Un m¨¢rtir sin cartel en la Iglesia oficial
El autor recuerda la muerte del arzobispo de San Salvador y la matanza en sus funerales al cumplirse 25 a?os de aquellos sucesos.
Hace 25 a?os, el 24 de marzo, fue asesinado el arzobispo de San Salvador, ?scar Arnulfo Romero, celebrando la misa en el hospital la Divina Providencia, situado en la parte alta de la capital. Cuando el sol se debilitaba y la noche se acercaba por el cerro de San Jacinto, un experto tirador, contratado al efecto, dicen que de apellido Cisneros, hizo un disparo certero sobre el prelado cuando se volvi¨® a los escasos fieles que asist¨ªan a la misa para darles su bendici¨®n, mientras tres hombres de los temidos escuadrones de la muerte, que comandaba el mayor Roberto D'Abuisson, le daban cobertura. Era una ¨¦poca en la que no era dif¨ªcil conseguir mercenarios en Centroam¨¦rica para realizar cualquier trabajo sucio. En Washington, el cambio de Administraci¨®n facilitaba muchas de esas operaciones y el Gobierno de Reagan empezaba su batalla contra los sandinistas para echarlos del poder a cualquier precio. La justicia del pa¨ªs centroamericano nunca ha llegado al final de este abominable crimen, al que no fueron ajenos algunos miembros del Gobierno de la ¨¦poca.
Su proceso de beatificaci¨®n, iniciado en 1992, sigue su curso en el Vaticano
Sin embargo, en Estados Unidos, un juez federal de Fresno, California, declar¨® culpable al ex capit¨¢n de la Fuerza A¨¦rea Salvadore?a ?lvaro Saravia de haber confabulado para asesinar al arzobispo de San Salvador (EL PA?S, 5 de septiembre de 2004). La noticia de la condena del capit¨¢n ?lvaro Saravia, aunque fuese 24 a?os despu¨¦s y en Estados Unidos, es un soplo de aire fresco en un mundo necesitado de respeto a la justicia, a las v¨ªctimas y al derecho. En una comunicaci¨®n al Congreso de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII, celebrado en Madrid el pasado a?o, uno de los inspiradores de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n -que defendi¨® con pasi¨®n monse?or Romero-, el jesuita Jon Sobrino, desde San Salvador, denunciaba "el desparpajo con que se contempla y se tolera tanta injusticia y el silencio, el esc¨¢ndalo de querer enmudecer a la realidad".
Sin embargo, para los que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor habr¨ªa que recordarles que entonces estaba en plena vigencia la Operaci¨®n C¨®ndor, una actuaci¨®n ilegal y coordinada de las dictaduras del Cono Sur, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, con la que eliminaban a sus opositores. La operaci¨®n era conocida y tolerada desde Washington y hoy est¨¢n procesados por su participaci¨®n en esos hechos dos dictadores supervivientes de entonces: Pinochet en Chile y Videla en la Argentina.
Fui testigo de estos tr¨¢gicos acontecimientos y tambi¨¦n, unos d¨ªas despu¨¦s, el Domingo de Ramos, cuando se celebr¨® el funeral y el entierro en la catedral de San Salvador. Un funeral que fue interrumpido por las bombas; el oficiante principal era el cardenal de M¨¦xico y delegado del Papa en la ceremonia, su eminencia Corripio Ahumada; en ese momento estaba pronunciando la homil¨ªa. La confusi¨®n se apoder¨® del recinto catedralicio, pero los fieles aguantaron a pesar de los disparos y las explosiones. Pude acercarme a los oficiantes y grabar sus impresiones. A¨²n hoy sus respuestas son estremecedoras:
"Eminencia, ?le hab¨ªan interrumpido a usted una homil¨ªa a balazos alguna vez?". "Pues hasta ahora no -me contest¨®-. Realmente es una cosa muy triste, muy lamentable, ver c¨®mo toda esta comunidad estaba con la tensi¨®n, con devoci¨®n, con fe, pues celebrando los sagrados misterios, y que haya sido interrumpida de una manera as¨ª, violenta y de una manera que ha causado da?os para muchos". No se termin¨® la celebraci¨®n de la misa por la confusi¨®n creada: "Quisimos concluir la misa aqu¨ª en un altar lateral", nos cont¨® el cardenal, "pero result¨® que no encontraron, pues, los elementos necesarios para la celebraci¨®n de la misa, el vino, las hostias, adem¨¢s por eso... ya ni modo, nada m¨¢s celebramos los ritos mandados para hacer la sepultura". Le pregunt¨¦ si informar¨ªa al Papa de lo sucedido y fue muy rotundo: "Claro que s¨ª. Efectivamente que s¨ª. ?l tuvo la bondad y la delicadeza de enviarme para representarlo personalmente, pues yo creo que es como si ¨¦l hubiera estado aqu¨ª presente y tengo que decirle lo que sucedi¨®". En el Vaticano nunca hubo una respuesta contundente a la masacre que se produjo en la catedral de San Salvador, m¨¢s de 20 muertos, en los funerales del asesinado arzobispo.
