Leyendas de multimillonarias

Son j¨®venes, famosas y, si no lo han hecho ya, un d¨ªa se convertir¨¢n en multimillonarias. En el siglo XXI, ellas recogen el testigo dejado por otras herederas legendarias como Doris Duke, Barbara Hutton o Babe Paley. Ninguna tendr¨¢ que pedir una hipoteca, preocuparse por el alquiler o hacer n¨²meros para renovar su vestuario. A cambio, sufrir¨¢n el acoso de la prensa y tambi¨¦n, quiz¨¢, el de alg¨²n cazadotes m¨¢s interesado en sus cuentas corrientes que en hacerlas felices. Podr¨¢n romperles el coraz¨®n, y aun as¨ª, miles de mujeres de todo el mundo se cambiar¨ªan por ellas. No est¨¢n todas las que son, pero todas las que aparecen en este art¨ªculo forman parte del exquisito club de las futuras hipermillonarias.

La historia de las hermanas Miller har¨ªa las delicias de cualquier cronista social. P¨ªa Christina, Marie Chantal y Alexandra Natasha nacieron, respectivamente, en 1966, 1968 y 1972 en el seno de la familia Miller: el padre, Robert, nacionalizado ingl¨¦s, era ya entonces el rey de los duty free. La madre, la ecuatoriana Chantal Pesantes, una perfecta esposa y madre de familia, guapa y pulida, cuyos armarios rebosaban modelos de alta costura. A pesar de la belleza y elegancia de su esposa, Robert Miller no consigui¨® quitarse nunca el barniz de vulgaridad que arrastraba junto a sus muchos millones (un reportero escribi¨® que parec¨ªa "un carnicero de Detroit"). Ya que no pod¨ªa sacudirse el pelo de la dehesa, Miller se prometi¨® que sus tres hijas ser¨ªan tan bellas como distinguidas, y, tras casarse espl¨¦ndidamente, se convertir¨ªan en pilares de la alta sociedad internacional.

Robert y su esposa dise?aron para las tres ni?as una perfecta estrategia educativa: colegio privado, internado suizo y estudios superiores en alguna universidad elitista, adem¨¢s del aprendizaje de idiomas e intensos periplos viajeros para desarrollar el cosmopolitismo propio de una dama. Chantal se preocup¨® de inculcar en sus hijas el inter¨¦s por la moda y la propia imagen: las peque?as Miller se vistieron en las tiendas m¨¢s exclusivas y fueron al peluquero y a la manicura desde que tuvieron uso de raz¨®n. Tantos esfuerzos dieron sus frutos: las hermanas Miller se convirtieron en exquisitas j¨®venes de piel perfecta, lacios cabellos rubios y estilizada figura. Cuando las tres alcanzaron la mayor¨ªa de edad, Robert Miller se dijo que era el momento de la traca final, y encarg¨® a Herbb Ritts una sesi¨®n fotogr¨¢fica de sus preciosas hijas, que aparecieron vestidas con apabullantes trajes negros de gusto impecable. Las fotos fueron enviadas a las principales revistas de sociedad americanas y europeas junto con un breve curr¨ªculo de cada chica y una informaci¨®n adicional: el magnate Miller hab¨ªa dotado a cada una de sus ni?as con una fortuna de 15 millones de euros.

