Virgen y m¨¢rtir
AYER CA? EN LA CUENTA. Fue en el metro. Fue una especie de revelaci¨®n. De pronto lo vi claro. Fue una visi¨®n que yo (concretamente) considero comparable a la que tuvieron en su d¨ªa los tres pastorcillos portugueses cuando se les apareci¨® la Virgen de F¨¢tima, historia con la que el plasta de Mel Gibson va a hacer una pel¨ªcula, no s¨¦ si de terror, porque a m¨ª (concretamente) los ni?os a los que se les aparecen V¨ªrgenes me dan mucho susto porque creo que lo que les pasa normalmente es que est¨¢n endemoniados y entonces tienen visiones. Cuando yo era peque?a y creyente y viv¨ªa en un pantano (fuera del pantano, se entiende), siempre le ped¨ªa a Dios que, por favor, no se me apareciera la Virgen, porque creo que es un co?azo vivir toda tu vida luego con ese handicap. De alguna forma, vas a ser toda tu vida ese ni?o al que se le apareci¨® la Virgen, y ya puedes convertirte en un gran artista, fil¨®sofo, inventar la vacuna contra la malaria o ser miembro del Tripartito, que es una actividad que pita bastante, que en todas las entrevistas los periodistas te har¨¢n siempre la misma pregunta: "?A usted le marc¨® mucho el hecho de que se le apareciera la Virgen en su ya lejana infancia?", porque ya se sabe que la mayor¨ªa de los periodistas hacen las entrevistas ley¨¦ndose las entrevistas que otros te hicieron antes, con lo cual te puedes pasar a?os repitiendo lo mismo. Para colmo, cuando el lector lea la entrevista, dicho lector pensar¨¢: "Mira este gilipollas, ya est¨¢ otra vez hablando de cuando se le apareci¨® la Virgen, anda que no lleva a?os viviendo el imb¨¦cil ¨¦ste del cuento". El lector no piensa nunca que el gilipollas es el periodista, el lector carga las culpas sobre el entrevistado. Por eso disfruto siendo periodista de vez en cuando. Para que los gilipollas sean otros, no yo. Perd¨®nenme esta cruel lecci¨®n period¨ªstica, era un simple desahogo al que tambi¨¦n tengo derecho, qu¨¦ caramba. La cosa es que yo hablaba de que tuve una revelaci¨®n, y digo que fue en el Metro de Niu Yol, en hora punta. Pas¨® un tren, no pude cogerlo porque f¨ªsicamente no se cab¨ªa y algunas personas nos quedamos fuera. Vino el siguiente, consegu¨ª meterme, empujando a los de delante sin contemplaciones. ?bamos tan apretados que yo iba comi¨¦ndome el pelo de un negro de mediana edad. Me sent¨ªa como cuando era peque?a y met¨ªa la cara entera en una de esas nubes de algod¨®n dulce que venden en las ferias, s¨®lo que el pelo del negro era infinitamente m¨¢s espeso y yo manten¨ªa la boca cerrada a cal y canto, ?no por racismo!, sino porque si un d¨ªa yo (concretamente), un suponer, vuelvo a casa haciendo ese gesto tan significativo de quitarte pelillos rizados de la boca mi santo no se tragar¨ªa el cuento de que vengo del metro. No cuela. Aparte de mi negro, hab¨ªa a mi lado una de esas americanas hist¨¦ricas que no las puedes ni rozar porque saltan. Me mir¨® varias veces con ojos asesinos porque yo ten¨ªa mi mano en su trasero. No hab¨ªa intenciones sexuales en mi gesto, sencillamente es que no pod¨ªa subir el brazo para arriba por falta de espacio. As¨ª se lo iba a decir a la t¨ªa cuando dijeron por los altavoces que por fallos en el suministro el¨¦ctrico el metro no funcionaba. Salimos del metro. Yo (concretamente) quit¨¢ndome pelillos de la boca. Un hombre me gui?¨® un ojo. En la calle, las colas para el autob¨²s llenaban la Tercera Avenida. Ech¨¦ a andar. No hab¨ªa taxis, no hab¨ªa nada, s¨®lo mis pies y mi mente maldiciendo esta sociedad capitalista que no gasta un duro en transportes p¨²blicos, que no gasta un duro en aceras, que no gasta un puto duro en servicios p¨²blicos. Me sent¨ª tan roja, tan internacionalmente roja, que si en ese momento me pasan ese manifiesto de apoyo a Castro que ha firmado gente que desde hace a?os s¨®lo pisa moqueta, igual lo firmo, f¨ªjate. Menos mal que en ese momento pas¨® un taxi libre, y cuando me sent¨¦ pens¨¦ en la frase maravillosa de Saul Bellow: "El radicalismo es el ¨²ltimo refugio de los privilegiados". Entonces apunt¨¦ en mi cuaderno esa revelaci¨®n que me hab¨ªa venido en el metro y que all¨ª no hab¨ªa podido apuntar dado que ten¨ªa la mano en el culo de aquella se?orita hist¨¦rica y la cara inmersa en una madeja afro. Mi revelaci¨®n me desvel¨® por qu¨¦ hay neoyorquinos que no se identifican con las pel¨ªculas actuales de Woody Allen y por qu¨¦ no acaban de entender que nosotros lo veamos como a una especie de progre de manual. La paradoja es que los europeos pensamos que los neoyorquinos no caen rendidos ante Allen porque Woody es mucho m¨¢s progresista que ellos. Pero en mi revelaci¨®n vi lo contrario: lo que ocurre es que los personajes de Woody Allen viven en un mundo inventado, son profesores que no viven como viven aqu¨ª los profesores, guionistas que no viven como guionistas. Todos tienen apartamentos maravillosos, todos cenan en restaurantes estupendos. El ¨²nico stress que padecen es el stress del amor, nunca de la desesperaci¨®n a la que te puede llevar esta ciudad a veces, en la que casi todo el mundo ahora mismo anda pelao, sin un duro, empe?ando todo para pagarse el seguro m¨¦dico. Si hasta yo, que en Madrid era la princesa del taxi, la se?orita del pan pringao, la Maritacones, aqu¨ª paso m¨¢s tiempo bajo tierra que sobre ella. Qui¨¦n me ha visto y qui¨¦n me ve. Y mi santo, con su media sonrisa, me dice: "Eso te rejuvenece". No s¨¦ por qu¨¦ a veces tengo la sensaci¨®n de que disfruta viendo c¨®mo he ca¨ªdo en la escala social. Peque?as venganzas matrimoniales. Yo, que era una pija. M¨ªrame, t¨ªa, he vuelto a mis or¨ªgenes.
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