Enrique Brinkmann exhibe su obra m¨¢s reciente en la Sala Alameda de M¨¢laga
"Me alegro de ser pintor". Este positivo verso de su amigo Hans Schnell abre la exposici¨®n que Enrique Brinkmann (M¨¢laga, 1938), exhibe en la Sala Alameda de M¨¢laga con su obra m¨¢s reciente.
Con el pelo blanco, chaqueta de color t¨®rtola y gafas, Brinkmann conserva a pesar de su rotundo reconocimiento un tono bondadoso, humilde: "Esos versos son muy bonitos, bueno, a m¨ª me gustan", se disculpa enseguida. A finales de los noventa el artista quer¨ªa darle profundidad a sus cuadros, y despu¨¦s de experimentar con el metacrilato, prob¨® la malla met¨¢lica, presente en la muestra. Esta t¨¦cnica provoca sombras y le ofrec¨ªa la tridimensionalidad que buscaba. "Jugaba con el lienzo para ver c¨®mo crear espacio, y me gust¨® el aire que le daba y las sombras que proyectaban las partes opacas."
En la muestra se exhiben 60 pinturas y dibujos en los que la similitud con los mapas de alguna de sus obras explican el t¨ªtulo de la exposici¨®n, Cartograf¨ªas, y donde los agujeros en la malla evocan peque?os islotes. Los dibujos est¨¢n sobre papel hecho a mano. "Tengo vicio con el papel, compro, lo toqueteo... tengo para tres vidas", confiesa. A la hora de afrontar sus obras, Brinkmann dice que comienza en el caos porque "el orden excesivo me molesta", y producto de la tensi¨®n creada surgen sus lienzos. El resultado es una suave geometr¨ªa de l¨ªneas finas. A lo largo de su carrera la cr¨ªtica ha hablado de figuraci¨®n expresionista, fant¨¢stica y de informalismo po¨¦tico. ?l en cambio habla con tono desprendido de sus obras y trayectoria: "Ya no me ponen etiquetas, y aunque surrealista y fant¨¢stico permanecen, est¨¢n de manera m¨¢s sutil".
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