En Am¨¦rica, donde entonces viv¨ªa la familia, la millerman¨ªa no tard¨® en desatarse. El Vanity Fair afirm¨® que las Miller eran "lo mejor que le hab¨ªa pasado a la sociedad estadounidense desde el desembarco, en los a?os treinta, de las hermanas Cushing", en clara referencia a otras ricas herederas que reinaron sobre la sociedad neoyorquina en la ¨¦poca que sucedi¨® al crash burs¨¢til de 1929. La prensa dijo que las chicas Miller heredar¨ªan la tradici¨®n de otros iconos de la alta sociedad estadounidense, como Consuelo Vanderbilt o lady Astor, y mientras las tres hermanas eran bombardeadas con invitaciones a bailes y fiestas, los pretendientes empezaron a zumbar alrededor de ellas como moscas sobre la miel. No todos eran del gusto de pap¨¢ Miller, que se encarg¨® de poner en fuga a los cazafortunas. Despu¨¦s, los esfuerzos dieron sus frutos: la mayor de las hermanas, P¨ªa Christina, mostr¨® su intenci¨®n de comprometerse con Paul Getty, miembro de una de las familias que se incluyen por derecho propio en el gotha norteamericano, y el noviazgo se hizo oficial sin problemas. Otro tanto ocurri¨® cuando Alexandra, la menor de las Miller, empez¨® a salir con Alexander von Furstemberg, uno de esos pr¨ªncipes sin corona que hacen las delicias de los norteamericanos ricos. Adem¨¢s de un apellido largu¨ªsimo con una antig¨¹edad de siglos, Alexander ten¨ªa negocios propios y una saneada cuenta corriente. No hab¨ªa nada que objetar. Alexandra se convertir¨ªa en princesa Furstemberg.

En cuanto a las otras dos chicas Miller, P¨ªa sigue felizmente casada con Getty, y es representante internacional de las tiendas de cosm¨¦tica Sephora. Alexandra, ya se ha divorciado de su esposo Furstemberg, y hace meses que se pasea del brazo de Tim Jeffries, archiconocido playboy ingl¨¦s que fue capaz de rendir, entre otras, a las modelos In¨¦s Sastre y Elle McPherson. Famoso por la fugacidad de sus relaciones, quienes conocen a Jeffries aseguran que esta vez no dejar¨¢ escapar a la heredera.

Si alg¨²n d¨ªa Marie Chantal Miller se convierte en soberana de Grecia, habr¨¢ una peque?a isla mediterr¨¢nea en territorio griego sobre la que ni ella ni su esposo reinar¨¢n jam¨¢s. Es la isla de Skorpios, que pertenece en la actualidad a Athina Roussel-Onassis. Su abuelo, el fabuloso Arist¨®teles S¨®crates Onassis, no lleg¨® a conocerla. Su madre, Cristina, muri¨® de una sobredosis de barbit¨²ricos en 1988, cuando ella ten¨ªa s¨®lo tres a?os. Athina ni siquiera sab¨ªa sumar, pero la muerte de Cristina Onassis la hab¨ªa convertido en la criatura m¨¢s rica del mundo? y en una hu¨¦rfana desamparada, pues para entonces su padre, el hombre de negocios suizo Thierry Roussel, estaba ya casado con otra mujer y ten¨ªa su propia familia.

Todo el mundo vio que se alargaba hacia Athina la sombra de la desgracia proyectada por su madre, paradigma de la pobre ni?a rica. Por fortuna, para la peque?a heredera el destino hab¨ªa dispuesto las cosas de otra forma, pues su padre se la llev¨® a vivir con ¨¦l, y Athina creci¨® en el seno de una verdadera familia donde hab¨ªa otros tres ni?os de su edad. Los parientes m¨¢s pr¨®ximos de los Onassis dijeron que, acogiendo a Athina, Thierry s¨®lo pretend¨ªa disponer de la fortuna de la peque?a, pero lo cierto es que la nieta del griego de oro creci¨® en un ambiente de franca estabilidad, muy distinto al que rode¨® en su infancia a la pobre Cristina Onassis. Si la familia Roussel se benefici¨® en algo de la renta que se asign¨® a la ni?a hasta su mayoria de edad es algo que nadie sabe con certeza, pero, en cualquier caso, no ser¨ªa descabellado que Athina hubiese compartido su privilegiada situaci¨®n con su padre y sus hermanastros.

Marta es el ojito derecho del hombre m¨¢s rico de Espa?a. Cuando dijo que le gustaban los caballos, Ortega hizo construir para ella las mejores instalaciones h¨ªpicas de Europa, el hip¨®dromo Casas Novas, donde se da cita la ¨¦lite ecuestre internacional. Sin embargo, parece que la joven Marta Ortega no muestra demasiado inter¨¦s por relacionarse con miembros de la jet. Su grupo de amigos lo componen j¨®venes coru?eses de clase media y media alta. De ella dicen que es sensata y "muy normal". Pero nadie, ni siquiera la propia Marta, puede olvidar que un d¨ªa heredar¨¢ una fortuna y parte del imperio que su padre cre¨® de la nada.

