Primavera republicana
La flor del pan y quesillo en las acacias, la llamada blanca y rosa de los almendros, de los cerezos, da al aire un aroma republicano, y un espectro de color morado. Hay gentes que sacan sus banderas al aire tibio, y muchas que se re¨²nen en torno al d¨ªa 14. Muchos son herederos; quedamos pocos de aquellos que viv¨ªamos en un pa¨ªs con todos sus sistemas y sus emblemas, su verdadera historia aflorando y ense?ando reyes perdidos y cristianos de espada al cinto para montar otra vida de la que fueran ellos otros propietarios. Los republicanos desterrados pudieron, no todos, volver a su pa¨ªs, culto y nuevo, justo: y ya no lo encontraron. Algunos nos quedamos esperando y esperando; pero aquel pa¨ªs ya no existe. La II Rep¨²blica Espa?ola, que astutamente sus enemigos quieren borrar m¨¢s celebrando la primera, que fue fugaz, fue un fragmento luminoso pero oscurecido por el oscurantismo y ensangrentado por los espadones de varios pa¨ªses. No creo que sea eso lo que se deba restaurar: no hay que restaurar, sino construir de nueva planta. La verdad es que toda gran rep¨²blica tuvo sus enemigos; la de Francia pas¨® a la burgues¨ªa, y la de Estados Unidos a una forma de democracia que tambi¨¦n traicion¨®, y lo sigue haciendo, el principio sin¨®nimo de la res-p¨²blica. Fueron trucando todo el vocabulario, todo el juego del pueblo, todo mando que no fuera el suyo: el del antiguo r¨¦gimen. Algunos de los revolucionarios de 1789 lo sab¨ªan, y creyeron que deb¨ªan exterminar a los restaurados de la monarqu¨ªa mediante el empe?o de un instrumento r¨¢pido y sencillo al que llamaron, del nombre de su inventor, guillotina. Que por el contrario contribuy¨® a la condena de las nuevas formas.
Aquello se llam¨® Terror, y tambi¨¦n la palabra nos viene ahora en los manuales -los peri¨®dicos- como una culpa general de todos los que detestan la podredumbre del poder. Nadie nos devolver¨¢ ya lo que perdimos o nos robaron; en historia no hay restauraciones, sino instauraciones. El cielo azul blanquecino de Madrid en estos d¨ªas, los chaparrones del mes de las aguas mil, un aroma de florecimiento, un aire que se respira son republicanos y son anunciadores de algo. Y palabras y aplausos y banderas en todos los rincones de Espa?a; todo el final de la pr¨®xima semana. No deber¨ªan tener el menor sentido de recuperar, sino el de fundar; suena bien el pasado, pero importa el futuro.
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