Contra la comunidad nacional
Sustituir la denominaci¨®n de "nacionalidades" del art.2 de la Constituci¨®n por la de "comunidades nacionales" y separar las Comunidades Aut¨®nomas en dos categor¨ªas: "comunidades nacionales" y "regiones" no es una buena idea. No lo es en s¨ª misma considerada, no lo es por su contexto, no lo es por su oportunidad. Reconozco que no me agrada la denominaci¨®n de "comunidad nacional", a la postre no es sino una traducci¨®n no demasiado afortunada de la expresi¨®n alemana Volkgemeinchaft, y aunque aqu¨ª no tiene las peculiares connotaciones que tiene en su tierra de origen, ni aqu¨ª tiene el precedente de uso torticero que tiene al otro lado de los Alpes, no deja de tener connotaciones poco gratas. Como en el caso del t¨®pico del Estado Espa?ol la denominaci¨®n aparece asociada al r¨¦gimen anterior, y a una determinada versi¨®n del franquismo no precisamente modernizadora, dicho sea de paso. La incorporaci¨®n a la Constituci¨®n de la democracia de una expresi¨®n que tan destacado papel tiene en la concepci¨®n del cuerpo pol¨ªtico que aparece en los Principios Fundamentales del Movimiento, no me parece precisamente feliz.
Sin embargo no es ¨¦sa la raz¨®n principal del desacierto de la propuesta, ¨¦sta radica m¨¢s bien en otro lugar. Es evidente que lo de "comunidad nacional" busca dar satisfacci¨®n simb¨®lica a los nacionalismos en general y dar una salida c¨®moda a la actual mayor¨ªa gobernante en Catalu?a en particular. No pertenece al reino de la casualidad que propuesta semejante hubiere aparecido con anterioridad en boca del president Maragall. La expresi¨®n se propone como alternativa a la de "nacionalidades" no s¨®lo porque tiene un m¨¢s acentuado matiz nacionalista, sino porque la primera no ha servido de base suficiente para fundamentar propuestas de "federalismo asim¨¦trico", que es de lo que se trata de cara a una eventual reforma constitucional. El argumento seg¨²n el cual es preferible porque mientras que "comunidad nacional" carece de elemento territorial, "nacionalidad" s¨ª lo ha adquirido, no vale el papel en el que se escribe.
Las razones principales de mi desacuerdo son dos: una que tiene que ver con la concepci¨®n del cuerpo pol¨ªtico, otra que tiene que ver con la "asimetr¨ªa". Es cierto que "Comunidad Nacional" tiene una fundamentaci¨®n ¨¦tnica, es m¨¢s, la tiene mucho m¨¢s fuerte que "nacionalidad" y ¨¦sa es precisamente la raz¨®n por la que se propone. El t¨¦rmino es significativo porque revela la concepci¨®n del cuerpo pol¨ªtico que subyace. ?ste no es la asociaci¨®n formada por ciudadanos iguales en torno a un orden de libertades, el cuerpo pol¨ªtico est¨¢ formado por la colectividad que comparte una estirpe, una tradici¨®n y una cultura diferenciales, en consecuencia no es la libertad la que hace la patria, es la diferencia ¨¦tnica lo que hace la naci¨®n. Por eso afirmada la diferencia ¨¦tnica se afirma con ella la diferencia nacional. Centrada la etnicidad en la lengua tienen ustedes el discurso fundamental del nacionalismo catal¨¢n. Resulta obvio que ¨¦sa es una concepci¨®n esencialmente antiliberal y por ello problem¨¢ticamente democr¨¢tica del cuerpo pol¨ªtico, no es casual precisamente la tensi¨®n, no por sorda menos evidente, entre el componente identitario y el componente republicano del nacionalismo de ERC, por m¨¢s que a la hora de la verdad ah¨ª siempre haya acabado por prevalecer el segundo sobre el primero.
En consecuencia la propuesta de sustituir "nacionalidad" por "comunidad nacional" lo que propone sencillamente es redactar la Constituci¨®n espa?ola de conformidad con una tesis recurrente del nacionalismo catal¨¢n, y que explica la alergia de su corriente mayoritaria al federalismo: que es la lengua la que crea la naci¨®n y que, en consecuencia, Espa?a no es una naci¨®n, sino un Estado plurinacional, en el que hay tres naciones y el resto, que es propiamente "Espa?a". En otros t¨¦rminos: que todos aceptemos reordenar el cuerpo pol¨ªtico de acuerdo con las tesis del nacionalismo ¨¦tnico, tesis que, a mayor paradoja, tienen un apoyo social minoritario en todas y cada una de las autonom¨ªas de referencia, empezando por Catalu?a.
De esa tesis principal se cuelga la secundaria: la exigencia de reordenaci¨®n del federalismo material existente, b¨¢sicamente homog¨¦neo tras comprobarse las disfunciones de un punto de partida "asim¨¦trico", reordenaci¨®n que consiste esencialmente en otorgar un status particular a las "comunidades nacionales" precisamente porque al serlo no son como las dem¨¢s autonom¨ªas. Un Estado Auton¨®mico orwelliano, en suma: "Todas las autonom¨ªas son iguales, pero algunas son m¨¢s iguales que las dem¨¢s". Enti¨¦ndase no es tanto cuesti¨®n de competencias -en supuestos concretos diferentes por necesidad- cuanto de estatuto, de posici¨®n diferenciada en el seno del Estado. En el fondo aparece una transmutaci¨®n de la vieja tesis pujoliana: el federalismo s¨®lo es admisible si es "nacional", esto es de las cuatro naciones que hay en el Estado, correspondientes de las cuatro lenguas del mismo. Ya lo dijo Tarradellas: la autonom¨ªa de Catalu?a no puede ser la misma que la de Murcia. Claro que para un federalista como el que suscribe la r¨¦plica est¨¢ servida: ciertamente la autonom¨ªa de Catalu?a y la de Murcia no pueden ser la misma, precisamente por eso deben ser iguales.
Porque es de la igualdad a la postre de lo que se trata, y s¨®lo una concepci¨®n estrictamente c¨ªvica del cuerpo pol¨ªtico puede darnos ese resultado. Porque aqu¨¦lla s¨®lo se encuentra en una comunidad: la de los libres. Laus Deo.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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