Sin embargo, la vida de la joven tampoco ha sido siempre un camino de rosas: cuando ella naci¨®, su padre estaba todav¨ªa legalmente casado con Rosal¨ªa Mera, aunque manten¨ªa una ya larga relaci¨®n con Flora P¨¦rez Marcote, madre de Marta. Flora y la ni?a vivieron solas en Vigo durante varios a?os, a la espera de que Amancio arreglase la situaci¨®n con su esposa leg¨ªtima. Aquel divorcio se llev¨® a cabo con una discreci¨®n exquisita: nada se supo de los t¨¦rminos del acuerdo, y los protagonistas nunca dieron tres cuartos al pregonero. Todo se resolvi¨® a puerta cerrada. Una vez que fue posible, Amancio se cas¨® con la madre de su tercera hija y los tres se instalaron en La Coru?a, en un piso amplio y c¨¦ntrico, pero en absoluto parecido a un palacio. All¨ª pas¨® Marta su adolescencia.

Tanto el magnate del imperio Inditex como Flora P¨¦rez han intentado siempre que Marta lleve una vida lo m¨¢s normal posible. La construcci¨®n del hip¨®dromo Casas Novas es quiz¨¢ la ¨²nica extravagancia de millonaria que se le ha concedido a la joven, quien, a pesar de su condici¨®n de heredera, vive alejada de los circuitos de la alta sociedad internacional y aparece muy raramente en las p¨¢ginas del couch¨¦. Estudia administraci¨®n de empresas, y a su padre le gusta pensar que Marta le suceder¨¢ alg¨²n d¨ªa en la cabeza del imperio Inditex.

Cuando Marta cumpli¨® los 18 a?os, sus padres organizaron para ella una fiesta en el Playa Club (una conocida discoteca coru?esa), pero en v¨ªsperas del acontecimiento, la joven se rompi¨® una pierna. En lugar de suspender la celebraci¨®n (a la que no asistieron personajes de la prensa rosa), Marta se tom¨® el contratiempo con buen humor y acudi¨® a la cena con su escayola. Algo que no hubiera hecho ni en un mill¨®n de a?os otra chica de oro, Paris Hilton, que cuando alcanz¨® los 21 a?os ofreci¨® a sus amigos cuatro fiestas desmadradas en Londres, Las Vegas, Hollywood y Tokio.

Paris era s¨®lo una adolescente cuando empez¨® a mostrar maneras de enfant terrible: todav¨ªa no ten¨ªa la edad legal para beber alcohol, pero ya se dejaba ver casi a diario en los locales de moda de Manhattan luciendo minifaldas escas¨ªsimas y escotes vertiginosos que dejaban sin respiraci¨®n a los porteros de las discotecas. La prensa social no tard¨® en fijarse en aquella rubia curvil¨ªnea cuyo apellido sonaba a millones de d¨®lares. Sexy y vulgar, m¨¢s explosiva que bella, Paris Hilton se ha convertido en la m¨¢s cotizada party girl de Estados Unidos. Seguida a diario por media docena de fot¨®grafos, se la ha relacionado, entre otros, con Leo DiCaprio y Edward Furlong, am¨¦n de un sinn¨²mero de guapos sin oficio conocido. Con un novio ocasional protagoniz¨® Paris Hilton un esc¨¢ndalo de proporciones colosales al aparecer practicando sexo en un v¨ªdeo colgado en Internet que recibi¨® cientos de miles de visitas. Fue el espaldarazo definitivo para ser nombrada por la revista GQ "la heredera m¨¢s caliente de Am¨¦rica".

