Cosas que no se explican sobre Turqu¨ªa
Hace ya cierto tiempo, un articulista afirm¨® en esta misma secci¨®n que todo estaba dicho en el debate sobre la candidatura turca a la Uni¨®n Europea. Muy al contrario, casi nada realmente significativo se ha mencionado hasta ahora. Art¨ªculo sobre art¨ªculo, han ido predominado las consideraciones t¨®picas y negativas, hasta el punto de que en Asuntos Exteriores andaban algo preocupados por el ascenso de las opiniones contrarias al ingreso de Turqu¨ªa en las encuestas. Reacci¨®n comprensible, dado que el Gobierno espa?ol es uno de los m¨¢s favorables a la candidatura de Ankara y desde el ministerio se trabaja activamente en la exploraci¨®n realista de las posibilidades positivas que ofrece.
En todo este debate sobre la candidatura turca a la UE a veces parece como si, sobre el consenso soterrado de abrirle las puertas a ese pa¨ªs, se agitara desordenadamente un manto de hojarasca a base de juicios de valor anacr¨®nicos, consideraciones ornamentales y falsos impedimentos. En realidad, el misterio se aclara bastante si nos paramos a considerar el proceso negociador desde el otro lado: el de los pa¨ªses miembros. Qu¨¦ casualidad, los que m¨¢s se oponen a la entrada de Turqu¨ªa son aquellos que ahora mismo tienen ultraderechas fuertes o en crecimiento: Alemania, Francia, Holanda, Austria. Cabe pensar que los gobiernos de esos pa¨ªses o algunos de sus responsables pol¨ªticos, no tan opuestos en realidad a la candidatura turca, intentan atajar el aprovechamiento pol¨ªtico que pudieran sacar esas opciones radicales de todo el asunto. Por otra parte, no deja de ser una iron¨ªa que mientras algunos progresistas aprovechan el rechazo a la candidatura turca para dar salida a escondidos sentimientos xen¨®fobos en general y antimusulmanes m¨¢s en particular, el Partido de la Justicia y el Derecho haya sido admitido en el Partido Popular Europeo. Por lo tanto, un partido islamista que al final ha resultado ser realmente islamo-dem¨®crata y conservador. Una paradoja s¨®lo aparente si se atiende a la historia de Turqu¨ªa, porque mucho antes de Kemal Atat¨¹rk, fue el mismo sultanato, en tiempos del Imperio Otomano, el que se lanz¨® a una pol¨ªtica modernizadora que logr¨® cuadrar el c¨ªrculo entre la laicizaci¨®n del Estado y el mantenimiento de las esencias musulmanas. Eso en los a?os centrales del siglo XIX, cuando en el mundo ¨¢rabe ni siquiera se hab¨ªa iniciado el debate sobre la compatibilidad entre islam y modernidad.
De todas formas, resulta m¨¢s alarmante el hecho de que los planteamientos contrarios a la candidatura turca vengan respaldados por una cada vez m¨¢s clara oposici¨®n a la posibilidad de que en un futuro, incluso lejano, pueda aparecer en la UE un eje mediterr¨¢neo que agrupar¨ªa a Espa?a, Portugal, Italia, Grecia y Turqu¨ªa, y que a buen seguro contar¨ªa con el apoyo transversal de Gran Breta?a. Eje cuya fuerza quiz¨¢ no se medir¨ªa tanto en peso econ¨®mico -aunque el tiempo ya dir¨¢- como en el pol¨ªtico. Resultar¨ªa alarmante constatar que el eje franco-alem¨¢n existente est¨¦ reaccionando de forma tan bronca a la posibilidad de que alg¨²n d¨ªa perdiera parte de su poder en la actual UE, pero las cifras que arrojan los sondeos de rechazo a Turqu¨ªa en esos pa¨ªses parecen indicarlo. O sacamos la conclusi¨®n de que la ciudadan¨ªa franco-alemana es m¨¢s consciente y madura que la mediterr¨¢nea con respecto a un supuesto "problema turco" o aqu¨ª hay gato encerrado.
?Se ha mencionado a Grecia en ese supuesto eje mediterr¨¢neo? Por supuesto: no es ning¨²n secreto que Atenas est¨¢ muy interesada en las posibilidades que ofrece la candidatura turca. De un lado, porque ser¨ªa una forma de terminar con la carrera de armamentos entre ambos pa¨ªses, una pesada e interminable hipoteca que lastra el desarrollo econ¨®mico griego. Por otra parte, la integraci¨®n turca en la UE se?alar¨ªa el "regreso" de los griegos al ¨¢mbito financiero y comercial turco, que tan bien conoc¨ªan y tan beneficioso les result¨® hasta 1923. Aparte de todo ello, los planes de desarrollo y explotaci¨®n conjunto de los recursos naturales y el turismo del Egeo no pueden sino aportar ventajas.
