Escapar
Canta Jabier Muguruza, con ritmo ligero, a lo bossa-nova, una cosa as¨ª: "Euskadi / jende gutxi / eta denok / erdi-lehengusu / ... / Euskadi / jende gutxi / baina denok ere / ondo zaratatsu / eskas gosaldu arren / ozen hitz egiten / ... / Ama Lur / Ama Birgina / Goizeko Izarra / Aberri Zaharra / potaje ederra / alde egin beharra". ("Euskadi, poca gente", canta con autoiron¨ªa Muguruza y un ligero sarcasmo, "todos medioparientes, ruidosos y acalorados. Ama Lur, Virgen Mar¨ªa, Goizeko Izarra, Vieja Patria; menudo potaje. Necesidad de escapar"). Cu¨¢nta raz¨®n. Menudo potaje, menudo amasijo de tensi¨®n vacua: plan, debate rancio, elecciones sin ilusi¨®n, Aukera Guztiak,... Necesidad de cambiar de aires, de irse, de huir, de viajar, de despertar de un largo estado de aturdimiento tras tanta bofetada de humo. Reavivar as¨ª el aliento y la condici¨®n humana que nos anima a los particulares.
Llega nuestra laica Semana Santa. Creo que en este momento de reforma de los servicios p¨²blicos, de una renovada conflictividad dentro de ellos (sanidad, ense?anza), de crisis y reconversi¨®n de la Seguridad Social y de debate constituyente, debieran contemplarse, como hecho diferencial vasco, unas razonables vacaciones pagadas -una semana o un mes, no s¨¦- para todo vasquito de a pie. Algo que nos permitiera recuperarnos del s¨ªndrome de vasquidad / antivasquidad que nos devora cotidianamente (mucho m¨¢s all¨¢ de las elecciones). Irnos. Desde luego, m¨¢s all¨¢ de la frontera, est¨¦ ¨¦sta donde rayos sea que est¨¦ situada. Dentro del paquete, debiera prohib¨ªrsenos cualquier lectura o emisi¨®n de radio, tertulia, noticias, etc¨¦tera, de orden pol¨ªtico que pudiera afectar a nuestra cura de salud, y en ning¨²n caso permitirnos "explicar" en las comidas o cenas c¨®mo-est¨¢n-las-cosas-por-all¨¢. Creo que cualquier Plan que se precie debiera incluir esta pieza que responde a un rasgo idiosincr¨¢sico tan nuestro. (Esto no vale, pongamos, para Maragall).
En un breve relato autobiogr¨¢fico, Expediente, Imre Kert¨¦sz, ca¨ªdo ya el Muro en 1989, cuenta que sinti¨® esa pulsi¨®n irrefrenable por escapar: necesidad de irse de Budapest, salir del aire inh¨®spito, ¨¢rido y chirriante que le rodeba en la capital h¨²ngara. Una huida de Budapest a Viena -con otras excusas m¨¢s banales: su trabajo como escritor y traductor, una beca...-. Viajar, atravesar la frontera, despertar de un largo y profundo letargo, de a?os, de siglos, en busca de una ilusi¨®n de libertad personal (quiz¨¢ ilusoria). La esperanza de recuperar la noci¨®n de considerarse simplemente una persona particular, persona al margen de grandes proyectos o aparatos. O, tambi¨¦n, de huir de la macilenta podredumbre de la ciudad, del mundo s¨®rdido y apocal¨ªptico al que se ve condenado el disidente. Viajar m¨¢s que llegar, dice. Era un buen viajero, mientras la mente recupera cierta pulsi¨®n y la imaginaci¨®n act¨²a, y mal llegador, a quien de nuevo atan las obligaciones. (Al final, la "sabidur¨ªa" de un agente de aduana, la experiencia milenaria y desalmada de la Administraci¨®n, como en un cuento de Kafka, frustrar¨¢n su viaje).
Pues bien, en esta laica Semana Santa algunos escaparemos-r¨¢n m¨¢s all¨¢ del horizonte. Toca recuperar un poco de la dicha primigenia, saberse persona, s¨®lo persona, sin atributos (no me malinterpreten: me refiero a ese atributo de vasquidad, tan pesado de llevar). Es un regalo que nos lo debemos, lo m¨¢s saludable que podemos hacer. Moverse, airearse, deshacerse de esa costra grave que nos esclerotiza, y viajar. Si adem¨¢s puede uno divertirse, tanto mejor. Pero eso ya es un privilegio. Lo que uno reclama para el vasco de a pie es un derecho idiosincr¨¢sico, como los Conciertos, que corriera a cargo del erario p¨²blico. Naturalmente.
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