La belleza del monstruo
En Eclipse (Anagrama, 2002) el escritor John Banville propuso una at¨ªpica novela de fantasmas en la que los espectros no eran emanaciones del pasado sino proyecciones del futuro. All¨ª, el actor retirado Alex Cleave invocaba una y otra vez la figura de una hija acad¨¦mica "con problemas": la elusiva figura de Cassandra Cass Cleave, quien, al final del libro, se suicidaba arroj¨¢ndose al mar sin dejar demasiadas explicaciones.
Tres a?os despu¨¦s, Imposturas vuelve a explorar la difusa silueta de esta mujer fatal y de los ¨²ltimos d¨ªas de su vida. Pero ahora desde la ¨®ptica de otro hombre confundido por su propio crep¨²sculo: Axel Vander. Un c¨¦lebre te¨®rico de la literatura (claramente inspirado en el deconstruccionista Paul de Man, p¨®stumamente identificado como autor de art¨ªculos de tono antisemita en peri¨®dicos belgas colaboracionistas) a quien Cass persigue y cita en Tur¨ªn para enfrentarlo a una insoportable y hasta entonces bien escondida grieta de su pasado.
IMPOSTURAS
John Banville
Traducci¨®n de Dami¨¢n Alou
Anagrama. Barcelona, 2005
280 p¨¢ginas. 17 euros
Y no es ¨¦sta la primera vez que Banville (Wexford, Irlanda, 1945) explora los recovecos de la culpa y el enga?o de las apariencias. Cabe pensar que no ser¨¢ la ¨²ltima. De hecho, el remordimiento y la mentira como motor y br¨²jula est¨¢n presentes en casi todos sus libros (ver El intocable o El libro de las pruebas) envueltos en una prosa de precisi¨®n exquisita -mitad Beckett y mitad Nabokov- para revelar siempre la belleza del monstruo.
Vander -como el Cleave de
Eclipse- es un narrador ambiguo: "No puedo confiar ni en una de las palabras que sale de mi boca", advierte desde el principio. Por lo que la novela puede leerse, tambi¨¦n, como un sutil y despiadado tractat sobre la textura de la falsificaci¨®n y la falacia como g¨¦nero art¨ªstico. Cass -personaje justiciero pero alucinado; maldecida por el s¨ªndrome de Mandelbaum, forma de depresi¨®n demencial que parece haber sido inventada por Banville- es la otra parte de esa relaci¨®n tan parecida al amor y que es aquella que une al perseguidor con su perseguido. No es casual que el t¨ªtulo original de la novela (Shroud, que significa sudario) aluda tanto al ayer amortajado de los protagonistas como a la sombra blanca de la turinesa S¨¢bana Santa -reliquia de autenticidad m¨¢s que dudosa- que parece enredarlos y asfixiarlos entre sus pliegues. As¨ª, pensar en Imposturas como en una antinovela de amor del mismo modo en que Eclipse es una antinovela de fantasmas: en ambas, los lugares comunes de estos g¨¦neros son manipulados magistralmente por Banville hasta convertirse en sitios poco frecuentados donde -como ocurre con los grandes de verdad- el estilo es el verdadero h¨¦roe. De ah¨ª que, en numerosas oportunidades, se haya dicho que Banville es un escritor "dif¨ªcil" o "para escritores". Aunque lo suyo no est¨¦ demasiado lejos de lo que practica el tanto m¨¢s "popular" Ian McEwan en sus decididamente banvillescas novelas Expiaci¨®n y en la reciente Saturday; es verdad que Banville no hace concesiones a un lector c¨®modo. De alguna manera, se puede pensar en ¨¦l a la hora de narrar "lo europeo" como contracara y equivalente de lo que hace Philip Roth a la hora de narrar "lo norteamericano". Los dos son maestros en conjurar apasionados y a la vez precisos y confesionales remolinos en primera persona que arrasan con todo lo que se alza a su paso. Con estos modales, Imposturas es uno de esos libros en los que, en principio, se tiene la clara y grata sensaci¨®n de "ir entrando". Una vez dentro, imposible salir.
Y a los seguidores de este escritor les queda una esperanza, un deseo: Banville suele organizar su obra en trilog¨ªas. Lo hizo con el mundo de las ciencias (vali¨¦ndose de los verdaderos Kepler, Cop¨¦rnico y Newton) y con el mundo del crimen (el peregrinar del asesino ficticio Freddie Montgomery). Todo hace pensar que -este junio, con la ya anunciada The Sea- llegar¨¢ la tercera y ¨²ltima parte de la tr¨¢gica historia de la hasta ahora evocada Cass Cleve. Tal vez entonces -"los muertos, sin embargo, tienen su voz" es una de las ¨²ltimas cosas que nos dicen Vander y Banville en Imposturas- sea ella misma la que nos cuente, por fin, la fidedigna y definitiva versi¨®n de su muerte y de su vida.
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