Los barberos, objetivo de la insurgencia iraqu¨ª
Los extremistas castigan con la muerte a aquellos que afeitan la barba y realizan cortes de pelo al estilo occidental
Era casi la hora de cerrar en la barber¨ªa de Sadiq Abdul Husein cuando entr¨® un hombre con una m¨¢scara negra, sac¨® una pistola y empez¨® a darle vueltas con el dedo, como en una pel¨ªcula de vaqueros. El pistolero no buscaba a funcionarios del Gobierno ni a colaboradores de EE UU. Estaba all¨ª por la forma de cortar el pelo de Husein. Unos segundos despu¨¦s, el enmascarado abri¨® fuego e hiri¨® mortalmente a Husein, que sobrevivi¨® el tiempo suficiente para describir el ataque. Tambi¨¦n murieron su socio y un cliente.
En el sur de Bagdad, el peligro cotidiano ha llegado a este extremo: bandas de islamistas advierten a los barberos de que es haram -est¨¢ prohibido- afeitar a los hombres o hacer cortes de pelo de estilo occidental. Seg¨²n las autoridades iraqu¨ªes, han muerto 12 barberos, incluidos cinco que perecieron en un solo d¨ªa a finales de enero. Dadas las escasas esperanzas de contar con protecci¨®n policial, muchos han empezado a negarse a practicar esos cortes delictivos y as¨ª lo anuncian en sus escaparates.
Han muerto 12 barberos, cinco a finales de enero, pero la polic¨ªa cree que hay m¨¢s casos
"?l me destroz¨® el coraz¨®n, y yo destrozar¨¦ el coraz¨®n de su padre", asegura Husein
Una tarde reciente, un barbero que s¨®lo quiso decir que se llamaba Ahmad, y que se dispon¨ªa a atender a un cliente, con las tijeras en la mano, no dejaba de lanzar miradas nerviosas hacia el escaparate de su local. Una de las dos sillas de barbero estaba vac¨ªa, y en las paredes hab¨ªa espejos y fotograf¨ªas de j¨®venes atractivos con el cabello reluciente y reci¨¦n cortado. "Una ma?ana, hace tres meses, llegu¨¦ a la barber¨ªa y me encontr¨¦ una nota escrita a mano con una bala", cont¨®. En ella se le advert¨ªa de que estaba prohibido afeitar la barba a los hombres, dar masajes faciales y hacer los cortes de pelo afrancesados que llaman cuadrado y de punta. La nota le recordaba que no deb¨ªa ofrecer hiffafa, la costumbre iraqu¨ª que consiste en que los barberos utilizan un trozo de hilo para arrancar el vello del rostro y lograr un afeitado m¨¢s apurado. Si ignoraba la advertencia, dec¨ªa la nota, le matar¨ªan.
Los asesinatos y las amenazas no son los primeros intentos de implantar un r¨¦gimen religioso en Irak. En Faluya, hasta la ofensiva estadounidense de noviembre, los muyahidin manejaron durante meses un Estado policial isl¨¢mico en el que castigaban a los hombres sin barba y a las mujeres que se atrev¨ªan a ir con la cabeza descubierta. En el sur de Irak, los militantes chi¨ªes han asaltado tiendas de licores y, a veces, han matado a quienes ignoran sus amenazas. En Bagdad, la inseguridad se concentra en Dura, un barrio obrero dominado por las inmensas chimeneas de una central el¨¦ctrica.
Incluso dentro de la anarqu¨ªa general de la capital, Dura destaca como zona de guerra. Al menos una docena de polic¨ªas y funcionarios del Gobierno han sido asesinados en las dos ¨²ltimas semanas a manos de pistoleros.
Con tanta violencia, la polic¨ªa de Dura dice que puede hacer poco por los barberos. Han investigado varios casos y descubierto que algunos pistoleros parecen ser profesionales que cobran hasta 200 d¨®lares por trabajo, seg¨²n un funcionario policial que se niega a dar su nombre. "Los polic¨ªas cobran 140 d¨®lares al mes", cuenta este oficial. "Para investigar hace falta dinero, y no lo tenemos".
En la comisar¨ªa central de Dura s¨®lo hay una l¨ªnea de tel¨¦fono que, adem¨¢s, funciona mal. La ¨²nica informaci¨®n que obtiene la polic¨ªa es la que le dan las familias de las v¨ªctimas. El asesinato de Sadiq Abdul Husein, el 23 de enero, fue especial porque Husein permaneci¨® consciente durante 24 horas antes de morir y pudo describir el ataque. Participaron cuatro hombres -dos en el coche que esperaba fuera, uno que vigilaba la calle, y el asesino-, y hubo testigos. No obstante, la polic¨ªa sabe poco.
Safa Abdul Husein, de 53 a?os, acompa?¨® a su hijo de 23 durante sus ¨²ltimas horas en el hospital. Rompe a llorar y se oculta el rostro entre las manos mientras cuenta la historia de su hijo. Lleva un mono gris de soldador y est¨¢ sentado en un sof¨¢, enfrente de su mujer y su hija, en el peque?o cuarto de estar del hogar familiar en Dura. En el hospital, los m¨¦dicos le dijeron que hab¨ªan matado a otros tres barberos de distintas partes de la ciudad el mismo d¨ªa que a su hijo. Seg¨²n la polic¨ªa, es muy posible que haya habido m¨¢s muertes, pero nadie tiene los recursos necesarios para llevar la cuenta.
"Para m¨ª, esas personas son terroristas, porque el Cor¨¢n no dice nada de que est¨¦ prohibido afeitarse la barba", dice Husein. "Yihad es defender a tu pa¨ªs, tu honor, tu fe". A¨²n vive con miedo. En Dura nadie se atreve a criticar los asesinatos Y en las mezquitas hay silencio. Mientras relata la muerte de su hijo, tiene cerca un fusil AK-47 que reposa contra la pared. "?Cree que el hombre que mat¨® a mi hijo dudar¨ªa en matarme a m¨ª? ?l me destroz¨® el coraz¨®n, y yo destrozar¨¦ el coraz¨®n de su padre"."Esto tiene un precio: El Cor¨¢n habla de ojo por ojo y diente por diente".
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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