El sabor de Lucena
El escritor cordob¨¦s recuerda el pasado de la ciudad desde los omeyas hasta los triunfos del torero Parejito en 1925
Lucena se articula en un olor, una mansedumbre de almazaras latiendo en la quietud del aire tibio. Lucena es un silencio contenido, una pujanza secreta en la forma de hacer los materiales, de darle forma al bronce, un brillo antiguo. Lucena se levanta al pie de lomas suaves, pobladas por olivos cuyos troncos se anudan como dedos muy huesudos, siendo encuadrada a lo lejos, para los ojos del viajero, por el santuario de Nuestra Se?ora de Araceli, blanco y vigilante desde la cumbre del monte Aras. Nada m¨¢s bajar del autob¨²s o del coche adormece la cascada de tejados, con varios campanarios que proyectan un rigor de fr¨ªo entre las horas: son macizos dorados y a veces rojos -ese juego opaco de la luz-, tambi¨¦n claros, en muchas de sus iglesias: Santiago y San Francisco, Santo Domingo, San Juan de Dios y, especialmente, San Mateo, erigida sobre una sinagoga, con su retablo renacentista, que rememora a¨²n la opulenta presencia jud¨ªa en la ciudad.
Las calles de Lucena recuerdan a la juder¨ªa cordobesa porque son, en s¨ª mismas, una juder¨ªa mestiza y moderna, con naves industriales que acreditan el crecimiento constante de este pueblo que fue pulm¨®n de los omeyas. Ese aire pujante, incipiente y activo, fue tambi¨¦n el de los mercaderes lucentinos que pon¨ªan en contacto C¨®rdoba con Oriente en su comunicaci¨®n con los puertos de M¨¢laga y Almer¨ªa, los mismos mercaderes lucentinos que acud¨ªan a su aljama y pagaron al sult¨¢n almor¨¢vide la libertad de culto religioso en 1092 y tambi¨¦n la libertad del idioma y la costumbre, la forma minuciosa de vivir y de hacer del oficio vocaci¨®n; los mismos mercaderes que este d¨ªa es posible ver en sus labores, ya que es Lucena una ciudad en la que el tiempo parece no agotarse, apenas discurrir ni licenciarse de su estudio de sol vital y manso; porque llama la atenci¨®n de Lucena, adem¨¢s de su crepitaci¨®n de aceite, la presencia del sol desorbitado, entero y pr¨®fugo.
Paseando por Lucena, por su aluvi¨®n de siglos pertinaces, es imposible no perderse en sus jardines, en sus tres jardines m¨¢s vigentes: el de San Francisco, el Paseo de Rojas, tan cerca de la carretera de M¨¢laga, y la plaza de Espa?a, m¨¢s conocida como El Coso. El Coso tiene una entrada acaso acariciante, delicada y ¨²nica, con un suelo en mosaico que representa el escudo de Lucena. Aparece el rosal, el cedro y el ligustro, y un arce esbelto y cascado rodeado de pl¨¢tanos. Muy cerca de El Coso est¨¢ la Torre del Moral, que recuerda tambi¨¦n la presencia musulmana en la ciudad, as¨ª como la derrota de Granada en 1483; porque en la Torre del Moral, junto al Coso, estuvo preso el rey Boabdil, y fue all¨ª donde recibi¨® la visita de Gonzalo Fern¨¢ndez de C¨®rdoba como adelanto elegante del desastre que estaba por llegar: el final del primer Renacimiento, que tuvo lugar en la C¨®rdoba califal y motor econ¨®mico en Lucena.
Poco queda hoy del mayor centro de ense?anza del Talmud, que Maim¨®nides acudi¨® a estudiar en Lucena alrededor de 1145, salvo la obra del mayor de sus poetas pasados -con el permiso de los presentes, porque es Lucena hoy territorio editorial po¨¦tico exquisitamente guiado por el escritor Manuel Lara Cantizani-, Isaac ibn Gayyat, rabino de la comunidad hebrea de Lucena, humanista y ling¨¹ista, traductor tambi¨¦n del arameo y autor de estos versos: "Paloma que te dejas prender en las redes/ pues atiendes al cebo y te olvidas de la trampa:/ Tu vida va pasando y el lazo no se rompe/ ?Qu¨¦ responder¨¢s a aqu¨¦l que te envi¨®? Algo de paloma sin regreso tiene el alma inquieta de Lucena, de encrucijada y de c¨¢rcel gozosa, porque tambi¨¦n Averroes estuvo desterrado en sus murallas en el oscuro tiempo de almohades y exigencias extremas religiosas.
Encrucijada fue tambi¨¦n Lucena para el torero Francisco L¨®pez Parejito, que lidi¨® su primer becerro en Cabra y lleg¨® a presentarse en Madrid en 1922, alternando con Jos¨¦ Carralafuente y Nicanor Villalta -el mismo Nicanor Villalta del que qued¨® admirado el escritor Ernest Hemingway, llamando Nicanor, como segundo nombre, a su primer hijo-, alcanzando un ¨¦xito fugaz que le llev¨® a tomar la alternativa tres a?os despu¨¦s con Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, torero del 27, como padrino. Despu¨¦s marchar¨ªa a M¨¦xico, donde altern¨® con Rafael G¨®mez El Gallo, y tambi¨¦n a Francia, Portugal, Italia y Hungr¨ªa. Fue Parejito un torero valiente que lleg¨® a ser recibido por Mussolini y el papa P¨ªo XI; tuvo varias cogidas graves y, la m¨¢s grave de todas -una cornada de un novillo en el bajo vientre-, mal curada poco antes de su boda y no cicatrizada, le llev¨® a la muerte en Madrid en 1932. Parejito, natural de Lucena, demostr¨® de nuevo sin saberlo que la suya era una tierra no tanto de destino como de partida ineludible.
El sabor de Lucena es un crisol de historia oculta, de ro?a de habicholones sobrados del potaje, de alb¨®ndigas de boquerones, conejo en hoyo, alcachofas rellenas, y de dulces: hojaldres, molletes y alegr¨ªas, y tambi¨¦n los turrones, ya industrializados y pujantes, o los vinos, como el famoso Pedro Xim¨¦nez, nacido en la calle Ancha. Lucena es un lugar para permanecer, para volver acaso y remover toda la caricia del pasado, ya presente gozoso, acaso una parada ineludible en un viaje ancestral hasta Malaca.
- Recomendaciones:
-La Semana Santa de Lucena pasar por ser una de las m¨¢s hermosas de Andaluc¨ªa. Desde la parroquia mayor de San Mateo la abre hoy mismo, Domingo de Ramos, la Cofrad¨ªa de Nuestro Padre Jes¨²s en la Entrada de Jerusal¨¦n, llamada de La Pollinita.
-No salir de Lucena sin probar estos d¨ªas su confitura, fina y selecta, ni sus vinos Solera Mora Chac¨®n, de la calle San Pedro, y Mirabr¨¢s, Castrocampo o el Moriles TB, de la ronda de San Francisco.
-Tambi¨¦n se puede seguir la ruta de El Tempranillo, bandolero de perfil m¨ªtico nacido en la aldea de Jauja en 1800, personaje en que se inspir¨® la famosa serie Curro Jim¨¦nez.
Joaqu¨ªn P¨¦rez Aza¨²stre (C¨®rdoba, 1976) es autor de la novela Am¨¦rica (Seix Barral, 2004) y del libro de poemas Una interpretaci¨®n (Premio Adonais 2000).
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