Timos menores
El subg¨¦nero de las pel¨ªculas de timadores ha dado suficientes obras maestras a lo largo de la historia como para que, m¨¢s all¨¢ de la supuesta distracci¨®n que puedan ofrecer (que en estos casos suele ser suficiente), cualquier nuevo acercamiento est¨¦ expuesto a las siempre peligrosas comparaciones. De modo que, despu¨¦s de El golpe (George Roy Hill, 1973) y de los filmes de David Mamet (De Casa de juegos a El ¨²ltimo golpe), quiz¨¢ sea dif¨ªcil sorprender con trucos malabares de semejante calibre. As¨ª que, en estos casos, quiz¨¢ sea mejor que el continuo salto mortal sin red en el que se convierten estas pel¨ªculas vaya acompa?ado de alguna variante social, como era el caso de Nueve reinas, la ¨²ltima gran cinta del g¨¦nero.
SIETE GOLPES DE SUERTE
Direcci¨®n: Gary Yates. Int¨¦rpretes: Kevin Pollak, Jonas Chernick, Spencer Maybee, Liane Balaban. G¨¦nero: intriga dram¨¢tica. Canad¨¢, 2004. Duraci¨®n: 85 minutos.
La canadiense Siete golpes de suerte, ¨®pera prima de Gary Yates, no aporta nada nuevo al subg¨¦nero y, lo peor, ni siquiera entretiene. Parece una de esas producciones de cart¨®n piedra que imitan en cada escena el mundo de otras pel¨ªculas, pero a las que se les notan demasiado las carencias presupuestarias, con esas calles por las que no pasa nadie (ya sea de d¨ªa o de noche, se ve que no hab¨ªa mucho dinero para pagar a los extras) y esas oficinas de prestamistas que parecen todas la misma. Los di¨¢logos nunca resultan cre¨ªbles y sus personajes no son m¨¢s que bocetos de otros personajes mil veces representados. A estas alturas, el cuento del veterano perdedor vital y la alumna aventajada que est¨¢n en deuda con unos mafiosos por una trampa mal culminada no parece el colmo de lo impredecible, por muchas vueltas y revueltas que se le intenten dar al argumento; sobre todo si se sigue casi a rajatabla la mayor¨ªa de los c¨®digos de este tipo de cine. As¨ª que quiz¨¢ haya que quedarse con lo ¨²nico salvable de Siete golpes de suerte: la meritoria interpretaci¨®n de Kevin Pollak, que tiene que conformarse con ser el protagonista s¨®lo en pel¨ªculas tan vulgares como ¨¦sta.
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