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Hay m¨¢s de 99 razones para levantar la copa por Francisco Ayala, este ciudadano venerable que con una inteligencia a prueba de coyunturas y con un dign¨ªsimo recato ha vivido la historia contempor¨¢nea de Espa?a a trav¨¦s de los movimientos literarios, los golpes de estado, las guerras, los exilios, las afirmaciones democr¨¢ticas, el sombrerismo y el sinsombrerismo, las discusiones pol¨ªticas a la vieja usanza y la reinvenci¨®n tecnol¨®gica del mundo, dejando su testimonio a pluma, m¨¢quina de escribir y ordenador. Yo empiezo por el principio y levanto la copa por la Granada provinciana de 1906, que estaba condensando en sus calles y en sus casas la fuerza necesaria para ver crecer a ni?os llamados Federico Garc¨ªa Lorca o Francisco Ayala. Levanto la copa por el estanque alargado del Carmen de la Cruz Blanca, en el Albaic¨ªn, que sirvi¨® de espejo para que una mirada infantil se descubriese a s¨ª misma. Levanto la copa por el n¨²mero 18 de la calle San Miguel Baja, y por el Instituto Padre Su¨¢rez, y por los grandes movimientos revolucionarios de sus estudiantes, que en se?al de protesta ante el mundo se atrev¨ªan a encender un cigarro o a correr delante de la polic¨ªa municipal para oponerse a las cacicadas del alcalde de turno. Un guardia demasiado veloz detuvo un d¨ªa al joven Ayala, pero en vez de llevarlo al calabozo se lo entreg¨® a su padre. Ya en Madrid, cuando fue a matricularse en la Universidad, su padre le advirti¨® que tuviese cuidado con la pol¨ªtica y la polic¨ªa, porque en las grandes ciudades nadie conoce a nadie.
Y es verdad. Nadie conoce a nadie en este mundo que se ha convertido en una gran ciudad, por mucho que los dramas actuales repitan los asuntos de siempre. Nadie conoce a nadie, le dijo su padre, y Francisco Ayala se dedic¨® a cortar por lo sano y a meditar en la condici¨®n humana. Levanto mi copa por todos los ensayos y por todas las narraciones que han conformado desde 1925, a?o en el que public¨® su primera novela, Tragicomedia de un hombre sin esp¨ªritu, la obra de un escritor que supo unir los poderes de la meditaci¨®n y la creaci¨®n. Francisco Ayala no ha querido ser una fuerza de la naturaleza, sino de la inteligencia humana, enfrentada consigo misma para buscar entre las sombras una raz¨®n de orgullo y optimismo. Levanto la copa por el Tratado de sociolog¨ªa y por todos los estudios que anunciaron al final de la II Guerra Mundial el agotamiento de los estados tradicionales y el surgimiento de eso que despu¨¦s se ha llamado posmodernidad o, incluso, globalizaci¨®n. Levanto la copa por el autor de narraciones de vanguardia como Cazador en el alba, o por el escritor que tom¨® conciencia del agotamiento de la vanguardia para reivindicar a Cervantes y Gald¨®s y escribir La cabeza del cordero, Muertes de perro, El jard¨ªn de las delicias y tantos t¨ªtulos que marcan una obra imprescindible. Levanto la copa por el hombre que supo lo que significaban la guerra, el exilio, el regreso, con una conciencia clara, capaz de dar las respuestas precisas como escritor y ciudadano. Levanto la copa por el amigo que tiene la cortes¨ªa de cumplir 99 para permitirnos estar aqu¨ª, con ¨¦l, felices por muchas razones. M¨¢s de 99 razones. Y, trat¨¢ndose de Francisco Ayala, no hace falta decirlo, levanto la copa por el futuro, sobre todo por el futuro.
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