmigraci¨®n hacia las sociedades m¨¢s ricas y el empobrecimiento dentro de ellas, ha suscitado reacciones autoritarias y racistas en la clase obrera de Occidente. Esto representa una seria cr¨ªtica del fracaso pedag¨®gico de la izquierda en este ¨²ltimo medio siglo de centrarse en la redistribuci¨®n, que ya no puede garantizar.
Por ¨²ltimo, los viejos partidos de la izquierda y los sindicatos tienen que dialogar con los grupos vinculados al Foro Social. Su oposici¨®n a la homogeneizaci¨®n cultural, la destrucci¨®n ambiental, la explotaci¨®n, el empobrecimiento y la tiran¨ªa podr¨ªan ayudar a renovar la propia izquierda, que, como ocurre desde 1641, se enfrenta a un futuro incierto. Su renovaci¨®n no es una certeza, sino una posibilidad.
Norman Birnbaum es profesor em¨¦rito del Centro de Leyes en la Universidad de Georgetown, y su ¨²ltimo libro es Despu¨¦s del progreso: reformismo social estadounidense y socialismo europeo en el siglo XX. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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