El baile de Hillary sobre el aborto
Gran parte del voto de las mujeres por lo general va a parar en Estados Unidos a los dem¨®cratas, debido principalmente a su firme postura proabortista. Pero ahora, la senadora Hillary Rodham Clinton se ha subido al carro de la fe y defiende su sentimentaloide versi¨®n del compromiso con el aborto. El que Hillary haya desertado a sus adinerados valedores liberales de Hollywood y actualmente corteje descaradamente a fundamentalistas de la derecha republicana contrarios al aborto no supondr¨¢ ninguna sorpresa para los observadores de Hillary. Siempre ha sabido c¨®mo hablar de esas cosas de la fe y c¨®mo manejarse entre la derecha. En mi perfil sobre ella en El Pa¨ªs Semanal hace algunos a?os, se?al¨¦ que inici¨® su vida pol¨ªtica a la derecha del Partido Republicano tradicional; era una chica Goldwater. Al cortejar a senadores republicanos de derechas (comparte la postura de los halcones de la guerra y es favorable a la pena de muerte) demuestra que una chica puede regresar a sus or¨ªgenes.
Al ofrecer su propia plataforma sobre el aborto -fomentar medidas alternativas como la abstinencia para los j¨®venes y un estrecho v¨ªnculo familiar y equilibrar los valores religiosos de la fe con los valores morales-, Hillary esperaba adelantarse a sus rivales republicanos a la presidencia. El gran problema al que se enfrentan los candidatos republicanos moderados para la carrera presidencial de 2008 (Rudy Giuliani, el gobernador de Nueva York Pataki, Arnold Schwarzenegger), todos ellos proabortistas, es que gran parte de la base republicana procede de los Estados integristas y antiabortistas de la Am¨¦rica profunda. (Bush y Condi Rice, su portavoz, no tienen ese problema: ellos son el problema; la Administraci¨®n de Bush estuvo a punto de hacer descarrilar la reciente asamblea de Naciones Unidas sobre la igualdad al intentar introducir una cl¨¢usula antiaborto).
Mientras tanto, Hillary, gui?¨¢ndole el ojo izquierdo a su electorado habitual (mirad, mujeres, s¨®lo pod¨¦is recurrir a m¨ª, y no es que vaya a pedir la revocaci¨®n de la ley proabortista, sencillamente necesito margen de movimiento para conseguir m¨¢s votos), mientras con el ojo derecho corteja a reaccionarios de la Am¨¦rica profunda, tambi¨¦n intenta sacar de la carrera a sus rivales democr¨¢ticos en potencia. As¨ª, se convierte en la dulce moderada, y los candidatos dem¨®cratas, que se muestran firmes en cuanto al derecho al aborto, quedan relegados a la esquina de los perdedores liberales de izquierdas. Pero la brillante t¨¢ctica centrista y comprometida de Bill Clinton, que funcion¨® tan bien cuando se aplic¨® a la econom¨ªa, es irrelevante en el tema del aborto; no puedes quedarte un poco embarazada. (?Y, por qu¨¦ transigir? Hace 30 a?os que el aborto es legal aqu¨ª). Ir¨®nicamente, el giro de Hillary a la derecha fue muy poco oportuno pol¨ªticamente. Ocurri¨® justo antes de que el muy conservador Tribunal Supremo diera marcha atr¨¢s respecto a su anterior postura y, sorprendiendo tanto a dem¨®cratas como a republicanos, fallara que la pena de muerte para j¨®venes menores de 18 a?os era inconstitucional. En la extraordinaria redacci¨®n de la decisi¨®n (el Tribunal suele citar la Constituci¨®n, no las ideas del mundo exterior), el Tribunal aleg¨® que siete Estados (Texas entre ellos) que permiten que contin¨²e la pena de muerte para menores no pueden ir en contra de los patrones morales aceptados en todo el mundo.
Yo crec¨ª mucho antes de que la decisi¨®n del Tribunal Supremo de 1973 legalizara el aborto. La alternativa real al aborto legal no es el Pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s de Hillary con su acogedora vida familiar te?ida de rosa, la abstinencia para los j¨®venes y los valores morales de la fe, sino mujeres que mueren en abortos chapuceros, m¨¦dicos que cumplen condena y un sistema de dos clases en el que los ricos pueden pagarse un aborto seguro mientras que las mujeres pobres se ven atrapadas para siempre en la pobreza porque no tienen acceso a los medios anticonceptivos y a los abortos legales. Muchas chicas que se sometieron a abortos chapuceros y algunas de ellas fallecieron.
Yo fui m¨¢s privilegiada. Tuve un aborto legal, que fue permitido gracias a que dos psiquiatras presentaron pruebas de los trastornos mentales de la paciente. Un amigo conoc¨ªa esta evasiva legal, bastante sofisticada, y encontr¨® a dos m¨¦dicos dispuestos a ayudarme: el problema era que yo no ten¨ªa historial de trastornos mentales. Para protegerles contra posibles cargos criminales, se explor¨® hasta el ¨²ltimo recoveco de mi mente y pr¨¢cticamente toda mi vida en busca de una prueba de inestabilidad mental. Las preguntas parec¨ªan interminables, me sent¨ªa como si estuviesen violando mi mente. M¨¢s tarde, una enfermera del elegante hospital donde finalmente tuvo lugar el aborto murmur¨®: "Ni?as caprichosas. Deber¨ªan mandar a las chicas como t¨² y a vuestros hijos al Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n". En un intento por recuperar mi amor propio, repliqu¨¦: "No voy a acabar en el Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, ya lo ver¨¢. Alg¨²n d¨ªa ser¨¦ escritora".
A?os m¨¢s tarde, en 1960, cuando se public¨® mi primera novela, The Beat of Life, sobre el aborto, el tema segu¨ªa siendo lo suficientemente tab¨² (todav¨ªa faltaban 13 a?os para la decisi¨®n del Tribuna Supremo de legalizar el aborto) como para causar oleadas de conmoci¨®n. Aunque la protecci¨®n de los derechos de la mujer ha recorrido un largo camino desde entonces y los m¨¦todos indirectos para el aborto que describ¨ªa en mi novela actualmente deben de parecer notas desde un planeta distante, todav¨ªa hay mucho trabajo que hacer en el futuro. Dos mujeres, Condoleezza Rice y Hillary Rodham Clinton, podr¨ªan presentarse a las pr¨®ximas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Aun as¨ª, qu¨¦ tr¨¢gica p¨¦rdida ser¨¢ ese acontecimiento decisivo si ninguna de ellas posee una visi¨®n social generosa, una visi¨®n que dif¨ªcilmente es compatible con la deferencia hacia las ideas integristas.
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