George F. Kennan, un gran americano de alma profundamente europea
Ha muerto a la venerable edad de 101 a?os George Kennan, uno de los hombres que mejor supo explicar los problemas del terrible siglo XX y m¨¢s criterio tuvo a la hora de proponer f¨®rmulas de resolverlos.
Probablemente le debamos en Occidente los conceptos m¨¢s exactos de la percepci¨®n correcta de la conducta de un magn¨ªfico enemigo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y las formas de combatirlo sin llegar a la guerra que habr¨ªa supuesto la destrucci¨®n del planeta.
Con su profunda comprensi¨®n de las debilidades de ese enemigo de las libertades, pero sobre todo gran agente del damero maldito en la guerra fr¨ªa entre dos visiones en la organizaci¨®n de la sociedad y la historia, Kennan marc¨® durante m¨¢s de medio siglo la pol¨ªtica norteamericana frente a la URSS y tuvo el lujo de vida que le permiti¨® ver tanto el auge como el hundimiento del proyecto bolchevique, con una inveros¨ªmil lucidez y perspicacia.
Cuando George Kennan naci¨®, en 1904, en la remota Milwaukee, Trieste era a¨²n el gran puerto de mar del Imperio Austro-h¨²ngaro y la vecina y tambi¨¦n adri¨¢tica Fiume (hoy Rijeka) era el dique de guerra de aquella potencia europea a punto de sucumbir. Su padre se llamaba Kossuth en recuerdo al revolucionario h¨²ngaro del XIX, aunque sus ancestros fueran en realidad escoceses e irlandeses.
Su vida fue la de un patricio norteamericano con total vocaci¨®n ¨¦pica europea, perfectamente volcado en la comprensi¨®n de los entresijos del Viejo Continente y, de forma especial, del alma de los rusos y sus efectos sobre la pol¨ªtica de la gran potencia que fue la URSS. Aprendi¨® alem¨¢n a los ocho a?os y despu¨¦s era un lujo verle expresarse durante casi un siglo en ruso, polaco, checo, franc¨¦s, portugu¨¦s. En 1925 entr¨® en el Servicio Diplom¨¢tico. Eran a?os de convulsi¨®n tremenda, en los que, entre la falsa Paz de Versalles y la llegada del nazismo a Alemania, toda Europa temblaba ante el vigor de las grandes utop¨ªas del comunismo y fascismo y las fragilidades e indefensiones de las democracias. Kennan estuvo en aquellos a?os clave para su vida en Ginebra, Hamburgo y Berl¨ªn. En 1933, a?o de la llegada de Hitler al poder, se vuelca en el estudio del ruso y Rusia en la capital alemana. Llegar¨ªa a ser embajador en Mosc¨² poco antes de la muerte de Stalin.
Desde entonces, Kennan ha sido la voz m¨¢s autorizada, siempre escuchada, no siempre entendida en Estados Unidos sobre asuntos sovi¨¦ticos. Lo fue definitivamente cuando fragu¨®, en un art¨ªculo no firmado ya despu¨¦s de la Guerra Mundial, el concepto de la "contenci¨®n" que establec¨ªa que la ¨²nica forma de tratar a un r¨¦gimen como el de la URSS era el contrario del apaciguamiento y, por tanto, el de permanente presencia de la presi¨®n y la ostentaci¨®n de fuerza. Fue una revoluci¨®n conceptual en la pol¨ªtica de Washington hacia su antiguo aliado en Mosc¨².
No fue otra la revoluci¨®n que, bajo Ronald Reagan y con la ayuda decisiva de un papa Juan Pablo II procedente de uno de los pa¨ªses bajo la ¨®rbita sovi¨¦tica, Polonia, acabar¨ªa finalmente con la dictadura en el Este de Europa.Fueron los conceptos de Kennan, que eran absolutamente contrarios a cualquier conflicto b¨¦lico directo con la URSS, muy de moda en los a?os cincuenta y sesenta en Estados Unidos, los que llevaron a la URSS a sucumbir.
Mucho antes de que Churchill hablara del tel¨®n de acero en 1948, Kennan, un gran norteamericano europeo, dej¨® claro que, al igual que al nazismo, al comunismo s¨®lo pod¨ªa conten¨¦rsele con la presi¨®n de la amenaza y la firmeza cre¨ªble, y nunca con la negociaci¨®n de los principios.
Kennan fue el art¨ªfice de la guerra pol¨ªtica norteamericana y europea contra el enemigo, la URSS, que se cre¨ªa seguro vencedor en la historia. Negociar las realidades desde posturas de seguridad y de fuerza y nunca hacer concesiones que pudieran hacer creer al adversario que ten¨ªa al alcance sus objetivos eran la m¨¢xima. Desde esa convicci¨®n se realiz¨® el despliegue de los misiles Cruise y Pershing en Europa en contra de las masivas protestas en Alemania occidental. Y all¨ª empez¨® el ocaso de la mayor dictadura habida jam¨¢s en la historia, Kennan ha enterrado a todos los interlocutores que tuvo en su fascinante vida y tambi¨¦n al r¨¦gimen que supo auscultar como nadie. Sus compatriotas, pero ante todo, los europeos tienen con el una insaldable deuda de gratuitud.
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