Se?ales de alarma
No deber¨ªa ocurrir, y cuando ocurre -porque ocurre y, lamentablemente, va a seguir ocurriendo- no se puede propiciar la impunidad ni el olvido, que cualquier persona con responsabilidad en la administraci¨®n de los intereses p¨²blicos utilice su cargo o posici¨®n para favorecerse ¨¦l o los suyos, y a los suyos le doy el sentido m¨¢s amplio de la palabra, que abarca desde la familia m¨¢s pr¨®xima hasta los correligionarios, pasando por amigos y amigos de los amigos. Y esto es aplicable a una ampl¨ªsima escala de variantes que comienza con el simple favorcillo o recomendaci¨®n y termina con la corrupci¨®n institucionalizada a gran escala, matizado todo ello con las m¨²ltiples denominaciones jur¨ªdicas que enmarcan desde la imprudencia hasta el puro y duro latrocinio.
Viene esta reflexi¨®n general motivada por lo que est¨¢ ocurriendo, o se tiene la impresi¨®n de que est¨¢ ocurriendo, en Andaluc¨ªa, donde las denuncias cruzadas de corrupci¨®n nos est¨¢n retrotrayendo mentalmente al final de los a?os 80 y principio de los 90, cuando los esc¨¢ndalos sobre casos de corrupci¨®n -recordemos Juan Guerra, Ollero, etc¨¦tera- erosionaron peligrosamente la confianza en el limpio funcionamiento de las instituciones.
De aquellos barros, aunque a muchos les puedan parecer remotos, vienen estos lodos, porque la ciudadan¨ªa contempla lo que est¨¢ ocurriendo -por ejemplo, en el Ayuntamiento de Sevilla- a trav¨¦s de las mismas claves, sobre todo porque algunos personajes se repiten, que dejaron su poso de recelo y frustraci¨®n hace ya m¨¢s de diez a?os.
Se dice que de los escarmentados nacen los avisados, pero parece que en pol¨ªtica esto no es v¨¢lido porque, a la vista de lo que est¨¢ pasando, de avisados nada de nada, y es que a la imprudencia, a la dejaci¨®n o al consentimiento, se ha unido lo peor de todo en un caso de este tipo: la torpeza. La torpeza que ha inducido a la negaci¨®n agresiva de lo evidente.
Dec¨ªa al principio que cuando se produce un hecho de esta naturaleza, que afecta al funcionamiento y a la confianza en las instituciones, no puede haber ni impunidad ni olvido. Es decir, que hay que cortar por lo sano y quienes est¨¢n al frente de esas instituciones tienen la obligaci¨®n de hacer un ejercicio de responsabilidad y transparencia, aunque duela, porque si no es as¨ª se est¨¢n protegiendo conductas reprobables individuales a costa de la credibilidad del sistema.
Hay ahora mismo en Andaluc¨ªa varias se?ales de alarma encendidas y la respuesta no puede, o no debe ser, el ataque al mensajero o la puesta en marcha del ventilador para esparcir mugre en todas las direcciones, en un intento evidente, adem¨¢s de ineficaz por demasiado conocido, de desviar la atenci¨®n hacia el contrario. El t¨² m¨¢s que yo es un recurso cansino y lerdo por equivocado, porque lo que quiere el ciudadano que, en su inmensa mayor¨ªa no es un hincha partidario, ante cualquier esc¨¢ndalo de esta naturaleza, no es que se despejen balones hacia el ¨¢rea del adversario, sino que se pite la falta y, si hace falta, se saque la tarjeta roja.
El caso m¨¢s claro de corrupci¨®n institucionalizada que se ha vivido en Andaluc¨ªa durante los ¨²ltimos a?os ha sido el del Ayuntamiento de Marbella, como est¨¢ demostrando, a trav¨¦s de sucesivas condenas, la lenta pero al final eficaz, rueda de la Justicia, pero esto no hubiese ocurrido si cuando saltaron las primeras alarmas se hubiese actuado con prontitud, rigor y transparencia.
Cierto es que, en el habitual enfrentamiento partidario, hay cosas que se tratan con la peligrosa ligereza de quien busca el efecto inmediato o el titular agresivo, de forma que, en muchas ocasiones, la inconsistencia de algunas acusaciones deteriora la credibilidad de las denuncias, sobre todo cuando se somete al ciudadano a un fuego cruzado que llega hasta su propia capacidad para distinguir lo que es ¨¢rbol y lo que es bosque. Pero tambi¨¦n es cierto que en Andaluc¨ªa, y en Espa?a, en un pasado reciente hemos visto que de denuncias que, al principio parec¨ªan con poco fuelle, se ha derivado el conocimiento de grav¨ªsimos casos de corrupci¨®n. Y en este aspecto, es de justicia reconocer la labor que han hecho y hacen los medios de comunicaci¨®n que, con m¨¢s aciertos que errores, han tenido un papel decisivo en la clarificaci¨®n del panorama. Digo esto porque otra de las torpezas e injusticias m¨¢s frecuentes es el ataque a quien protagoniza, investiga o se hace eco de las denuncias sobre corrupci¨®n.
Ser¨ªa bueno que, con urgencia, se hiciese una reflexi¨®n serena sobre lo que est¨¢ ocurriendo y que esa reflexi¨®n sirviera para adoptar una serie de medidas que evitasen la corrupci¨®n, la arbitrariedad y el amiguismo en la gesti¨®n de los intereses p¨²blicos y, tambi¨¦n, que diesen paso a comportamientos ejemplarizantes para que, en caso de producirse lo no deseable, se atajase y castigase cualquier desviaci¨®n. Las cortinas de humo no sirven para nada cuando lo que se impone es el reconocimiento de la verdad, la asunci¨®n de responsabilidades y, en su caso, el escarmiento.
Juan Ojeda Sanz es ex eurodiputado del PP y periodista.
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