Antes muerta que latina
El pueblo soriano de Garray custodia las ruinas de la m¨ªtica ciudad ar¨¦vaca que resisti¨® 20 a?os el asedio de Roma
La leyenda empieza a forjarse en el oto?o de 153 antes de Cristo, cuando los defensores de Numancia aciertan a darle tal pedrada a uno de los elefantes del c¨®nsul Fulvio Nobilior, que la bestia, enloquecida, la paga arremetiendo contra el propio ej¨¦rcito romano. En 139, Quinto Pompeyo tambi¨¦n fracasa y, para que en Roma no se sepa, firma paces secretas.
El que no oculta su derrota, en 137, es Hostilio Mancino: el Senado romano le retira la ciudadan¨ªa y lo manda de vuelta a la plaza enemiga, en pelotas y maniatado; los numantinos, para m¨¢s inri, dejan marchar intacto al ex c¨®nsul y ex ciudadano, despu¨¦s de hacerle pasar una noche soriana al raso. Harto de una guerra que puede durar otros 20 a?os, en 134, el Senado romano decide poner fin a su particular Vietnam enviando a Escipi¨®n Emiliano, el destructor de Cartago.
En el ¨¢rea excavada se ven aceras empedradas, termas, aljibes y molinos de mano
El nuevo c¨®nsul no comete el error de atacar, como sus predecesores, sino que cerca la capital ar¨¦vaca con siete campamentos unidos por un muro de nueve kil¨®metros y se sienta a esperar. Casi un a?o despu¨¦s, entra sin resistencia en una ciudad de 8.000 muertos (de inanici¨®n o por sus propias manos). Los cuatro vivos son vendidos como esclavos. Numancia es arrasada. Consumada la anexi¨®n de la Celtiberia, ya nada impide que Hispania se convierta en provincia romana.
A siete kil¨®metros al norte de Soria, junto al pueblo de Garray -que, los que saben de top¨®nimos dicen que significa tierra quemada-, dominando la confluencia de los r¨ªos Duero y Tera, sobre un cerro pelado desde el que se divisan los macizos del Moncayo, Cebollera y Urbi¨®n, se halla la ciudad que redujo a cenizas Escipi¨®n. Once, como los meses que resisti¨® el asedio final, son los paneles informativos que orientan al visitante por sus ruinas. El primero de ellos, dedicado al cerco, que fue suave, como ya se ha dicho, llegando los romanos a instalar rastrillos met¨¢licos en el Duero para que los numantinos no pudiesen burlarlo ni buceando.
En el ¨¢rea excavada -unas seis hect¨¢reas, la cuarta parte de lo que ocupaba la poblaci¨®n- se ven las ruinas de, no una, sino dos ciudades: la celtib¨¦rica, que fue destruida, y la romana, que se levant¨® sobre la anterior respetando su trazado de calles orientadas este-oeste para evitar los vientos del norte, que aqu¨ª afeitan. Se ven aceras empedradas y pasaderas para cruzar las v¨ªas sin enfangarse. Se ven termas y aljibes. Y se ven, por doquier, molinos de mano, simples como la dieta de los ar¨¦vacos: pan, bellotas y caelia, cerveza elaborada con trigo fermentado que, al decir de los historiadores romanos, era "de sabor ¨¢spero y calor embriagador".
La zona m¨¢s interesante del yacimiento corresponde a la calle de ronda, donde se han reconstruido unos pocos metros de muralla (la original ten¨ªa 3.000 de per¨ªmetro y hasta seis de espesor) y dos viviendas populares, una romana y otra celtib¨¦rica, que recuerdan, con sus techucos de paja de centeno, chozos pastoriles, sobre todo la segunda, pues dentro hay un tufo a cabra que tumba. Nada que ver con la casa noble cuyos restos se descubren en el barrio sur, en la parte m¨¢s protegida y soleada del cerro, con un patio de columnas donde nada cuesta imaginar a un patricio romano leyendo a Polibio y a Lucilio, quienes, por cierto, acompa?aron a Escipi¨®n.
En la ladera contraria, fuera ya del recinto arqueol¨®gico, se halla la preciosa ermita rom¨¢nica de los M¨¢rtires, con vistas a las alamedas del Duero. Y al pie del cerro, en las antiguas escuelas de Garray, el aula did¨¢ctica El Cerco Romano de Numancia, con maquetas y audiovisuales sobre eso mismo. En Garray, adem¨¢s, se celebra todos los a?os, el ¨²ltimo s¨¢bado de julio, una tumultuosa fiesta de romanos y ar¨¦vacos, represent¨¢ndose, en una plaza de toros desmontable, un episodio hist¨®rico que puede ser realmente c¨®mico, como el de Hostilio Mancino. Conviene reservar con antelaci¨®n porque, como es tradici¨®n en Numancia, hay bofetadas para entrar.
La ruta de los celt¨ªberos
- C¨®mo ir. Las ruinas de Numancia se hallan en Garray, a siete kil¨®metros de la capital soriana, por la carretera de Logro?o (N-111). De Madrid a Soria hay 230 kil¨®metros y se va por la carretera de Barcelona (A-2), desvi¨¢ndose en Medinaceli por la N-111.
- Visitas. Yacimiento de Numancia (Tel¨¦fono 975 18 07 12): abre todos los d¨ªas, excepto lunes, de 10.00 a 14.00 y 16.00 a 19.00; la entrada es gratuita, y el recorrido, por libre; para grupos, existe la posibilidad de concertar un gu¨ªa llamando al Tel. 975 22 13 97. Tambi¨¦n en Garray, aula arqueol¨®gica El Cerco de Numancia, ermita rom¨¢nica de los M¨¢rtires e iglesia g¨®tica de San Juan Bautista.
- Alrededores. Un plan ideal para un fin de semana es la ruta de los celt¨ªberos, visitando, adem¨¢s de Numancia, el Museo Numantino (en Soria, a 7 km), las ruinas de Uxama (en El Burgo de Osma, a 56 km) y las de Tiermes (en Montejo de Tiermes, a 94 km).
- Comer. Goyo (Tel. 975 25 20 07): cocina casera con productos de la tierra, destacando las alubias a fuego lento, los asados y el pollo de corral; 15 euros. Numancia (Tel. 975 25 20 08): alubias a la marinera, patatas con cebolla y cochinillo frito; 20 euros. Keltiberia (Tel. 975 25 22 19): restaurante tem¨¢tico celtib¨¦rico, con platos como el chulet¨®n ar¨¦vaco o las perdices pelendonas; 30 euros.
- Dormir. La Posada de Numancia (Tel. 975 25 20 68): hotel de 12 habitaciones, tranquilo y coqueto, en una p¨¦trea casona que ya era posada en el siglo XIX; doble, 60-72 euros. Portal de Numancia (Tel. 619 21 59 25): elegante casa de nueva planta, decorada en estilo r¨²stico-funcional, con jard¨ªn, hidromasaje y sauna; 60 euros. El Horno Numantino (Tel. 975 25 20 02): junto al Duero, acogedora casa de piedra y madera con viejo horno de pan; 36 euros.
- M¨¢s informaci¨®n. Ayuntamiento de Garray (M¨¢rtires, s/n; Tel. 975 25 20 06). Visita virtual a Numancia, en www.numantinos.com
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