Para los goces del viajero

QUE CUENCA es una de las ciudades m¨¢s sorprendentes que se puede encontrar cualquier viajero es cosa sabida. Por su situaci¨®n, su arquitectura, sus museos, sus iglesias y, claro est¨¢, sus casas colgadas. La semana lo sabe y usa el lugar con inteligencia. Los conciertos, adem¨¢s de en el Auditorio que da a la hoz del Hu¨¦car, se celebran en la desafecta iglesia de San Miguel, de una sonoridad excelente, en el convento de Las Petras -en plena plaza Mayor-, en el de las religiosas justinianas de San Pedro, en el monasterio de la Concepci¨®n Francisca y, extramuros, en esa joya rom¨¢nica que es la iglesia de Arcas. Sin olvidar el Museo de la Fundaci¨®n Antonio P¨¦rez, cuya sala dedicada a Millares es uno de los lugares m¨¢s sobrecogedores para escuchar m¨²sicas como, por ejemplo este a?o, la de Johann Sebastian Bach.

No hay que olvidar las procesiones, la calle tomada por un pueblo que vive estos d¨ªas de manera muy especial. Ni, desde luego, los placeres de una carne que se debilita de tanto darle la raz¨®n al esp¨ªritu y de tanto subir y bajar cuestas. Del morteruelo al pisto manchego, de los vinos de Manchuela a los de Taranc¨®n -buenos, bonitos y baratos-, el aficionado que se deje tentar -valga la expresi¨®n- podr¨¢ pecar y ser perdonado en la misma operaci¨®n.