Por lo tanto, quiz¨¢ no estar¨ªa tan mal que en una Europa realmente unida y plural existieran menos liderazgos y m¨¢s ejes transversales con capacidad de dialogar y consensuar esfuerzos. Pero, hoy por hoy, ese debate no deber¨ªa planear sobre las negociaciones de ingreso de Turqu¨ªa en la UE. Lo principal es considerar que el proyecto, aunque caro y costoso, qui¨¦n lo duda, valdr¨¢ la pena. Se insiste mucho en los beneficiosos aspectos geoestrat¨¦gicos que supondr¨ªa la adhesi¨®n de Turqu¨ªa, un socio de confianza con el que podremos asomarnos a escenarios en los que Europa est¨¢ llamada a tener peso y presencia: Asia Central y Pr¨®ximo Oriente. Una superpotencia econ¨®mica y demogr¨¢fica como es la UE, con experiencia, ideas y soluciones propias, no puede permanecer al margen de regiones en las que otros est¨¢n jugando fuerte. Si es cierto que China, Brasil y la India ser¨¢n superpotencias a su vez en el 2040 o antes, los europeos tendr¨¢n que levantar las narices de sus cotidianas miserias nacionalistas y afrontar el desaf¨ªo con imaginaci¨®n y audacia. Porque, adem¨¢s, hay consideraciones econ¨®micas importantes que no suelen abordarse en el debate que nos ocupa. Turqu¨ªa no es s¨®lo un mercado importante al que de paso se le perdona la vida integr¨¢ndola en la UE. Es un aliado potencial de gran calado en la estrategia econ¨®mica europea del siglo XXI.
Por lo tanto, dejar fuera a Turqu¨ªa tendr¨ªa un castigo para los europeos: los beneficios y ventajas que se perder¨ªan. Ser¨ªa leg¨ªtimo hablar de un periodo de sacrificios comunitarios, tan impopulares; pero a pesar de la crecida factura inicial, para cuando Turqu¨ªa accediera al club, posiblemente ya ni siquiera resultar¨ªan necesarios. Lo dem¨¢s, con perd¨®n de cr¨¦dulos y fabuladores, son cuentos. Ni Turqu¨ªa se va a volver integrista a golpe de pito si se queda fuera de la UE, ni nos van a invadir hordas de trabajadores empobrecidos si entra; en realidad, ni tan siquiera el pa¨ªs cuenta con "m¨¢s de 70 millones" de habitantes, por citar un dato err¨®neo interesadamente repetido hasta la saciedad. Lo que s¨ª puede pasar, caso de que la negociaci¨®n se vaya al traste, es que a Europa le cueste mucho m¨¢s cara la factura del petr¨®leo procedente del Caspio, que en buena medida pasar¨¢ por territorio turco, v¨ªa pa¨ªses del C¨¢ucaso. De ah¨ª el inter¨¦s occidental por Georgia y las "revoluciones de colores" en la zona o las presiones para que Ankara establezca las mejores relaciones posibles con Armenia. ?Entienden ahora la insistencia del ministro de Asuntos Exteriores franc¨¦s, Michel Barnier, en que los turcos salden la vieja deuda hist¨®rica del genocidio armenio? Curiosamente, nadie les reclama a los kurdos el mismo paso, olvidando el entusiasmo que demostraron sus milicias auxiliares en ayudar a las tropas otomanas en aquella matanza.
El ¨²ltimo rumor que circula es que todo este asunto de la revoluci¨®n naranja ucraniana est¨¢ sirviendo para que en Bruselas algunos proyecten puentear la candidatura de Ankara con la de Kiev, haciendo pasar por su territorio los oleoductos procedentes del Caspio, un proyecto, ¨¦ste s¨ª, bastante caro y arriesgado. Si eso es cierto, el peligro que se cierne sobre la UE es considerable, porque significar¨ªa que el eje centroeuropeo est¨¢ ciertamente alarmado y dispuesto a ampliar caiga quien caiga con tal de conservar posiciones hegem¨®nicas.
Francisco Veiga es profesor de Historia de Europa Oriental y Turqu¨ªa, UAB, y autor de La trampa balc¨¢nica y de Slobo. Una biograf¨ªa no autorizada de Slobodan Milosevic.
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