Una boda bajo la sombra de Diana
S¨®lo 15.000 personas acuden a Windsor para asistir al enlace civil de Carlos y Camila
El pr¨ªncipe Carlos, de 56 a?os, heredero de la corona brit¨¢nica, se cas¨® ayer con la que ha sido su amante durante 35 a?os, Camila Parker Bowles. La boda s¨®lo congreg¨® a 15.000 personas en las calles de Windsor, frente a las 600.000 que abarrotaron en 1981 los alrededores de la catedral de San Pablo, en Londres, para acompa?ar al altar a Carlos y Diana Spencer. La sombra de Lady Di, cuya imagen sigue adornando numerosos escaparates de Windsor, no dej¨® ayer de estar presente en la memoria colectiva. Tras la breve ceremonia civil, a la que no asisti¨® la reina Isabel, el arzobispo de Canterbury dio su aprobaci¨®n al enlace oficiando una ceremonia religiosa en la capilla de San Jorge, en el interior del castillo de Windsor, a la que s¨ª asisti¨® la soberana.
Camila, de 57 a?os, es ya su alteza real la duquesa de Cornualles y, al menos t¨¦cnicamente, princesa de Gales, un t¨ªtulo que Diana retuvo tras divorciarse de Carlos, aunque perdi¨® el tratamiento de alteza real. Camila ser¨¢ reina cuando Carlos llegue al trono, a menos que el descontento popular impulse al Parlamento a desposeerla del t¨ªtulo.
La monarqu¨ªa brit¨¢nica parece haber dado el salto definitivo a la modernidad con la ceremonia de ayer: un enlace civil en el Consistorio de Windsor. Pero las circunstancias que han rodeado la boda invitan a pensar que ese paso hacia la modernidad es ajeno a la voluntad de una familia real que a menudo se refugia en la pompa, lejos de la sencillez que impregna ya a muchas otras monarqu¨ªas europeas. La boda se traslad¨® al Ayuntamiento porque, si se celebraba en al castillo de Windsor como se anunci¨® en un principio, la residencia real estar¨ªa sometida a la obligaci¨®n legal de acoger durante tres a?os las bodas de todos aquellos que as¨ª lo quisieran. La reina, en una decisi¨®n muy pol¨¦mica, decidi¨® entonces no asistir al enlace de su hijo, pese a que s¨ª asisti¨® en su d¨ªa a las segundas nupcias de su hija Ana. La boda civil no fue retransmitida por televisi¨®n, pero s¨ª la ceremonia religiosa.
Parad¨®jicamente, los novios han de agradecer al Papa el buen tiempo que presidi¨® el enlace, celebrado apenas a unos centenares de metros del castillo que hizo construir Enrique VIII, el rey que impuls¨® el cisma con la Iglesia cat¨®lica por la oposici¨®n de Roma a que se casara despu¨¦s de divorciarse. La boda entre Carlos y Camila deb¨ªa haberse celebrado el viernes, pero los funerales por Juan Pablo II obligaron a retrasarla 24 horas. Acab¨® siendo el mejor regalo de bodas para la pareja: Windsor vivi¨® un d¨ªa g¨¦lido el viernes, viento, lluvia y hasta algo de nieve. Ayer, aunque fr¨ªo, el d¨ªa amaneci¨® luminoso, si bien las nubes empezaron a tapar el cielo justo minutos antes de que Carlos y Camila llegaran al Ayuntamiento en un Rolls-Royce Phantom poco antes de las 12.30.
El p¨²blico se hab¨ªa ido concentrando a lo largo de la ma?ana. A las nueve hab¨ªa unos cientos de espectadores, rodeados de un enjambre de periodistas. Poco despu¨¦s empezaban a llegar al castillo los invitados m¨¢s madrugadores. Limusinas y berlinas con amigos de la pareja, los empleados m¨¢s fieles y los embajadores m¨¢s impacientes esperaban a que se abrieran las puertas de los aparcamientos acondicionados para ellos junto al Long Walk, la hermosa y rectil¨ªnea arteria que parte de la puerta sur del castillo y se pierde hacia el norte en la campi?a. Por ah¨ª llegaba el p¨²blico m¨¢s andar¨ªn, disfrutando del sol y contemplando las vistas del castillo a lo lejos.
Desde esa puerta sali¨® el coche con los novios, rumbo al Guildhall, a las 12.25. La pareja se hab¨ªa reunido de buena ma?ana en el castillo de Windsor. Camila hab¨ªa pasado la noche en la residencia oficial de Clarence House. Carlos y sus hijos, Guillermo y Enrique, hab¨ªan dormido en la residencia campestre de Highgrove. El gesto evoca la importancia que los Windsor dan a la virginidad. Aunque el amor prendi¨® enseguida entre Carlos y Camila cuando se conocieron, hace 35 a?os, Carlos no se cas¨® entonces con ella porque Camila no habr¨ªa llegado virgen al altar. El paso de los a?os a¨²n no ha aclarado si fue el propio Carlos quien quiso a una mujer virgen en su noche de bodas o si no hizo m¨¢s que seguir los consejos de su entorno.
Camila, vestida de gris perla, parec¨ªa nerviosa a su llegada al Ayuntamiento junto a Carlos. Ambos salieron del brazo 20 minutos despu¨¦s, convertidos ya en marido y mujer, aunque no se besaron. Los hijos mayores de ambos, el pr¨ªncipe Guillermo y Tom Parker Bowles, actuaron de testigos. Guillermo les entreg¨® los anillos, hechos a mano por Wartski con oro de una mina de Gales. El p¨²blico les acogi¨® con cari?o, pero sin euforia, y los jaleos apenas se pod¨ªan o¨ªr a 100 metros del lugar.
Luego, en la capilla de San Jorge, Camila apareci¨® vestida de seda azul p¨¢lido y un tocado de plumas. La televisi¨®n dej¨® ver a una familia real relajada y sonriente. La hermosa m¨²sica y la lectura de las sagradas escrituras reforzaron el mensaje de que la boda civil tiene el visto bueno de la Iglesia de Inglaterra, de la que Carlos ser¨¢ Defensor de la Fe y Jefe Supremo cuando llegue al trono. Al un¨ªsono con el p¨²blico, Carlos y Camila leyeron un pasaje del libro de oraciones de 1662 elegido para hacer penitencia de sus "m¨²ltiples pecados y debilidades", como han de hacer los divorciados al contraer segundas nupcias.
Luego, casados y bendecidos, Carlos y Camila saludaron al gent¨ªo que les esperaba a las puertas de la capilla, antes de degustar el austero pero exquisito surtido de delicias con que contrayentes, familia y 750 invitados -entre los que no estaba el pr¨ªncipe Felipe de Borb¨®n, que excus¨® su ausencia por compromisos anteriores- celebraron la boda. En ese momento, los brit¨¢nicos estaban por fin disfrutando por televisi¨®n de lo que de verdad les interesaba del d¨ªa: las carreras de caballos del Grand National, retrasadas casi una hora para no coincidir con los c¨¢nticos y rezos de la capilla de San Jorge.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.