Miguel de Escoto, a la saz¨®n ministro de Relaciones Exteriores de la Nicaragua Sandinista, era otro de los concelebrantes: "Yo estaba celebrando la misa en el altar cuando o¨ª el estruendo de la bomba y la tiraz¨®n, pero te dir¨ªa que en realidad no me sorprendi¨®, este pa¨ªs es un pa¨ªs polarizado... Lo bueno es que hab¨ªa aqu¨ª gente de todo el mundo y es preciso que todos regresemos cuanto antes a nuestros pa¨ªses a decirle a la opini¨®n p¨²blica mundial, que en todas partes se conozca lo que est¨¢ pasando aqu¨ª. Desde mi punto de vista se trata de dolores de parto de una nueva sociedad salvadore?a que est¨¢ a punto de nacer...".
Hab¨ªa un miembro del episcopado espa?ol que estaba all¨ª a t¨ªtulo personal y particular; era el obispo auxiliar de Madrid, Alberto Iniesta, hoy jubilado. Estaba sobrecogido: "He visto lo que ha pasado y lo he sentido hasta lo m¨¢s hondo de las entra?as, esto es realmente una masacre de un pueblo, esto es algo incalificable, algo..., una salvajada que no tiene nombre, parece incre¨ªble si no se ve". Estaba tan indignado que ped¨ªa una acci¨®n coordinada de repulsa de todos los pa¨ªses: "Creo que si no se retiran los embajadores, si se descubre, como es veros¨ªmil, que esto es causa del Gobierno, realmente es que no se tiene, digamos, coraje y verg¨¹enza internacional... Ahora, como cristianos, yo realmente me estaba acordando que estamos en Domingo de Ramos, que este pueblo est¨¢ siguiendo el testimonio de los m¨¢rtires, de los profetas..., y hemos dejado la misa a medias, cuando estaba al final de la homil¨ªa del delegado del Papa. Yo creo que hemos seguido aqu¨ª dentro una misa como los primeros cristianos que sufr¨ªan por su fe y que sent¨ªan a Cristo muy cerca y, en concreto, ese m¨¢rtir m¨¢s cercano, monse?or Romero, que es nuestro modelo de testigo y nuestro modelo de m¨¢rtir". Tampoco se produjo ninguna protesta de los gobiernos ni de Naciones Unidas. Lo que sucedi¨® en el funeral era algo habitual en El Salvador de ese a?o, uno de los m¨¢s duros de la guerra que comenzaba.
Monse?or Alberto Iniesta visit¨® la capilla y el hospital de cancerosos donde fue asesinado el arzobispo y nos cont¨® su impresi¨®n de lo sucedido un d¨ªa m¨¢s tarde, despu¨¦s de haber hablado con muchos de los 30 obispos que asistieron al funeral y vieron la masacre de la catedral: "Yo pienso indudablemente que la Iglesia no somos solamente los obispos, pero tambi¨¦n es verdad que una parte de la Iglesia, incluidos los obispos, puede estar con cierta ambig¨¹edad... Creo que ante hechos como la muerte de monse?or Romero y esta masacre de este pueblo, cerrar los ojos es antievang¨¦lico".
En estos d¨ªas, desde el pasado 26 de febrero, con el Festival Memoria 2005 que tuvo lugar en la Universidad de El Salvador, se est¨¢n celebrando en la capital salvadore?a diversos actos conmemorativos del 25? aniversario del asesinato del arzobispo Romero. Su proceso de beatificaci¨®n, iniciado en 1992, sigue su curso en el Vaticano, seg¨²n fuentes de la Iglesia cat¨®lica, que es lo mismo que decir que no hay prisa. Es un m¨¢rtir, en el sentido profundo de la palabra, pero la Iglesia no lo ha reconocido como tal, todav¨ªa.
Joaqu¨ªn Tagar ha sido corresponsal en Am¨¦rica Latina.
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