Disparo
EN VER o no ver. La tematizaci¨®n de la mirada en la pintura impresionista (Siruela), el historiador del arte Victor I. Stoichita analiza algunos de los casos m¨¢s caracter¨ªsticos del arte y la literatura franceses de entre 1860 y 1880, en los que se hace patente la transformaci¨®n revolucionaria en la forma de ver contempor¨¢nea. Lo que entonces ocurri¨® en el cuadro es, por as¨ª decirlo, que se ampli¨® y, sobre todo, se complic¨® el encuadre, de tal forma que se fue integrando en lo visible pintado lo invisible virtual. Se podr¨ªa alegar al respecto que no hay nada m¨¢s virtualmente invisible que, por ejemplo, un ¨¢ngel, lo cual impidi¨® que el exuberante, pero muy morigerado en sus visajes, realista Courbet pintase uno, aunque no al m¨¢s moderno Manet, si bien ¨¦ste lo hizo poniendo a un efebo cualquiera un par de alas guardarrop¨ªa. La modernidad de Manet, de Degas, de Monet y de Caillebotte, por un lado, y de Baudelaire, Maupassant y Zola, por otro, por utilizar los artistas y escritores citados por Stoichita, consisti¨®, en todo caso, en dar sustancia f¨ªsica, corporeidad, a lo invisible.
Remont¨¢ndonos a los ejemplos de la pintura tradicional, en los que, desde casi la Edad Media, se representa no s¨®lo una determinada acci¨®n visible, sino el hecho del mirar, que es una forma inmediata de, en efecto -a trav¨¦s de lo que Stoichita llama "figuras-eco", las que dentro de la composici¨®n pintada est¨¢n mirando lo que en ella pasa-, incorporar al espectador al cuadro, se aprecia el inicio de la sustituci¨®n de la magia art¨ªstica por la racional tramoya dram¨¢tica que urde cualquier narraci¨®n visual. Esta desacralizaci¨®n de la mirada fue la que fund¨® el arte moderno y ha llevado hasta el paroxismo nuestro apetito visual contempor¨¢neo, que sigue su insaciable curso en la parpadeante pantalla en la que no hay nada que no sea inmediatamente visible, ni siquiera un ¨¢ngel, ni, por supuesto, como le gustaba a Courbet, un buey.
La aportaci¨®n concreta de los pintores y escritores antes citados consisti¨® en que, al "tematizar la mirada", proclamaron el ensimismamiento visual, a partir del cual ya no se arrastra al espectador al interior del cuadro, haci¨¦ndole as¨ª part¨ªcipe de la acci¨®n representada, sino que se interioriza la pintura, de forma que el contemplador de un cuadro es siempre el protagonista absoluto de lo visible; esto es: se convierte en el autor.
La excursi¨®n de Stoichita por los preliminares de este fest¨ªn visual total, en la que la realidad misma se convierte por entero en espect¨¢culo, es muy aleccionadora, en la medida en que estos pioneros acoplaron nuestros ojos a las nuevas posibilidades ¨®pticas de la m¨¢quina fotogr¨¢fica, en la que se borran las diferencias entre lo visto y lo no visto, porque, respectiva y simult¨¢neamente, lo uno remite a lo otro. En cierta manera, la antigua dial¨¦ctica sobrenatural entre lo visible y lo invisible se transform¨® a partir de entonces en el instant¨¢neo parpadeo luminoso, donde el campo visual acotado es s¨®lo duraci¨®n, tiempo infinito: un disparo necesariamente mortal. Instant¨¢neas. Figuras sin eco. Espectros. Pura fantasmagor¨ªa visual.
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