Para (pos)modernos atribulados
Hay libros que reclaman, desde el t¨ªtulo o desde la primera p¨¢gina, la incondicionalidad o, cuando menos, la complicidad del lector. ?ste es uno de ellos. Los lectores que no participen de la necesidad de definir o de comprender qu¨¦ es o qu¨¦ significa ser (pos)moderno, encontrar¨¢n las pormenorizaciones de Jameson (sobre la modernidad de Baudelaire, de Rub¨¦n Dar¨ªo, de Descartes o de Hegel y un sinf¨ªn de alegaciones y referencias al pensamiento contempor¨¢neo) demasiado prolijas para prestarles atenci¨®n, innecesariamente farragosas o lejanas de su mundo cotidiano, y no ser¨ªa extra?o que se sintieran incluso expulsados de un repertorio de problemas te¨®ricos que no obstante deber¨ªan importarles puesto que ata?en a la condici¨®n del presente hist¨®rico en que, en tanto que agentes sociales, est¨¢n instalados.
UNA MODERNIDAD SINGULAR: ENSAYO SOBRE LA ONTOLOG?A DEL PRESENTE
Fredric Jameson
Traducci¨®n de Horacio Pons
Gedisa. Barcelona, 2004
204 p¨¢ginas. 16,90 euros
Para decirlo sin cortapisas:
se trata de un libro que s¨®lo puede interesar a un (pos)moderno atribulado. Si usted no ve nada de significativo en el debate sobre la modernidad o si suele utilizar el ep¨ªteto "posmoderno" como insulto o descalificaci¨®n en el mismo registro sem¨¢ntico que "cantama?anas" y en un tono que recuerda aquello de "melenudo" o "maric¨®n", que se sol¨ªa decir en los a?os sesenta, le aconsejo que no se acerque a estas p¨¢ginas.
La cuesti¨®n sobre la complejidad de lo (pos)moderno, o sea, la determinaci¨®n de la identidad de nuestra condici¨®n hist¨®rica presente, es un asunto al que Jameson ha dedicado casi treinta a?os y una frondosa bibliograf¨ªa personal. Tres d¨¦cadas es el mismo lapso que nos separa del lanzamiento de aquel carism¨¢tico r¨®tulo, La condici¨®n posmoderna, escogido por Jean-Fran?ois Lyotard como t¨ªtulo de un libro-informe escrito por encargo de la Unesco en 1978. No se puede entender la obstinaci¨®n de Jameson y de un n¨²mero nutrido de ensayistas norteamericanos con-tempor¨¢neos en abundar sobre un tema tan poco acuciante si no se tiene en cuenta que la cultura norteamericana -cultura inequ¨ªvocamente (pos)moderna que experimenta la diferencia de la ¨¦poca actual mucho antes que las dem¨¢s sociedades- no sabe teorizar sobre esa experiencia. El hecho no es nuevo, t¨¦ngase presente que los norteamericanos concibieron la democracia moderna, pero no fueron capaces de producir un Tocqueville para razonarla.
Sin duda la (pos)modernidad es una moda intelectual como tantas otras, pero no s¨®lo importa a Jameson como frivolidad libresca o como contribuci¨®n a los debates internos de los cen¨¢culos universitarios norteamericanos, sino como un imperativo ideol¨®gico, toda vez que piensa que la cuesti¨®n de lo (pos)moderno sirve como pantalla disipadora de la realidad del capitalismo. Cabe apuntar que Jameson es un marxista convencido y, como tal, sostiene como Lenin que s¨®lo quien sea capaz de determinar con precisi¨®n d¨®nde est¨¢ parado estar¨¢ en condiciones de dise?ar su propio futuro a conciencia. De modo pues que su pertinaz b¨²squeda de una ontolog¨ªa del presente no es tanto una frusler¨ªa intelectual, sino una t¨ªpica situaci¨®n te¨®rica, as¨ª las llama, que se supone permitir¨¢ dilucidar c¨®mo ser¨¢ la transici¨®n hacia la sociedad del futuro.
Naturalmente, en la medida
en que piensa como un fil¨®sofo de la historia sui g¨¦neris, sus ideas est¨¢n trufadas de contenidos ideol¨®gicos, que adoptan en el libro la forma de sucesivas reafirmaciones: de la condici¨®n moderna (a la manera de la consigna de Rimbaud); de la necesidad de periodizar en filosof¨ªa de la historia; de la historia como continente de sentido y de la expectativa ut¨®pica como signo de una profesi¨®n de fe (pos)moderna inquebrantable. A¨²n m¨¢s, si bien es cierto que Lyotard y los llamados "posmodernos" afirmaron el fin de los "grandes relatos", y m¨¢s tarde dieron por acabadas la historia y las ideolog¨ªas, Jameson riza el rizo y se declara (pos)moderno precisamente porque afirma la necesidad insoslayable del "gran relato", de una ideolog¨ªa que enlace la condici¨®n presente con el futuro.
Poner periodos a la historia, historizar el arte o el sistema de las representaciones, no s¨®lo es para ¨¦l deseable sino adem¨¢s inevitable, tanto como distinguir entre moderno y posmoderno o entre el discurso de la (pos)modernidad y esa curiosa "ontolog¨ªa del presente" que propone, en clave materialista-hist¨®rica. El libro se extiende en infinidad de instancias de lo uno y lo otro, y con frecuencia se pierde en un laberinto de teor¨ªas y metateor¨ªas; y, sin embargo, no produce nada que se asemeje a un saber.
Jameson no hace filosof¨ªa, ni sociolog¨ªa, ni antropolog¨ªa cultural, ni siquiera hace historia de las ideas. Su mirada, que no puede decirse que carezca de m¨¦todo y de una cultura libresca importante, recuerda mucho a aquella t¨ªpica "confusi¨®n" benjaminiana y, como ella, por extra?o que parezca en un materialista hist¨®rico, no tiene objeto, es decir, no se refiere a nada tangible. La modernidad de Jameson no es como la democracia parlamentaria o el ¨ªndice de precios del crudo o la pintura abstracta o la Pregunta por el ser de Martin Heidegger. Parece m¨¢s bien una representaci¨®n desenraizada, una forma que se ve a s¨ª misma como una manera de dar forma y una sofisticada argucia para meter por la puerta lo que hab¨ªamos arrojado por la ventana, ejercicio ret¨®rico de efectos discursivos que muestra c¨®mo el autor, como todos los ide¨®logos, permanece atrapado en un enjambre de teor¨ªas y textos, interpretaciones y contrainterpretaciones desconcertantes para las que, por citar una frase de Mallarm¨¦ invocada por el propio Jameson al final del libro, "el Mundo existe s¨®lo para terminar en un libro".
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