Cabaret gal¨¢ctico

Un osito de peluche, un mono de trapo y alg¨²n otro juguete sobre el escenario. Ellos, con gorros andinos, boinas y hasta una peluca de confeti; ellas, con sombreros que van del m¨¢s discreto al de gnomo del bosque. Todo muy colorido. Trece japoneses. Trece miembros honorarios de aquel ingenuo cabaret gal¨¢ctico que inaugur¨® Sisa en los a?os setenta. Se llaman Pascals, en homenaje a Pascal Comelade, y tocan ritmos prestados del vals, la polca o el pop, con silbatos, matracas, trompetillas de pl¨¢stico, timbres de bicicleta...; adem¨¢s de un piano en miniatura, ukelele, banjo, trompeta, acorde¨®n, mel¨®dica, tres violines y dos chelos.

En su repertorio llevan La lluna, canci¨®n tradicional catalana, o la conocida melod¨ªa de la Carmen de Bizet. En cuanto al Egyptian reggae de Jonathan Richman, tocado por Pascals y cantado en japon¨¦s, se sit¨²a en el mundo surrealista de Am¨¦lie. Vendr¨ªan a ser una Penguin Cafe Orchestra con menos rigor musical y mayores dosis de locura. Las influencias se pueden rastrear en Nino Rota, Brian Eno o el maestro Satie, y uno de sus pares ser¨ªa Yann Tiersen. Su nuevo disco se titula Dodeskaden, como la pel¨ªcula de Kurosawa, y lo venden a la salida de sus conciertos por Francia, B¨¦lgica y Espa?a. En 10 a?os de existencia no se hab¨ªan presentado hasta ahora y dejan el recuerdo de un espect¨¢culo entre enternecedor y delirante.