No menos envidias provoc¨® desde su infancia la se?orita Ivanka Trump. Hija del multimillonario hombre de negocios estadounidense Donald Trump y de su primera esposa, Ivana, naci¨® en Nueva York en 1981. Su ni?ez fue casi id¨ªlica: su madre viv¨ªa volcada en ella y en sus dos hermanos, Donald y Eric, y su ocupado padre siempre encontraba un momento para jugar con ella. La familia viv¨ªa en un espectacular apartamento de las Trump Tower en Manhattan, y divid¨ªan sus vacaciones entre alguna de las residencias que poseen en Europa y la mansi¨®n familiar de Mar a Lago, que se hizo construir en los a?os veinte una t¨ªa de la millonaria B¨¢rbara Hutton. Precisamente, el dormitorio que Ivanka ocupaba en la casa, que fue decorado por el propio Walt Disney, era el utilizado por la peque?a B¨¢rbara cuando visitaba la casa.

En 1988, al cumplir siete a?os, Ivanka recibi¨® como regalo de aniversario su primer diamante. S¨®lo dos a?os despu¨¦s, su vida se complicaba al separarse sus padres. Ivanka se qued¨® con su madre, pero ve¨ªa a su padre continuamente, y el sol¨ªcito Donald Trump sol¨ªa poner su avi¨®n privado a disposici¨®n de la ni?a para que los fines de semana pudiese viajar a Mar a Lago en compa?¨ªa de sus amigas.

Poco a poco, Ivanka se ha ido distanciando de su pasi¨®n por la moda, y ahora estudia econ¨®micas en la universidad. M¨¢s adelante, quiz¨¢, podr¨¢ emplear la cuantiosa herencia de su padre en levantar su propio negocio de alta costura, aunque tenga que repartir los millones con sus dos hermanos y los ni?os que pueda tener su padre con su nueva esposa, la bella Melania Knauss.

Fue precisamente una firma de moda quien hizo rica a Allegra Versace. Cuando, tras la muerte de Gianni Versace, se abri¨® su testamento, el mundo entero se asombr¨® al saber que el dise?ador hab¨ªa dejado la mayor parte de su patrimonio a su sobrina Allegra, que entonces era s¨®lo una ni?a incapaz de comprender el nuevo rumbo que tomaba su vida. Es posible que, de no haber ca¨ªdo el modista v¨ªctima de los disparos de un chiflado llamado Cunanan frente a su lujosa casa de Miami en julio de 1997, ese testamento hubiera sido modificado. Pero no hubo tiempo. Versace muri¨®, y su sobrina Allegra fue declarada heredera del 45% del imperio edificado por el creador y sostenido por ¨¦l mismo y por sus dos hermanos, Santo y Donatella, madre de Allegra, que naci¨® de su matrimonio con el ex modelo Paul Beck.

Un par de horas antes de ser asesinado, Gianni Versace hab¨ªa hablado con Donatella para pedirle que le enviase a la peque?a Allegra para pasar con ella unos d¨ªas en Miami. Quiz¨¢ el modista hab¨ªa planeado para ambos un viaje a Disneyworld o a Epcot Center. Gianni, que no ten¨ªa hijos, sent¨ªa debilidad por los dos v¨¢stagos de su hermana, en especial por la ni?a, a la que adoraba. Dicen las cr¨®nicas que Allegra se enter¨® de la muerte de su t¨ªo cuando el programa de dibujos animados que estaba viendo por televisi¨®n fue interrumpido para dar la noticia del asesinato del millonario dise?ador. Alguien debi¨® apagar bruscamente el aparato antes de que aquella ni?a de largos cabellos rubios entrase de golpe en el mundo de los adultos. Unos d¨ªas despu¨¦s se abr¨ªa el testamento del modista, y sus hermanos no pod¨ªan dar cr¨¦dito a lo que les dec¨ªa un notario milan¨¦s: Gianni hab¨ªa dejado casi todo a su sobrina favorita.

Allegra ten¨ªa entonces 10 a?os. El 30 de junio de 2004, al cumplir los 18, entr¨® en posesi¨®n de casi la mitad del imperio Versace, cuyo valor ronda los 200 millones de euros. Parece que el futuro de la chica deber¨ªa estar ligado a la empresa familiar. Sin embargo, los sue?os de Allegra est¨¢n lejos de este mundo: quiere ser actriz, y ha pedido a los suyos que la dejen probar suerte. Se habla de que su madre le ha dado un plazo de cinco a?os para labrarse una carrera como int¨¦rprete. Luego, tendr¨¢ que replantearse su futuro.